En marzo, la inflación rozó 5%, acumulando 13% en el primer trimestre de 2021, más de 60% anualizado. Con estos números, ya se consumió casi la mitad de la meta anual fijada en el Presupuesto 2021, que se volvió absolutamente incumplible: en la actualidad, el objetivo del equipo económico tiene que ser evitar que la suba de precios supere el 40% en el año, en lugar de perseguir el 29% que ya quedó obsoleto.

En este escenario complejo, donde los principales precios de la economía están subiendo muy por debajo del nivel general de precios -dólar oficial, tarifas de servicios públicos y salarios- dos preguntas se vuelven fundamentales: ¿por qué está tan alta la inflación? Y a partir de eso, ¿cuándo bajará?

Para analizar las causas de la inflación, lo primero que resalta es que éstas no son inmediatas: a diferencia de 2018 y 2019, donde las disparadas del tipo de cambio eran los principales y claros motores de la suba de precios, en la actualidad confluyen diversos factores, cada uno con distinta ponderación. En este sentido, podemos destacar en primera instancia la flexibilización de las restricciones a la circulación. Durante la cuarentena, una parte importante de la suba de precios estuvo contenida por las limitaciones operativas. Por el contrario, subas de 31,5% y 29% en Restaurantes y Hoteles y Esparcimiento durante el último semestre -octubre-marzo-, 4,5% mensualizado, explican parte de la aceleración reciente.

A la vez, durante el segundo y tercer trimestre del año pasado, el gobierno aplicó distintos programas de controles y acuerdos de precios en rubros esenciales que buscaban frenar la inflación de manera transitoria. Sin embargo, los costos de estas empresas siguieron creciendo en esos meses, de modo que, una vez relajado el congelamiento, su aceleración inflacionaria fue inevitable. En respuesta, la suba de alimentos y bebidas se viene ubicando sistemáticamente por encima del nivel general de precios en el último semestre, superando en 0,3 p.p. al promedio general (4,2% mensual vs. 3,9%).

Por otro lado, en los últimos meses viene aumentando el “tipo de cambio efectivo importador”. ¿Cómo pasa esto, si tanto el dólar oficial como el paralelo vienen avanzando lentamente? El tipo de cambio efectivo importador puede pensarse como un promedio ponderado entre aquellas empresas que tienen acceso al mercado oficial de cambios para pagar sus compras externas de bienes y aquellas que no. En 2020, las Reservas netas cayeron 65% y se acercaron peligrosamente al piso de 2015, motivando al gobierno a endurecer las restricciones cambiarias, tanto aquellas asociadas a la compra de dólares para ahorro como las vinculadas a la compra de bienes y servicios. En este marco, 2021 arrancó con algunos importadores que consiguen autorización para ingresar mercadería al país, pero no para comprar las divisas necesarias. En consecuencia, deben importar con dólares “propios”, con un costo de reposición más cercano a las cotizaciones financieras que al tipo de cambio oficial. El aumento de las firmas con problemas de acceso al mercado oficial es otro motor inflacionario.

Además, está el factor emisión: durante el año pasado, el Banco Central asistió al Tesoro en ARS 2 billones, equivalente al 7% del PBI. Si bien aspiró ARS 1,5 billones entre LELIQs, pases y la venta de Reservas al sector privado, la base monetaria aumentó un 40% en 2020. Parte de este salto no demandado también se está trasladando a los precios.

Por último, aparece el motor internacional. La suba de precios de commodities afecta positivamente a la economía argentina, en tanto mejora el ingreso de divisas netas, nuestro bien más escaso. Sin embargo, también genera algunas tensiones inflacionarias. En este sentido, sobresale que la inflación acumuló 1,7% en el primer trimestre de 2021 en Estados Unidos y 2% en Brasil, mientras que había alcanzado 1,4% y 4,5% respectivamente durante todo el año pasado. Por lo tanto, la suba de precios a nivel global también es relevante para explicar el comienzo agitado de la inflación en el año electoral.

En síntesis, al inicio de 2021 diversos factores confluyeron para acelerar la inflación y llevarla cerca de la zona del 60% anualizado. Como buena noticia, en el segundo trimestre debería bajar: la salida de la cosecha gruesa con precios récord permitirá relajar los importadores que deben ir al paralelo, a la vez que una parte relevante de los atrasos acumulados durante la cuarentena del año pasado ya se corrigieron. Sin embargo, lo hará desde niveles muy elevados, de modo que, incluso el objetivo de no superar el 40% anual, también parece complicado hoy: aún con una baja importante desde el segundo trimestre, la inflación inevitablemente se acelerará -mucho- este año.