Argentina cerraría este año con mucho más dólares que en el 2020. Los datos así lo muestran: el 2021 cerraría con un superávit comercial estimado de USD 16.000 millones, equivalente a 3,4% del PBI. Sería el tercer año consecutivo con un saldo comercial superior a los tres puntos del producto (en 2019 fue de 3,5% y en 2020 de 3,2%). Sin embargo la llamada enfermedad de la restricción externa -es decir que se necesita mucho más dólares dentro de las fronteras de los que la Argentina genera- pone a las reservas del Banco Central en terapia intensiva. El miedo a una corrida cambiaría a fin de año es tan grande que incluso el gobierno de Alberto ha decidido pelearse con toda la clase media prohibiéndole la posibilidad de viajar al exterior en cuotas a través de la tarjeta de crédito. En ese contexto es entonces que en el mercado todos se preguntan: ¿dónde están los dólares?. 

La respuesta aún es una incógnita. Y es que con una dólar paralelo por encima de 200 pesos y mientras miembros del equipo económico aseguran que no habrá una devaluación brusca, la realidad es que la discusión sobre el precio de la divisa verde parece ser más psiquiátrica qué económica. 

El economista Emanuel Álvarez Agis, titular de la consultora PXQ -uno de los analistas más leídos en el Gobierno- señala en su último informe que "hasta Septiembre de 2021 el superávit de cuenta corriente cambiaria acumuló USD 6.631 millones (el más alto en 2012). Sin embargo, las reservas internacionales netas solo aumentaron USD 2.000 millones ¿Por qué sucede esto? Porque el Gobierno paga deuda (es decir no consigue financiamiento neto positivo en el exterior) e interviene en la brecha cambiaria para controlar la cotización del CCL. Estos dos factores explicaron la caída de reservas de –USD 5.100 millones- en lo que va de 2021". 

Como afirma Agis, es en estos dos puntos donde debe buscarse por dónde se están yendo los dólares. Pero por sobre todas las cosas, comprender para qué y no por dónde se van los dólares, le servirá al establishment político y económico local para poder acomodarse al nuevo modelo que reinará a partir de  abril de 2022. En rigor, a nadie escapa que el tipo de cambio es para el FMI clave para el pago de la deuda. La duda es si, cómo afirman algunos economistas argentinos ya retirados que fueron funcionarios del Fondo, pedirán una devaluación del 20% o del 30% del dólar oficial y menos cepo, para acelerar el proceso de la baja del blue y la convergencia las cotizaciones, o si solamente se centrarán en la reducción del déficit fiscal para asegurarse el pago de la deuda.


Guzmán al BCRA para asegurar el acuerdo

En enero de 2022 asumirá en el FMI el brasileño Ilan Goldfajn, el ex presidente del Banco Central brasileño, a quién todos suponen como un ortodoxo, y quizás dé algunas sorpresas. La llegada de Goldfajn es clave: es quien quedará a cargo de la negociación con Martín Guzmán, ministro de Economía de Argentina.

Goldfajn es un viejo conocido de la Argentina y sobre todo del kirchnerismo. El economista fue el segundo de Armínio Fraga, por entonces presidente del Banco Central de Brasil. Fraga fue quien en el 2002 se dio bajo administro el crédito del FMI más grande que recibió Brasil: 30.000 millones de dólares. El préstamo del fondo se dio en el marco de la transición presidencial de Fernando Henrique Cardoso a Ignacio Lula da Silva en 2002. 

Goldfajn será el nuevo Director del FMI para el Hemisferio Occidental, en reemplazo del  mexicano-argentino Alejandro Werner. Pero la sorpresa de Goldfajn no será lo que exija el Fondo -que siempre es básicamente lo mismo, un ajuste fiscal monetario o social, y a veces los tres juntos- sino a quién exija. 

El tema es simple: el Fondo Monetario Internacional tradicionalmente busca negociar con los presidentes del Banco Central y no con los ministros de Economía, que usualmente están más atados a los vaivenes políticos que los titulares de los bancos.

El dólar que quiere el FMI y el que aguanta Alberto

Así las cosas, el rumor que recorre Washington y también el Palacio de Hacienda es que una vez acordado con el fondo la forma y el plazo de pago, que todos aseguran que se dará antes de la fecha límite de marzo para no caer en default, el nuevo presidente del Banco Central será tan importante como el ministro, ya que el Fondo Monetario buscar a un interlocutor en esas oficinas y no en el Ministerio de Economía. En este contexto todos miran hacia Martín Guzmán, quién pasaría de estar con oficinas frente a la Casa Rosada a tener su despacho en el centro de la city porteña, en el Banco Central.

Pero todo eso se decidirá a partir de enero de este año cuando el brasilero Goldfajn termine de asegurarse que el pacto entre caballeros que selle con Guzmán tendrá también un flujo de dinero que asegure el acuerdo. 

"Pacta sunt servanda" reza la frase en latín que repiten en las oficinas estadounidenses del FMI y que traducido al castellano significa "lo pactado obliga". Una obligación qué Guzmán sabe qué es mucho más difícil de cumplir para la Argentina que para los funcionarios del Fondo.