En los últimos días, la manifiesta decisión de Uruguay de comenzar negociaciones comerciales con terceros mercados, pero con autonomía, causó revuelo en el resto de los países que forman parte del Mercosur. A poco más tres meses de haber cumplido 30 años desde su creación, el Mercado Común del Sur, que integra, además, Argentina, Brasil, y Paraguay, pasa por uno de sus peores momentos, no solo por la voz de disidencia del país oriental, sino por sus magros resultados en términos de intercambio, que abarca a todos sus miembros.

Solo por citar un ejemplo: hoy la Argentina, que necesita como agua en el desierto un mayor ingreso de divisas, exporta dentro del Mercosur unos u$s 10.000 millones, la mitad de lo que vendía hace una década atrás. Después de que el bloque representara casi 30% del total de nuestras exportaciones en aquel tiempo, actualmente no llega al 20% (Asia en general, y Chica en particular, se llevaron la diferencia).

Pero no sólo Uruguay tiene la pretensión de mayor internacionalidad. Brasil propugna por más acuerdos con terceros mercados, Paraguay no se opone a esos movimientos, aunque no lo hace explícito, mientras que, por ahora, Argentina defiende el statu-quo. Hay un claro “agotamiento del modelo”, afirma a Data Clave, el especialista en negocios internacionales, Marcelo Elizondo, quien no cree que Uruguay “esté pensando en romper lanzas o quebrar relaciones”. Según su punto de vista, lo que está haciendo es “tensar el diálogo para obtener un resultado”. ¿Lo logrará?  

Data clave: ¿Es el principio del fin del Mercosur o es el principio de una reconfiguración tras la intención de Uruguay de negociar por fuera del bloque?

Marcelo Elizondo: Mi impresión es que está en marcha un proceso de rediscusión del Mercosur, por lo tanto, estamos en medio de una discusión entre los socios, que surge de un agotamiento del modelo. El Mercosur tiene 30 años, fue pensado hace tres décadas para integrar cuatro países entre sí. Pero, sin mayores acciones posteriores para vincular al bloque con el resto del mundo, Uruguay y Brasil están reclamando más internacionalidad, para llegar a más mercados a partir de la ampliación de los espacios comerciales, con acuerdos de preferencias arancelarias, sobre integración regulativas con otros mercados. La Argentina no está convencida de eso, y entonces lo que hay es una discusión sobre ese modelo, que hace 30 años funcionó, pero hoy hay al menos dos de sus integrantes quieren ampliarlo. Es decir, hay una disputa por el diseño institucional del bloque.

DC: ¿Qué datos objetivos del bloque avalan hoy la pretensión de impulsar un cambio del modelo del Mercosur?

ME: Primero, hay una pérdida de importancia relativa del Mercosur que es objetiva, va más allá de las posiciones ideológicas de los países. Hace 10 años la Argentina exportaba dentro del Mercosur casi u$s20.000 millones, el doble de lo que exportó el año pasado. Hay una caída gradual, en términos relativos, de hecho, hoy para la Argentina es mucho más importante el RCEP (siglas en inglés de Regional Comprehensive Economic Partnership, Alianza Integradora Económica Regional), el nuevo acuerdo de comercio que se firmó entre países asiáticos el año pasado, como destino de exportaciones, que el propio Mercosur. En general, el continente asiático nos compra más que toda Latinoamérica y el Caribe, por lo que hay una importancia relativa creciente de otros mercados. El segundo dato objetivo es que para todos los países está pasando algo parecido. Hace 30 años, cuando empezó el Mercosur, para Brasil, Argentina era mucho más relevante que ahora y para la Argentina, Brasil era mucho más relevante que ahora. Por lo tanto, aparece la idea de mejorar la condición de acceso a otros mercados. Hoy el continente asiático explica el 30% de todas las importaciones mundiales y Latinoamérica en su conjunto explica el 0,3% de todas las importaciones mundiales. Entonces es lógico que, objetivamente, haya países que pretendan querer mejorar la condición de acceso a dónde hay más negocios, que no es ya como fue hace 30 años el Mercosur.

DC: ¿Cuánto cree que pesan las diferencias ideológicas de los presidentes de los países que integran el Mercosur a la hora de reconfigurar el bloque?

ME: Creo que no es solamente diferencia ideológica entre los presidentes. En el caso de Uruguay, Luis Lacalle Pou está planteando una flexibilización del Mercosur, pero el presidente anterior de signo distinto, que era Tabaré Vázquez, también pensaba lo mismo. Uruguay tiene una línea de búsqueda de mayor flexibilización y además más intencionalidad, que trasciende las administraciones gubernamentales. En el caso de Brasil, es cierto que Bolsonaro tiene una posición distinta que la que tuvo Dilma Rousseff, pero el expresidente Temer, tenía una visión parecida a la de Bolsonaro y no hay pocas fuerzas políticas, que no adhieren hoy con Bolsonaro, que coinciden con esto. En definitiva, creo que hay una discusión transversal que tiene más que ver con las realidades, que con las disputas ideológicas.

DC: ¿Qué margen cree que tiene Uruguay para que los cambios que impulsa lleguen a buen puerto, teniendo en cuenta que es uno de los países más pequeños del bloque?

ME: Es una muy buena pregunta. Uruguay está rodeado de dos grandes vecinos, como Brasil y Argentina, que son muy relevantes, en términos relativos para el país oriental. Más allá del bloque y del acuerdo puntual de la herramienta Mercosur, para Uruguay geopolíticamente es muy importante tener una relación muy fluida con Argentina y con Brasil. Es destino de inversiones financieras argentinas, tiene empresas argentinas y brasileras en su territorio, recibe turismo de los dos países, vende sus productos a Argentina y a Brasil de manera muy significativa, por lo que yo no creo que Uruguay esté pensando en romper lanzas o quebrar relaciones. Lo que creo que está haciendo es tensar el diálogo para obtener un resultado. Uruguay está diciendo, `yo voy a cerrar acuerdo con terceros mercados porque es mentira que el Mercosur me lo prohíba`. Incluso hay un tecnicismo argumentando que hay una decisión que se tomó en el año 2000 dentro del Mercosur que no estaría vigente. Entonces dice ´yo puedo hacer un acuerdo de libre comercio con China, solamente aplicable a mí y eso el Mercosur no lo prohíbe`. Esto es una discusión compleja de llevar adelante, yo creo que no es verdad lo que dice Uruguay. Pero en realidad, lo que está diciendo es, ´voy a buscar más internacionalidad porque el Mercosur como conjunto no lo logra, porque el bloque no está unificado en posturas de generar acuerdos con terceros mercados, entonces dice ´lo voy a hacer solo, y eso no está prohibido por el Mercosur´. Yo creo que Uruguay está tratando de lograr alguna reacción de los demás socios para buscar alguna fórmula transaccional, y probablemente quiera que Brasil acompañe su posición porque también tiene una visión de necesidad de más internacionalidad, pero me parece que estamos en medio de una tensión en términos de negociación, y no en una postura definitiva.

DC: China está entre los mercados a los que Uruguay apuntaría, ¿cuáles otros?

ME: Uruguay se ha especializado en las exportaciones agroproductivas, y se ha convertido en un exportador de nicho de alta calidad de productos de origen agrícola, como granos, carne, lácteos y algunos otros. Ahí claramente tiene en Asia mercados muy relevantes, por eso incluso está planteando expresamente una negociación con China, que hace muchos años, vale recordar, ya ofreció al Mercosur la negociación de un acuerdo de libre comercio. Y el bloque ni siquiera le respondió. Uruguay está pensando en Asia porque ve ahí grandes oportunidades. Probablemente también vea la posibilidad de inversión de origen asiático para producir en Uruguay y después vender en Asia. Uruguay tiene una realidad económica de nicho, de especialización, y de escasa dimensión cuantitativa.

DC: ¿Más allá de lo ideológico, cree que se han profundizado las diferencias de diversa índole entre cada uno de los países?

ME: Creo que sí. Lo que se ve hoy en el Mercosur es que somos países muy distintos los cuatro. Éramos mucho más parecidos entre nosotros hace 30 años que ahora. Brasil es un país de gran dimensión, una de las diez más grandes economías del mundo, un país de multinacionales, que quiere internacionalidad porque necesita competitividad global. Argentina es un país intermedio que todavía añora aquellos buenos tiempos del proteccionismo industrialista. Uruguay es una economía chica, que puede competir por oferta de nicho y entonces quiere acceso a mercados externos. Y ahí lo que está crujiendo es el modelo rígido del Mercosur. Probablemente para que los cuatro países convivan, siendo cada vez más diferentes entre sí, es que el Mercosur deba ser menos rígido. La unión aduanera que tenemos como modelo nos obliga a tener consenso, a que todas las divisiones sean comunes y colectivas. Es posible que lo que haya que discutir es eso.

DC: ¿Cuánto afectó la pandemia al comercio internacional, y cómo condiciona a la Argentina este nuevo contexto?

ME: La pandemia afectó mucho al comercio internacional el año pasado en todo el mundo. La suma de todas las exportaciones de todos los países del mundo cayó 5,3% el año pasado La principal razón fue la pandemia, y sobre todo la cuarentena que hubo en muchos países, que afectó la producción y el comercio. De todos modos, la Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), o la OMC (Organización Mundial del Comercio) habían proyectado una caída total del comercio internacional planetario mucho mayor que la que tuvimos. Se llegó a augurar entre el 15 y 30% de descenso. La baja estuvo concentrada en el segundo trimestre del año, y después se revirtió. Para este año ya hay una recuperación del comercio internacional en todo el planeta: la OMC augura para 2021 que el comercio mundial va a crecer el 8%. Para la Argentina el impacto fue mayor: mientras, en el mundo el comercio cayó 5,3%, en nuestro país se contrajo 15%. Argentina tuvo una caída de exportaciones y de importaciones, del triple respecto al mundo. Por lo tanto, aquí tuvimos una confluencia de los factores exógenos, pero también de muchos factores endógenos, de hecho, las exportaciones argentinas están compuestas por aquello que todavía cayó menos en el mundo, que son los agroalimentos. En el mundo cayó mucho más la exportación de productos industriales convencionales. En definitiva, el impacto doméstico de Argentina, ya sea por cómo trató la pandemia con una cuarentena más larga, o a partir de un entorno macroeconómico, institucional, y regulatorio que afecta la competitividad internacional, son factores endógenos que nos pegaron de lleno, más allá de la pandemia.

DC: ¿Qué debería cambiar o mejorar Argentina de corto, o mediano plazo, para ampliar su participación en el total del comercio internacional, y empezar a resolver así uno de los problemas crónicos que tenemos, como lo es la limitada generación de divisas?

ME: Creo que hay muchas cosas por mejorar, pero a mí me gusta resumirlo en cuatro títulos. Primero hay que acomodar la macroeconomía: es muy difícil competir afuera si uno no tiene orden adentro. Debemos mejorar variables clave como la tasa de inflación, acceso a financiamiento, tasa de inversión, presión tributaria, política cambiaria. Todo esto con desequilibrio y desorden es muy difícil. Lo segundo que hay que hacer es cambiar el entorno regulativo. Tenemos una economía sobre regulada, muy interferida por restricciones normativas exageradas, y eso impide innovación, espontaneidad, dinamismo de las empresas. En tercer lugar, hay que recuperar la vigencia de las instituciones. La Argentina tiene una economía muy politizada y lo que hay que tener es más institucionalidad. Debemos mejorar la vigencia de los principios constitucionales, garantías individuales, los derechos subjetivos, los derechos individuales, hacer que los contratos se cumplan y que además haya autonomía para contratar, que si hay controversia sea resuelta por la justicia, sin sospecha de politización. En cuarto lugar, hay que abrir la economía, hay que generar acuerdos internacionales, para mejorar el relacionamiento con otros mercados, integrarse para generar aperturas recíprocas, hay que apuntar hacia confluencias regulativas con otros espacios en el mundo porque si no es muy difícil para nosotros acceder a mercados externos. En los últimos días, tuve una reunión con gente de la industria del vino, que me contaba del ingreso de los productos vitivinícolas argentinos al Reino Unido, que es uno de los grandes mercados para vender vinos en el mundo porque es muy consumidor y no produce. Me decían que, en Reino Unido, hay acuerdo de libre comercio con todos los proveedores de vino del mundo: con los propios europeos continentales, con Sudáfrica, ahora acaban de firmar uno con Australia, otro con Chile. Pero, con la Argentina, no, con lo cual el vino argentino paga un arancel de ingreso mucho más alto que sus competidores. Esto es solo un ejemplo de un efecto de la baja internacionalidad en pactos, tratados, acuerdos y espacios de preferencias comunes. En conclusión, son cuatro grandes líneas que están pendientes y que hay que acordar en conjunto.