La cuenta no para de crecer. La cantidad de dólares que los argentinos tienen invertidos en el exterior, o comprados, pero puestos a resguardo fuera del sistema financiero ascendía a los US$ 377.383 millones al término del tercer trimestre de este año.

Así lo informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) a través del su reporte trimestral de Balance de Pagos, en el apartado de “Posición de Inversión Internacional”.

Esta cifra resultó levemente mayor a los US$ 370.377 millones que se registraba entre julio y septiembre del año pasado.

En el informó, el Indec dio cuenta que, los argentinos tienen US$ 44.184 millones puestos en inversión Directa, otros US$ 71.709 millones en Inversión de Cartera, y, la mayor parte, US$ 261.490 millones bajo el rubro “Otra inversión”.

En este último ítem se encuentran los dólares que tienen las personas y que guardan en sus casas o cajas de seguridad.

Hace unos días, Nicolás Gadano, quien fue gerente general del Banco Central durante la gestión de Federico Sturzenegger, destacó que los argentinos “tenemos U$$ 200.000 millones en billetes, el 10% de los dólares en circulación en el mundo, y el 20% de los que están fuera de los Estados Unidos”.

“Tenemos en promedio US$ 4.400 billetes por habitante, frente a US$ 3.083 en los Estados Unidos. Y dicen que nuestro problema es que nos faltan dólares", dijo Gadano a través de twitter.

En medio de este panorama, el gobierno volvió a impulsar una Ley de Blanqueo de Capitales, esta vez de la mano de su ministro de Economía, Sergio Massa, para mejorar las cuentas fiscales.

Ya existen dos leyes similares pero orientadas a que los fondos declarados se utilicen para la realización de obra pública, iniciativas ambas que tuvieron un discreto resultado al haber conseguido poco más de US$ 1.000 millones.

El proyecto de ley que impulsa Massa todavía no entró al Congreso, donde en la Cámara Alta si aprobó otro impulsado por el kirchnerismo, de la mano del senador Oscar Parrilli para la creación del “Fondo Nacional para cancelar la deuda con el Fondo Monetario Internacional”, por unos US$ 44.000 millones, que sería financiado por un porcentaje de los bienes en el exterior que no estén declarados ante el Estado.

El “aporte especial de emergencia”, como explica el documento, llegaría al 20% en caso de hacer el blanqueo de forma voluntaria dentro de los primeros seis meses desde que entre en vigencia la ley y al 35% después de ese plazo.

Desde la ortodoxia apuntan a que un blanqueo es “exitoso”, siempre en términos relativos, porque su origen es dinero sin declarar, cuando existe confianza en el Gobierno, estabilidad económica del país, seguridad jurídica, y una baja imposición para los bienes a ser declarados, como para que la ecuación “costo-beneficio” interese a los potenciales beneficiarios.

De todos modos, se entiende que estas cifras reflejan la falta de confianza del capital de los argentinos en los gobiernos, sean del signo político que sean. Por eso es difícil que esos dólares vuelvan en forma compulsiva a partir de blanqueos o con la creación de un fondo para el pago de la deuda.

La única forma de que ese capital ingrese en el circuito formal será cuando la Argentina tenga las condiciones dadas para atraer la inversión de los mismos argentinos.