El miércoles se conocerá la inflación de agosto para 2022 y consultoras esperan esté en torno del 6,8%, pero el precio de los alimentos superaría por mucho esta cifra. Preocupan algunos alimentos frescos, que subieron hasta 270% en un año. 

Algunas subas son imposibles de pagar para los flacos bolsillos de los asalariados. El azúcar tuvo  una suba del 120% entre agosto de 2021 y 2022. La papa subió más del 114%. En el mismo lapso los huevos subieron más de 100% y la cebolla un 270%. Hacer una tortilla es un artículo de lujo.

Pero más allá de las explicaciones locales, el precio de la comida -y la energía- en el mundo es un problema para todas las naciones y todos los Gobiernos. La guerra en Ucrania parece ser la excusa de todos los economistas. El inglés Michael Roberts afirma que con los precios de los alimentos, los más altos en 70 años, y con la suba de la energía, la humanidad se encamina a una gran recesión que hará que el mundo viva una gigantesca y renovada etapa de escasez. Roberts se centra en el libro de Rupert Russell “Guerra de precios: cómo los mercados de materias primas crearon nuestro mundo caótico”. Russell señala en ese libro que el precio de los alimentos no es un precio más: es decisivo para la historia de la humanidad
Russell afirma que, actualmente, el índice mundial de precios de los alimentos se encuentra en su nivel más alto jamás registrado.

El problema para el Gobierno es que los sectores populares en Argentina, tradicionales votantes del peronismo, gastan el 55% de sus ingresos en alimentos. El precio de la comida no es menor, y Russell nos recuerda que los cereales fueron fundamentales para casi todas los conflictos del mundo. Russell pone como ejemplo lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial. Temiendo la amenaza a sus exportaciones de grano, la Rusia imperial ayudó a provocar ese conflicto global. Russell recuerda en su libro que a medida que avanzaba la primera guerra mundial, los países más poderosos del mundo empezaban a sufrir también la escasez y la suba de precios. Por caso, Alemania también sufría de escasez de pan barato y buscaba apoderarse de la abundante cosecha de Rusia. “Paz, tierra y pan” era el eslogan bolchevique, y el éxito tuvo mucho que ver con el pan y el control de las nuevas rutas de cereales dentro de Rusia. Ahora, la invasión rusa de Ucrania pone en peligro la cosecha de estos dos principales exportadores de cereales.

Cien años después la historia vuelve a repetirse y el desastre es tal que el Reino Unido congela sus tarifas de luz y gas. Francia y España le pusieron precios máximos a los alimentos y en Alemania e Italia los manifestantes salen a la calle para protestar por la inflación. Pero la catástrofe no es para todos por igual: la OCDE señala que en los seis mayores países europeos el impacto de las subas de los precios para el 20% de la población con menos ingresos fue alrededor de un 50% superior que para el 20% más rico.

Lo que la OCDE ve en Europa, en la Argentina se transforma en qué 6 de cada 10 niños no comen correctamente y que cerca del 40% de los argentinos viven en la pobreza. Una muestra de que a diferencia de lo que creía el filósofo, en los países subdesarrollados la tragedia no vuelve nunca como farsa, sino como desgracia.