Con el fatídico 2020 prácticamente consumado, todas las miradas ya apuntan al próximo año, que estará atravesado por muchos desafíos en materia económica, varios de los cuales se vienen repitiendo sistemáticamente durante las últimas décadas, pero que con la pandemia se han profundizado y constituyen una seria amenaza para lo que viene.

Al igual que la mayoría de los países en el mundo, el reto general en Argentina será comenzar a recuperar buena parte de mucho de lo retrocedido en términos de actividad económica, a partir del retorno a la (nueva) normalidad, una vez que las vacunas contra el Covid-19 alcancen a la mayor parte de la población. Mientras que, al mismo tiempo, será vital encontrar la forma de cómo ir desarmando los inéditos paquetes fiscales y monetarios desplegados este año para hacer frente al cierre de las economías.

Más allá de esto, Argentina tendrá nuevamente una agenda propia, debido a la compleja situación que transita la economía, sumida en una extensa y profunda recesión -con alta inflación- que en breve cumplirá tres años.  Bajo este escenario, Data Clave enumeró y analizó, junto a especialistas, algunos de los principales desafíos que nuestro país deberá enfrentar, o al menos empezar a encarar, en 2021.

Acordar un nuevo programa con el FMI

Tras reestructurar la deuda con inversores privados, Argentina deberá renegociar ahora unos u$s 45.000 millones con su principal acreedor: el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se trata de los desembolsos efectuados entre 2018 y 2019 por el acuerdo Stand By (el total era u$s 57.000 millones) durante la administración macrista. Tal como lo revelara hace unas semanas el Ministro de Economía, Martín Guzmán, el Gobierno comenzó a negociar un acuerdo del tipo “facilidades extendidas” (Extended Fund Facility -EFF), que suele ser de larga duración, con vencimientos más amplios, y reembolsos que se ubican entre 4 y 10 años, a cambio de ciertas reformas de fondo. 

“Al alivio en la carga de vencimientos que este tipo de negociación conlleva, un EFF podría colaborar para ´ordenar´ la economía y reducir las dosis de cortoplacismo de Argentina. De hecho, el FMI podría cooperar para dar forma a un plan económico que sirva de guía para las decisiones públicas y privadas para el mediano plazo en un marco de menor incertidumbre”, resalta Nery Persichini, jefe de Estrategia de GMA Capital.

En la misma línea, analistas de Consultatio señalan que “el programa con el FMI es el eje rector de todos los retos del año que viene, porque brinda la posibilidad de atacar todo el resto de los desafíos de una manera ordenada y coherente”. En ese sentido, creen que “lo que más importa es el cuándo: la situación macro no se puede dar el lujo de que la negociación se extienda demasiado. Lo ideal es que se termine cerrando en enero o, a más tardar, en febrero. Abril constituye un deadline claro, dado que el Gobierno debería refinanciar los vencimientos por u$s 2.100 millones con el Club de París de mayo, y solo será posible si hay un acuerdo con el Fondo”. Pero también es muy relevante el cómo: “El programa con el Fondo le imprimirá cierta dosis de racionalidad macro a Argentina y eso, en sí mismo, ya es una buena noticia. La necesidad de poner literalmente en papel los pasos a seguir del programa macro también tendrá efectos positivos desde el punto de vista de la comunicación de la política económica, y podría solucionar uno de los principales problemas: las distintas visiones de la economía que predominan dentro de la coalición gobernante”, agregan desde Consultatio.

Evitar que la inflación se acelere

La amenaza de una aceleración de la inflación es tal vez el mayor de los problemas que deberá afrontar el gobierno el año que viene. Para el consenso de los analistas, según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que elabora el BCRA, en 2021 el índice de precios rondará el 50%, lo que implica unos 20 puntos porcentuales por sobre las proyecciones oficiales, incluidas en el Presupuesto para el año próximo (29%). “Existe un riesgo de que la inflación se acelere dada la enorme cantidad de precios congelados que comenzarán a ajustarse, al igual que los salarios, que aguardan las paritarias 2021 para recuperar gran parte de lo perdido este año”, afirma Lorena Giorgio, economista principal de Econviews. “La frágil demanda de pesos y la necesidad de cubrir financiamiento del Tesoro con emisión monetaria alimentan los riesgos en materia inflacionaria”, añade.

Desde Consultatio, por su parte, advierten que “la relación entre la evolución de los precios minoristas y los mayoristas pone de manifiesto que hay una `inflación bajo la alfombra` muy importante y que se deberá ir recomponiendo a medida que la economía logre recuperarse”. “Los aumentos tarifarios programados, una posible devaluación del tipo de cambio, el exceso de pesos y una mayor caída en la demanda de dinero son factores que indicarían que la inflación regresaría como una fiera difícil de domar. En este marco, el reacomodamiento de precios relativos sin generar un fuerte impacto inflacionario es tan necesario como complejo”, sentencia Persichini.

Empezar a corregir el desequilibrio fiscal

Otro punto de tensión estará en las cuentas fiscales. El 2020 finalizaría con un déficit primario en torno a 8% del PBI (peor registro desde los años `80), tras haber efectuado un gasto de emergencia por la crisis que sumó más de 3,5 puntos a lo estipulado originalmente. Sin acceso al financiamiento externo y con un mercado de capitales doméstico muy reducido, la emisión monetaria deberá financiar gran parte del déficit en 2021, que además será un año electoral, con todo lo que ello implica. “Por un lado, es indispensable eliminar el gasto extraordinario por la pandemia y evitar que se vuelva permanente, dado que por el lado de los ingresos no queda claro que se pueda evidenciar el repunte de la actividad, que en primera parte se va a dar en la economía. Por el otro, será clave empezar a dar señales desde la economía, con una hoja de ruta sostenible en el mediano plazo, y también desde lo político, con reglas de juego claras. Para lo primero, es fundamental cerrar un acuerdo con el FMI lo antes posible. Sólo de esta manera se puede empezar a pensar en bajar el riesgo país y capitalizar el exitoso canje de deuda en moneda extranjera con el retorno a los mercados de crédito internacionales”, remarca Giorgio.

Asimismo, dicen en Consultatio que “el desafío no termina en no gastar de más, sino en consolidar más allá de lo que se prometió en el presupuesto. Para eso se requerirá creatividad y ´muñeca política´ para recortar gasto en otras áreas. Resulta clave que se contengan los subsidios, pero también vemos espacio para recortar gasto de capital (puede ser un punto de discusión con el FMI) o transferencias a provincias (punto de discusión con Gobernadores)”.

Bajar la brecha cambiaria y recomponer reservas

En el último mes, el Gobierno ha logrado bajar la brecha significativamente desde los niveles de 150% hasta un 80%. Si bien es una muy buena noticia, también hay que tener muy presente que está muy lejos de representar un nivel de brecha “sostenible”. La principal herramienta que ha utilizado el Gobierno para bajar la brecha fue la venta de bonos por parte del BCRA y la ANSES, que “muy probablemente quede vedada en el acuerdo con el FMI, en nuestra opinión, por eso, será clave ver cómo reacciona”, alertan desde Consultario. Así, el desafío relativo a la brecha es cómo bajarla: “¿por abajo o por arriba?” “Bajarla ´por arriba´ requeriría un programa macro mucho más contundente, con metas fiscales y monetarias bastante más estrictas que las que estamos pensando. Pero eso acarrearía mayores costos políticos en un año electoral y, además, no queda tan claro que el contado con liquidación baje tan rápido. Bajarla ´por abajo´ con un salto discreto del tipo de cambio tampoco parece ser una opción: en estos niveles se necesita una devaluación de más del 25% para poner la brecha debajo del 40%, y ese salto podría constituir un fogonazo inflacionario en un momento en el cual la inflación ya se está acelerando”, estima Consultatio.

En consecuencia, lo más lógico sería lograr una combinación de ambas: un programa macro que contenga el tipo de cambio libre en los niveles actuales ($140-$148), en conjunto con algún esfuerzo por cerrarla “desde abajo”. Con un “saltito” de 12,5% del tipo de cambio y luego una disminución del crawling-peg (devaluación diaria controlada) a solo el 3% mensual, la brecha llegaría a niveles sostenibles en marzo, proyectan en el mercado.

En este contexto, será muy importante que el BCRA comience a recomponer sus alicaídas reservas, que sufren en el año una disminución de u$s 6.000 millones (a u$s 38.750 millones brutos), y actualmente se encuentran en términos netos debajo de los u$s 4.000 millones (representan no más de un tercio del volumen previo a la pandemia). Las intervenciones del Central para evitar un mayor deslizamiento cambiario no fueron gratuitas. Entre septiembre y octubre debió desprenderse de u$s 2.500 millones para calmar la demanda, y en noviembre, a pesar del estricto cepo, se vendieron unos u$s 350 millones. “Actualmente la estabilidad depende de grandes restricciones. El objetivo de recomponer la confianza es clave para asegurar la demanda por la moneda local y engrosar las compras de dólares comerciales”, indica el jefe de Estrategia de GMA Capital.

Lograr un crecimiento genuino

Una de las grandes batallas del 2021 será retomar el sendero de crecimiento económico. Esta lucha será, indudablemente, más compleja para la Argentina que para el resto de la región ya que más allá de la actual crisis, se trata de un país que hace 10 años no logra crecer sostenidamente. Si bien las cifras seguramente mostrarán una suba del PBI por encima al 5% en 2021, la mayor parte será gracias al arrastre estadístico que va a dejar este año (se prevé una caída en torno al 12%). Así, aún con un rebote en torno al 5% para 2021, el PBI argentino estaría un 7,5% por debajo del nivel de 2019. “Los sectores que se beneficien del gasto electoral y la brecha cambiaria serán los que exhibirán las mejores performances.

Pero con importaciones restringidas, varios sectores encontrarán dificultades para hacerse de los insumos necesarios para la producción, mientras que otros tantos sufrirán del casi inexistente financiamiento para grandes proyectos de inversión. Además, las cuestiones climáticas están amenazando con afectar la cosecha, y otro riesgo viene de la mano de una segunda ola de contagios de Covid-19”, analiza la economista principal de Econviews. Por su parte, desde Consultatio subrayan que “la dinámica de los precios de los bonos post reestructuración nos dicen que el problema macro no es financiero, sino económico. El problema es la incapacidad de crecer: el PBI per cápita de Argentina se expandió tan solo 5% en los últimos 40 años, muchísimo menos que el resto de los países de Sudamérica (la región en promedio creció +27%), con la única excepción de Venezuela (-74%)”. Por lo pronto, “es importante que Argentina aproveche el programa EFF con el FMI para hacer reformas que le permitan crecer en el mediano plazo”, añaden.

Por último, vale recordar que uno de los principales drivers de la actividad económica es la inversión. “Esta no solo impulsa la demanda agregada, sino que es el único flujo con la capacidad de aumentar el stock de capital y expandir la oferta agregada. Sin embargo, lejos de presentar buenas métricas, la inversión fue el componente de la demanda que más se vio afectado por la pandemia. Solo en el segundo trimestre se redujo un 38,4% de forma interanual. De esta forma, su desempeño fue el peor en más de 5 años”, calcula Persichini. Esto se agrava si tenemos en cuenta que ya de por sí la Argentina tiene un nivel bajo inversión sobre PIB.

En la economía local este valor no supera el 14% del producto, y este año este porcentaje perforó el 10%. Para ponerlo en perspectiva, se asemeja a los niveles de inversión del año 2002. “El planteo de la inversión es todo un desafío no solo para 2021 sino para el mediano plazo. La reducción de la pobreza demanda crecimiento sostenido y no hay forma de generarlo sin inversión. Según un cálculo privado, habría que crecer al 4,5% durante 20 años para que la pobreza bajara a un dígito. Estamos partiendo de un nivel inferior a ese, lo cual demandará más tiempo y mayor tasa de crecimiento”, concluye el economista de GMA Capital.