Hacía tres años que la economía venía en caída, y el déficit fiscal, en aumento. Argentina vivía un esquema “convertibilidad” en la que un peso era equivalente a un dólar, y ante la debacle en ciernes, varios comenzaron a sacar sus ahorros de los bancos, para pasarlos a “verdes” y atesorarlos en sus hogares. 

Era el final del segundo año del gobierno de Fernando de la Rúa, el mandatario radical que había llegado a la Casa Rosada y que luego de una caída sostenida de la economía, había perdido las elecciones legislativas a manos del peronismo. 

La desconfianza era tal que solamente entre el 28 y el 30 de noviembre se habían retirado del sistema bancario US$ 3.600 millones, sumando unos US$ 18.000 millones desde comienzos de año. 

Caída de la economía, salida de capitales y veinte años del "corralito”

A mediados de año, De la Rúa había intentado un ajuste fiscal de 1,5 puntos del Producto Bruto Interno (PBI) de la mano de Ricardo López Murphy, pero el rechazo de la oposición, y de parte del propio radicalismo, terminó con el fugaz paso del ahora diputado por el Palacio de Hacienda. 

En su lugar, volvió Domingo Felipe Cavallo quien había diseñado “La convertibilidad”, terminado con la hiperinflación, y que, se suponía, tenía que saber cómo sacar al país de este nuevo entuerto.  

Pero diez años más tarde de ese audaz plan de estabilización económica el panorama no era el mismo. La tasa de interés mundial estaba en alza, había crisis financieras, primero en Rusia, y luego en Brasil, que afectaron también los títulos de deuda argentinos, y el Estado Nacional, ya no tenía activos para vender para solventar su déficit fiscal, primario y financiero. 

La última semana de noviembre “la City” era un hervidero, y luego de varios años de estabilidad el dólar se vendía a $1,20, el Riesgo País alcanzaba los 3.300 puntos, porque nadie pensaba que Argentina podía pagar su deuda y no se sabía cómo podía seguir la película. 

El sábado primero de diciembre Cavallo anunció lo que luego se llamaría “corralito” por el cual cada depositante podría solo retirar hasta 250 pesos/dólares por semana, por banco y por persona, además que limitaba a US$ 1.000 los giros al exterior. 

Para tener “una idea de lo que valían las cosas” el Renault Twingo, el coche más pequeño de la firma francesa, se vendía a $ 8.800, y te lo entregaban en el acto. 

Más allá de esa anécdota, lo cierto es que el lunes se publicaría en el Boletín Oficial el Decreto de Necesidad y Urgencia con la firma de De la Rúa que daba cuenta de todos los detalles. 

Eran esos primeros días de mucho calor de diciembre cuando  Cavallo brindó una de sus tantas conferencias de prensa para asegurar que la medida regiría por 90 días para “poder asegurar el buen funcionamiento de la economía y, sobre todo, para proteger los ahorros de los argentinos”, antes de generar la protesta cotidiana de los ahorristas perjudicados en las puertas de los bancos. 

Lo cierto es que, al impedir la salida de dinero, también dejó “sin efectivo” una economía cuyo 30 % vivía en la informalidad y no estaba bancarizada. La recesión y el descontento, se agudizó. 

El Fondo Monetario Internacional (FMI), que se había comprometido a desembolsar US$ 10000 millones, “le soltó la mano” a Cavallo, y no le entregó todo ese dinero por la caída de la economía y el aumento de la conflictividad con el sistema financiero. 

La gente no sabía cómo pagar sus deudas Incluso los bancarizados se enfrentaban a miles de comercios que no tenían medios electrónicos para recibir pagos pero lo más importante, no había confianza. Era un fin de ciclo que había comenzado diez años antes cuando el peronista Carlos Menem había lanzado, de la mano del mismo Cavallo, el Plan de Convertibilidad, junto a la desregulación de cientos de actividades y la privatización de empresas públicas. 

El 20 de diciembre, en medio de saqueos y disturbios en las calles, De la Rua presentó su renuncia. Se abría otro capítulo de la historia económica y social de Argentina.