Hoy el mercado “está sumido en una desconfianza total”, frente a una agenda oficial “totalmente defensiva, y sin un balizamiento claro del rumbo económico”. El diagnóstico crudo pertenece al economista Rodrigo Álvarez, CEO de Analytica Consultora, que en una entrevista con Data Clave advirtió por los efectos de la actual tensión financiera y cambiaria sobre las proyecciones económicas para 2021. “Hoy pensar en un escenario de inflación del 29% para 2021 es muy optimista”, avisa.

El economista bahiense, recibido en la UBA, también plantea la necesidad de ajustar la tasa en pesos para intentar atenuar la demanda de dólares: “No podemos tener una tasa de interés que esté en el orden del 30% para los depósitos (de más de un millón de pesos), cuando las expectativas de inflación alcanzan el 50% para los próximos 12 meses”, a días de que el presidente Alberto Fernández instara a los argentinos a “acostumbrarse a ahorrar en pesos”.

Álvarez aclara, de todos modos, que para revertir la situación no alcanza solo con una suba de la tasa: “Debe haber un giro de 180 grados en la estrategia defensiva que encaró el Gobierno. El mercado y la sociedad esperan saber cuál es la salida y cómo se llega a ella. Estas definiciones no están llegando y eso genera mucha crispación”.

Data Clave: ¿Cómo describiría el actual momento del país y en particular de la economía argentina?

Rodrigo Álvarez: Septiembre era un mes bisagra para pensar la Argentina de los próximos tres años. El Gobierno venía construyendo, no sin dificultades, un camino racional después del acuerdo de la deuda y la carta con el FMI para iniciar negociaciones, señalando la importancia de la coordinación de la política fiscal y monetaria. Todos sabíamos que existía un doble comando en economía. Pero la decisión fue darle lugar, a mi juicio, al conductor equivocado. El camino que se eligió de restringir el acceso a los dólares, y sobre todo afectar a la deuda corporativa, es lo que definió muy bien el Martín Guzmán: “aguantar”. A su vez, se devaluó la palabra del Ministro de Economía, lo que potenció las dudas sobre el futuro. Y en la misma semana, una herramienta que iba a ser de consolidación, como lo es el Presupuesto, terminó completamente diluida, junto con las 60 medidas que había planteado el Gobierno para poner en marcha la economía. Creo que estamos en una agenda totalmente defensiva, y sin un balizamiento claro del rumbo económico, que indique cómo se va a salir de esta situación.

D.C.: Y entonces, ¿cuál cree que es la salida ante la actual crisis de confianza, sobre todo en el frente cambiario?

R.A.: Ninguna medida aislada resuelve este escenario de inestabilidad. El camino que eligió el Gobierno va a contramano de lo que se venía construyendo. En un escenario donde el Banco Central emitió para financiar el impacto de la cuarentena sobre las empresas y las familias, es necesario que toda esa liquidez en circulación sea absorbida. El camino de la represión de la demanda de dólares sabemos que no tiene un resultado feliz. Hoy el mercado está sumido en una desconfianza total, ya que se decidió ir en contra de una estrategia de normalización. El BCRA puede utilizar herramientas de encajes, y también tiene la posibilidad de intervenir con títulos públicos para bajar un poco la brecha. Se debe empezar a delinear un conjunto de políticas de corte mucho más ortodoxo. No podemos tener una tasa de interés que esté en el orden del 30% para los depósitos (de más de un millón de pesos), cuando las expectativas de inflación alcanzan el 50% para los próximos 12 meses.

D.C.: Justo hace unos días el presidente Fernández pidió a los argentinos "acostumbrarse a ahorrar en pesos”, ¿qué opina al respecto?

R.A.: Si queremos que la gente ahorre en pesos, tenemos que darle un incentivo racional para que lo haga, porque los argentinos a la hora de invertir y ahorrar somos bastante lógicos y racionales. Hoy veo un problema de tasa de interés. Pero tampoco creo que esto se resuelva solo subiendo la tasa. El golpe de timón tiene que ser comunicacional. Y debe haber un giro de 180 grados en la estrategia que encaró el Gobierno. El mercado y la sociedad esperan saber cuál es la salida y cómo se llega a ella. Estas definiciones no están llegando y eso genera mucha crispación.

D.C.: Estimo entonces que el número de inflación proyectado en el Presupuesto 2021 hizo ruido. ¿Qué otras proyecciones no convencieron al mercado?

R.A.Los números del Presupuesto a priori parecían bastante lógicos en el marco de una coordinación de política económica, como pregonaba Guzmán. Pero en la práctica eso no ocurrió. Hoy pensar un escenario de inflación del 29% para 2021 es muy optimista, sencillamente porque después de lo que pasó en estos días con el dólar, ya se están produciendo movimientos de precios, sobre todo en los mayoristas. Va a ser muy difícil corregir esto sin un movimiento del tipo de cambio. Con la brecha ampliándose, el mercado está descontando esa dinámica. El segundo aspecto tiene que ver con el rebote de la economía. Sin estabilización, no hay un crecimiento posible y lo que no está resolviendo este Presupuesto es cómo se estabiliza la economía en el corto plazo. Así, el número de crecimiento del 5,5%, que parecía lógico, ahora puede estar bajo revisión. Respecto al dólar, uno puede pensar en la estrategia de “aguantar”, pero veo difícil que en octubre no se sigan perdiendo reservas, tanto por salida de depósitos, como por la compra de dólar ahorro. El Gobierno plantea que se tienen que cerrar los grifos de la salida de dólares hasta que las exportaciones alcancen los 90 mil millones de dólares. Sabemos que cuando se frena la salida de divisas, el ingreso de dólares también se frena. Otro dato que llama la atención es que el grueso del ajuste pasa por un recorte de los “gastos Covid”, es decir, en el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) y en el ATP (Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción), cuando hay 4 millones menos de empleados en el segundo trimestre, más allá de que una parte seguramente se recuperará, pero aún no está claro. Y sobre todo la duda es cuál será el impacto en los sectores informales. Por otro lado, el esquema de financiamiento parecía lógico en un marco de estabilización nominal de la economía y ahora no está claro. Toda la tensión de septiembre lo que hace es crear otra trayectoria para la economía para 2021.

D.C.: Respecto a lo que viene, ¿cuáles son los sectores que liderarán el rebote de la economía en 2021?

 R.A.La crisis actual afectó fundamentalmente al mercado de servicios, más que al de bienes. Y le pegó al corazón del mercado interno. Creo que los sectores que pueden dinamizar el rebote económico son la construcción, el agro y el energético. El Gobierno le está poniendo una ficha a la obra pública, pero lo que dinamiza verdaderamente a la economía es la construcción privada. Ahí dependerá de que se generen incentivos para que los argentinos vendan dólares y construyan en pesos, aprovechando el bajo costo en dólares. Pero si no se estabiliza la economía es difícil pensar que alguien quiera hoy vender dólares. Es un sector clave que dinamiza, y que genera puestos de trabajo. En segundo lugar, destaco al agro, en un mundo donde los precios de los commodities suben, y el dólar se debilita. Hay que lograr que los exportadores quieran liquidar la cosecha. Para eso deben sentir que lo están haciendo a un tipo de cambio lógico y que hay una alternativa en pesos para colocar el excedente producido. Hoy el productor siente que la mejor alternativa es tener el grano en el silo bolsa. En el sector energético, Vaca Muerta va a empezar a traccionar en la medida en que se terminen de delinear los incentivos que espera el sector. Pero ninguna reactivación sectorial es lo suficientemente fuerte si el mercado interno no se estabiliza.

D.C.: ¿Para cuándo espera que se sienta en la calle una mejora de la situación económica? ¿Será una vez que llegue la vacuna, antes o después?

R.A.: No soy psicólogo, pero claramente si aparece la vacuna y la sociedad recupera los niveles de movilidad anteriores va haber una “primavera”. Desde el punto de vista macroeconómico una recuperación de 5% después de una caída histórica y un desplome del salario real como el que tuvimos este año, no generará una percepción de cambio sustancial de alivio. Las secuelas de la cuarentena y la pandemia van a ser muy profundas como para pensar en un proceso de recuperación o rebote rápido. Hubo destrucción de riqueza, cierre de empresas, aumento del endeudamiento por parte de las familias, pérdida de empleo, etc. Y a esto hay que sumarle los errores no forzados de la política económica que debilitan aún más las expectativas de recuperación. Este contexto hace pensar que no se va a reactivar el consumo rápidamente por más que los niveles de movilidad vuelvan. Todo va a ser muy complicado.

D.C.: ¿Considera que están dadas las condiciones de que exista un viento de cola externo, tal como lo hubo en la primera década del siglo XXI?

R.A.: Creo que hay un viento de cola ya que las tasas de interés en el mundo van a estar bajas y eso, en un contexto de estabilidad, habilita el financiamiento corporativo. Pero la decisión de obligar empresas a refinanciar el 60% de su deuda financiera genera dudas respecto sobre qué tan apetecible será para los inversores poner fichas en la Argentina. En un contexto que podría ser sumamente favorable, se generaron ruidos demasiado grandes. Respecto al precio de los commodities no tengo dudas de que precio van a ayudar, pero este elemento por sí solo no es suficiente para pensar en un escenario de recuperación y crecimiento a tasas. A principios del Siglo XXI la soja tuvo un salto bastante importante y el gobierno rápidamente pudo alcanzar un superávit primario. En ese momento había una mejor coordinación de la política económica a partir de un ministro fuerte que ordenaba y contenía las expectativas. Además, el sector público era mucho más chico, actualmente la mochila para el sector privado es mucho más grande. Hoy el Presupuesto está a un punto de una presión fiscal récord a nivel nacional. En aquel momento veníamos de una década con estabilidad de precios, con lo cual los mecanismos de indexación estaban todavía no tan desconectados. Hoy el argentino sobrerreacciona, sabe lo que es el cepo, conoce las circunstancias, por lo que la menor señal de inconsistencia, automáticamente termina impactando en precios, y castiga el proceso de recuperación. En síntesis, hoy la Argentina no se está poniendo en línea para recibir adecuadamente ese viento de cola.