“Los dólares que necesita la economía real para funcionar hoy son menores que los que demandaba durante el cepo anterior” del 2013, explica Ecolatina. 

La actividad es menor, de modo que las importaciones también lo son, a la par que los salarios en dólares se derrumbaron 45% en relación con 2015, reduciendo la capacidad de ahorro y su poder de compra. “Más aún, la mejora de las exportaciones y la disminución del turismo -al menos en el corto plazo- provocarán que la cuenta corriente sea superavitaria este año”.  

Sin embargo, “las aristas financieras revierten este superávit”. A diferencia de ese momento, el Estado Nacional “se encuentra fuertemente endeudado, y requerirá muchas divisas para el pago de obligaciones en los próximos años”.

Mientras que a fines de 2015 la deuda en moneda extranjera representaba dos años de exportaciones, al término de 2020 implica casi cuatro. 

Y estas obligaciones “deberán afrontarse sin acceso al mercado internacional de capitales, al menos mientras que el riesgo país siga en niveles tan elevados”.

Junto con esto, “la perspectiva de que la inflación seguirá elevada en los próximos años, dificultan pensar en que la demanda de dólares por motivos de ahorro ceda” ante rendimientos en pesos a tasa negativa.  

Por último, pero no menos importante, “liberar el acceso al mercado de cambios podría llevar al dólar a valores muy elevados, que a priori no parecen necesarios en materia de competitividad”.

En conclusión, difícilmente las autoridades convaliden una devaluación contractiva cuando los dólares se requieren para el pago de la deuda. “Por lo tanto, el control de cambios habría llegado para quedarse algunos años más”.

¿Se aprovechará esta vez para corregir los desequilibrios de fondo o se perderá otra oportunidad?, cierra el documento Ecolatina su en una pregunta que no tiene respuesta.