La fórmula de movilidad previsional que consensuó el oficialismo en el Congreso Nacional tiene las siguientes características:
- Ajustes semestrales desde marzo de 2021 (marzo y septiembre).
- La fórmula de movilidad está formada en un 50% por la variación de salarios (RIPTE) y en un 50% por la variación de la recaudación tributaria de ANSES (por beneficiario).
- En marzo de 2021 se aplicarían las variaciones de salarios y recaudación del período julio-diciembre de 2020.
- El aumento resultante por la fórmula anterior tendría un límite dado por la variación de la recaudación total del sistema previsional, por beneficiario.

Comentarios sobre la propuesta oficial:
- La fórmula propuesta resulta compleja en su determinación (especialmente en el componente de la recaudación), lo que dificulta su seguimiento y control, como ya ocurrió con la fórmula vigente entre 2009 y 2017. Las fórmulas de movilidad deberían ser muy simples y fáciles de controlar.

La fórmula adoptada no incluye la inflación en su determinación. En otros países, normalmente la movilidad apunta a mantener el poder adquisitivo de las jubilaciones (inflación), o a mantener una relación con los salarios que la originaron. 

- Sobre 23 países de la OCDE revisados, 15 usan la inflación como factor de movilidad, 3 usan salarios y 5 usan combinación de inflación y salarios. Tres países usan condiciones de sustentabilidad.

El hecho que se apliquen ajustes semestrales implica que ante una inflación alta, y especialmente inflación creciente, los haberes jubilatorios tenderán a deteriorarse entre medio de los ajustes.

Con la fórmula elegida, los haberes jubilatorios tenderán a resultar procíclicos, es decir, a mejorar en términos reales (frente a la inflación) en los períodos de expansión económica, pero a caer en términos reales en los períodos recesivos. Esto es así porque normalmente en el ciclo económico argentino los períodos de auge están asociados a subas de salarios, empleos y cumplimiento tributario, de modo que la recaudación sube más que los salarios, y éstos más que la inflación. Por ende, en las expansiones la suba de haberes se ubicará entre la suba de la recaudación y los salarios, por arriba de la inflación.

- En cambio, en las recesiones (en Argentina típicamente se producen por devaluaciones de la moneda), se generan períodos en los que la inflación supera a la suba de salarios, y éstos aumentan más que la recaudación. Así, con la nueva movilidad los haberes jubilatorios perderían frente a la inflación en estos casos. No hay que perder de vista que, al menos en las últimas décadas, la economía argentina ha sufridos muchos, a veces largos, períodos de recesión, de modo que la fórmula previsional debería “funcionar bien” en estos contextos. No es el caso de la fórmula elegida para el 2021.

- Dado que Argentina cuenta desde el inicio con un déficit previsional importante a nivel nacional, equivalente a 3,1% del PIB en 2019 (cuando sólo se consideran los ingresos genuinos del sistema), y que dicho déficit tenderá a agravarse en el tiempo por motivos demográficos, la nueva fórmula de movilidad sería preferible que apunte a conservar el poder adquisitivo de los haberes jubilatorios en el tiempo (ajustando por IPC), lo cual haría más previsibles los ingresos de los beneficiarios del sistema tanto en expansiones como en recesiones económicas, y tendría la ventaja que en los períodos de expansión, que se supone deberían ser mayoritarios en un país “normal”, el desequilibrio del sistema previsional tendería a bajar, dado que el ritmo de la recaudación superaría al de la inflación.

La fórmula propuesta pareciera apuntar más a un país que no tiene déficit previsional y que no tiene demasiada volatilidad macroeconómica, dos supuestos que no encajan precisamente con las características de la economía argentina de las últimas décadas.

- Al riesgo generado por el ciclo económico, debiera asumirlo el actor menos débil, que en este caso es el Estado. Y no los jubilados. La nueva fórmula no podrá evitar, como ocurrió en 2018-2019, que en un período recesivo pero inflacionario, los haberes jubilatorios bajen en términos reales. Y un sistema previsional debe dar previsibilidad a sus beneficiarios. La fórmula elegida, en períodos recesivos e inflacionarios le pasa el riesgo a los más débiles (los jubilados), y en períodos de expansión generaría subas de haberes por arriba de la inflación, pero sin brindar la posibilidad de mejorar las cuentas financieras de la seguridad social, que como se dijo antes, necesitan mejorar, de lo contrario hay que usar cada vez más recaudación de impuestos para financiar la seguridad social.