Un fantasma recorre la Casa Rosada: la de la corrida cambiaria. En el Gobierno saben que con las cotizaciones del "blue" aumentando más de 100 pesos en menos de dos semanas y con un dólar informal que parece sentirse cómodo en torno a los 320 pesos, el clima político se afiebra de la mano de la suba del billete verde. Y es que con una brecha cambiaria a la zona del 150%, un riesgo país de 3000 puntos básicos y bonos que cotizan con paridad por debajo de los 20 centavos por dólar, la única discusión posible en el Gobierno es cómo calmar el dólar

Pero como en casi todos los temas, el ejecutivo parece no tener una opinión única: mientras los "albertistas" escuchan al titular del Central, Miguel Ángel Pesce, quien afirma que hay que esperar a septiembre porque el mercado se tranquilizará, los "massistas" aceptan un desdoblamiento cambiario, mientras el "cristinismo" se niega a una devaluación brusca de al menos el 35%, como piden los economistas del FMI, el BM y el BID extraoficialmente. 

A pesar de que en las últimas semanas el gobierno ya tomó varias medidas para descomprimir las tensiones cambiarias  (desdoblamiento para turismo receptivo, limitación de CEDEARs, flexibilización para importaciones estratégicas) aún nada parece estar dando los resultados previstos. Afirman quienes conocen los pasillos del Central que la apuesta de Pesce es que estas medidas tranquilizarán al mercado cuando comiencen a moderarse las importaciones energéticas. Pero desde el entorno de la vicepresidente creen que estas previsiones son demasiado optimistas. 

En lo que si acuerdan desde el Instituto Patria con el titular del Central es que no hay que bajar temporalmente las retenciones. Relativizan también la propuesta de crear un "dolar soja" que le permitiría cobrar el 50% de lo exportado en dólares, que luego podría ser vendido solo a través del MEP. Algunos en el "cristinismo" miran con buenos ojos emitir una letra del BCRA atada al tipo de cambio que no pueda operarse en el mercado secundario. Algo que en el "massismo" dicen que seria una catástrofe.

Pero los economistas en Washington que trabajan para los organismo multilaterales piensan que lo que el gobierno no debe seguir haciendo es evitar una devaluación del tipo de cambio oficial a como dé lugar, porque aún cuando se logren aplacar las presiones financieras por dos meses, el desorden que traería la devaluación forzada por el mercado, seria mucho peor que una corrección ordenada.

La ministra de Economía traerá el mandato de los analistas de Wall Street: mayor austeridad fiscal, no financiarse con Adelantos Transitorios para no ir incumpliendo las metas con el FMI, frenar con las licitaciones de deuda y aumentar las tasas de interés. Sin embargo, es probable que muy pocos de esos pedidos se cumplan. Y las razones para que eso no ocurra son mas políticas que económicas, ya que incluso aunque se vuelvan a acumular reservas y se desactiven parcialmente las expectativas de devaluación, el Frente de Todos en su conjunto sabe que el segundo semestre será de mayor inflación, menor actividad y con límites al gasto si se acepta cumplir con lo firmado por Martín Guzmán.

Algo que por estas horas, esta cada vez mas en duda, no solo por el "kirchnerismo paladar negro", que traza estrategias para no perder por goleada las elecciones en el 2023, sino también por los seguidores de Sergio Massa, que ven al líder del Frente Renovador ingresando como Jefe de Gabinete en poco tiempo al Gobierno. Todos futuros posibles que se hacen imposibles si se cumple con lo que pide el Fondo, el verdadero fantasma que recorre la Casa Rosada.