Pese a ser uno de los menos afectados por el Covid-19 y la cuarentena, dada su cultura de trabajo remota y digital, el sector de la economía del conocimiento transitó, sin embargo, casi toda la pandemia en un “limbo normativo” después de que el Gobierno suspendiera en enero la aplicación de la ley que lo regulaba -aprobada el año pasado-, y se demorara hasta principios de este mes la sanción de una nueva legislación.

Ahora bien, en parte del sector la reciente ley de Economía del Conocimiento dejó sabor a poco, dado que los cambios introducidos disminuyen los incentivos para los sectores que mayor potencial de desarrollo tienen, que son los vinculados a los mercados externos. “No es un gran paso con respecto a la competitividad. El beneficio impositivo para las exportadoras fue recortado y no nos hará más competitivos. Las exportadoras tienen hasta un tercio menos del beneficio que las empresas que operan en el mercado local”, alerta en una entrevista con Data Clave, Luis Galeazzi, Director Ejecutivo de Argencon, entidad que nuclea a las principales compañías (MercadoLibre, Globant, o Accenture, por ejemplo) que conforman el sector de la economía del conocimiento, tercer complejo exportador de Argentina después del oleaginoso y el cerealero.

La aseveración de Galeazzi no es menor, en momentos en que Argentina necesita incrementar imperiosamente el ingreso de divisas, para frenar el constante drenaje de las reservas del Banco Central, lo que ha contribuido, entre otros factores, a que se amplíe la brecha cambiaria hasta los niveles más altos en 30 años.

Con más de 35 años de experiencia en el mundo corporativo desempeñando cargos de liderazgo y management, el Director Ejecutivo de Argencon habló, además, sobre la actualidad del sector y cómo lo afecta la inestabilidad macro, el potencial de generación de empleo en el segmento, y el lugar ocupa la Argentina en el sector de la economía del conocimiento a nivel regional y global.

Data Clave: ¿Qué opina de la nueva Ley de Economía del Conocimiento? ¿Qué valora, y qué aspectos cree que podrían haber sido mejorados?

Luis Galeazzi: Valoro que finalmente hay una ley y se terminó este período de limbo normativo que teníamos desde comienzos de año. Respecto a lo que pudo haber sido mucho mejor tiene que ver con la distinción entre exportadores y no exportadores. Por la estructura de beneficios que tiene, la ley castiga a las empresas exportadoras o mejor dicho le da un beneficio menor a esas compañías que a las empresas que operan en el mercado local. El corte o la distinción no se ha hecho por segmento de tamaño de empresa como se presumía, sino más bien por el carácter de exportador o no exportador que tenga, ya sea pyme, una compañía mediana o una grande. Las empresas exportadoras tienen hasta un tercio menos del beneficio que las empresas que operan en el mercado local.

D.C.: Por ende, ¿cómo afecta esto a la competitividad de empresas argentinas?

L.G.: No es un gran paso con respecto a la competitividad argentina. Si bien le da un alivio a las empresas que operan en el mercado local, el beneficio para las exportadoras ha sido recortado y no nos hará más competitivos. Hay que seguir trabajando mucho en el campo del mercado internacional y en las claves para que Argentina pueda darles a sus empresas una plataforma de operaciones que sea competitiva y rentable, y sobre todo estable, para tener una perspectiva a mediano plazo. Hay que recordar que la ley no tiene estabilidad fiscal, entre otras cosas.

D.C.: Previo a la sanción, ¿el sector privado fue escuchado por los legisladores? ¿Mantuvo diálogo con el Gobierno?

L.G.: El diálogo con el gobierno, y en particular con el Ministerio de producción, siempre existió y me consta que muchas de las ideas que se han consagrado en la reforma no fueron iniciadas por el gobierno, sino por legisladores, sobre todo senadores. Por lo tanto, el diálogo con el gobierno ha sido bueno. En cambio, con los legisladores ha sido más difícil. Hasta el momento de la votación en el mes de mayo en Diputados el diálogo existió, pero en el Senado no. Fue muy difícil hablar con los senadores y prácticamente la reforma que se votó en la Cámara alta no tuvo consenso con el sector privado.

D.C.: ¿Qué comparación hace frente a la ley aprobada durante el anterior Gobierno?

L.G.: La ley 27.506 votada el año pasado tenía más beneficios que la actual. La actual reforma lo que ha hecho es reducir los beneficios en forma segmentada que tenía la ley del año pasado, y ningún sector tiene más beneficios que los que otorgaba la ley anterior. Algunos se han mantenido y otros se han reducido. Por lo tanto, ley contra ley, evidentemente la del año pasado tenía más beneficios, estabilidad fiscal, devolución de retención de impuestos, no reducción de la tasa de ganancia, es decir, una serie de ventajas que eran bastante significativas.

D.C.: ¿Cómo afecta al sector la actual inestabilidad macro, con una brecha cambiaria superior al 100%?

L.G.: Evidentemente esto es una gran desventaja que tiene Argentina. Nunca sabemos cuánto va a costar el dólar y en función de eso, no sabemos cuál es el costo en dólares de los recursos humanos, que son el principal insumo que tiene esta economía. Es muy difícil manejar un negocio no pudiendo proyectar sus costos. Hay contratos que se hacen de tres a cinco años y el empresario tiene que estar imaginando qué costo de mano de obra en dólares va a tener en un lustro, lo cual es casi imposible de saber, tanto en un sentido, como en otro porque el dólar se puede atrasar o disparar. Es una situación muy inestable y complica mucho la realización de negocios. En particular, cuando se amplía la brecha, la incertidumbre se hace mucho más grande. La brecha actual superior al 100% es un gran factor de incertidumbre para el mercado porque se presupone que en algún momento se va a reducir, pero no se sabe ni cuándo ni cómo y eso crea una gran inestabilidad.

 D.C.: En momentos en que el desempleo crece en el país producto de la pandemia y la cuarentena, ¿considera que el sector puede ser en 2021 uno de los que lidere la captación de puestos de trabajo?

L.G.: Es muy difícil proyectar, ya que tenemos varios efectos cruzados. Por un lado, la pandemia, por otro la nueva ley que va empezar a regir. Además, muchos empleados están tentados para empezar a trabajar como freelance, con lo cual saldrán del mercado formal laboral para pasar a formar parte de un mercado irregular de trabajo. Hasta ahora el sector siempre ha crecido, aunque sea en porcentaje 2% o 3% anual. Sería muy bueno que se mantenga en ese nivel y no decrezca.

D.C.: ¿Cree que el sector tiene potencial para llegar a ser el mayor generador de divisas para el país?

L.G.: De contar con una razonable evolución, parecida a la que tiene el resto del mundo en la economía del conocimiento, se podría prever un crecimiento del 6%-7% anual constante, y eso nos pondría como segundo complejo exportador argentino, pero difícilmente se pueda superar al complejo oleaginoso, por lo menos en la próxima década.

D.C.: ¿Qué lugar ocupa Argentina en el sector de la economía del conocimiento a nivel regional y global?

L.G.: A nivel regional, la Argentina es un principal productor de economía de conocimiento, pero tiene el problema de que está estancada, cuando hay países que crecen a un ritmo muy fuerte, como Uruguay, Perú, Colombia y México. Argentina está perdiendo su posición regional, y ese liderazgo que era muy claro hace 10 años hoy ya no se tiene con tal claridad. Por lo tanto, hay una seria amenaza y hay empresas que se fugan, pero no quiere decir que cierran su operación de Argentina, básicamente concentran su crecimiento fuera del país. Eso es un tema de preocupación muy grande. A nivel global, Argentina pierde share porque la economía del conocimiento, como dije, se expande al 6%-7% anual, y nuestro país no está creciendo, con lo cual año a año perdemos relevancia en el comercio internacional.

D.C.: ¿De qué depende que el sector en Argentina no pierda más relevancia frente a la región y al mundo?

L.G.: Dependerá de qué política pública tengamos. El sector privado ha demostrado que tiene capacidad operativa, habilidad comercial, e innovación. Pero obviamente requiere que haya políticas públicas coherentes para el sector. Eso ocurre en la gran mayoría de los países que desarrollan su economía del conocimiento. Mientras eso no ocurra, difícilmente el sector se expanda más allá de un crecimiento vegetativo. Se debe tratar de que el crecimiento sea por lo menos al ritmo del promedio mundial, cosa que hoy estamos muy lejos de tener.

D.C.: ¿Qué le aporta la economía del conocimiento a la Argentina?

L.G.: La economía del conocimiento le aporta a la economía argentina muchísimas cosas: empleo, salario, base de recaudación fiscal, ingreso de divisas, desarrollo regional, vinculación con la ciencia y tecnología, con las universidades y el sistema educativo. El sector es una enorme locomotora de la sociedad, no sólo de la economía. Por ejemplo, hay dos millones de estudiantes en las universidades argentinas y el destino de trabajo de esos jóvenes es probable que sea principalmente la economía del conocimiento. No se ve a ningún otro sector de la economía nacional que pueda atraer tanto empleo. No sólo en Argentina, en el mundo entero, se reconoce al sector como un gran factor de generación de desarrollo económico y social y por eso las empresas que hacen economía del conocimiento son tentadas a radicarse en países con políticas de atracción de inversiones y de radicación de empleo.