Los técnicos del Fondo que monitorean la Argentina se quedaron callados. Y es que el anuncio de que la Argentina subiría las tarifas un 20% en 2022 realizado a través de un hilo de twitter por el secretario de Energía, Darío Martínez los dejó descolocados. Una semana antes, habían hablado con el ministro de Economía, Martín Guzman y la idea conversada era de un incremento del 30% para los cuadros tarifarios de electricidad y gas. 

En los hechos, el tope del 20% les pareció poco, sobre todo cuando la mayoría de los economistas proyectan una inflación del 50% para este año. Y más aún de acuerdo a los números que manejan en el Fondo, donde señalan que el precio del GNL estará en torno a 20 dólares, de manera que con un tope del 20%, el aumento de tarifas llevaría los subsidios a la energía unos 14.000 millones de dólares. Es decir, casi 4000 millones de dólares más de lo que recomienda el FMI.

“La corrección tarifaria será del 20% en las facturas de energía eléctrica y gas para la generalidad de los usuarios. En nuestro gobierno las correcciones tarifarias siempre serán menores que los aumentos de los salarios de las y los trabajadores, de las jubilaciones, de la AUH y las asignaciones familiares”, aclaraba Martínez a través de las redes, desalentando aún más a los economistas del Fondo, que reclaman un ajuste sobre los subsidios.  

Pero a pesar del baldazo de agua fría, no todas son malas noticias para los burócratas de Kristalina Georgieva. En rigor, de verdad, los subsidios vienen bajando lentamente. De hecho el gasto en subsidios económicos (tarifas) aumentó en 1,6 pp en los últimos dos años, aunque sigue por debajo de los guarismos de 2015, algo que reclamaban, y fuertemente, desde Washington, a pesar de la pandemia del Covid 19.

En realidad,a nadie escapa en el organismo que la pelea política que enfrenta el gobierno puertas adentro es, justamente, sobre los subsidios. El “cristinismo” cree que hasta que la Argentina no se  recupere  totalmente de la pandemia, sostener  tarifas de los servicios públicos pisadas es una forma de salario complementario en un país que en los últimos seis añps -macrismo y pandemia mediante- ha tenido una caída del salario real promedio del 25%.

En el “albertismo” piensan que hay que empezar a subir tarifas por dos razones: una para acordar con el FMI y la otra para que no ocurra lo que pasó durante 2011-2015, cuando las perdida de dólares por las tarifas subsidiadas agujereo las arcas del BCRA. La disputa en el gobierno, igual que durante la “guerra fría”, se da a través de terceros: en este caso entre el ministro de Economía y el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, a quien el propio Guzmán intentó desplazar sin éxito a comienzos de este año. 

Pero las huestes de Georgieva parecen estar cada vez más cansados de las peleas intra-peronistas de unidad básica y piden que se apuren los cinco puntos que hablaron con oficialismo y oposición: acordar para volver a tener crédito internacional; tratar de contener la inflación con un programa a mediano plazo; reducir el déficit fiscal; acelerar el Ingreso de dólares por la explotación de recursos naturales y devaluar, cerrar la brecha cambiaria y mantener el cepo.

El problema es que el cumplimiento de muchos de esos puntos frenaría el crecimiento de la economía haciendo trastabillar la meta del 4 para 2022, que es lo que espera el kirchnerismo que ocurra. En particular CFK suele decirle a muchos de sus hombres de confianza que si el país creció durante su gobierno y el de Néstor Kirchner, es porque fue a contramano del consenso de Washington y el FMI. “La Argentina pudo crecer en un escenario de default y reestructuración de la deuda y sin financiamiento externo de la economía” afirman que señala la vicepresidenta a sus allegados.

Las dudas empezarán a despejarse este miércoles, cuando el ministro de Economía dé a conocer el estado de las gestiones ante el Fondo Monetario Internacional frente a gobernadores, sindicalistas y empresarios. Y que será transmitido por los medios. Este lunes Guzman se reunirá con los periodistas acreditados en el palacio de Hacienda, en un “off” que busca tranquilizar el frente interno. El cual, increíble pero real, parece estar trayendo más problemas a la Casa Rosada, que el externo, donde los técnicos del Fondo parecen haber optado por el famoso “esperar y ver”.