El año económico que termina la semana próxima no comenzó el primero de enero, sino el 17 de diciembre del 2021, cuando el Frente de Todos, y más precisamente el kirchnerismo, hizo naufragar las negociaciones que llevaba adelante Sergio Massa, para aprobar en Diputados el proyecto de Ley de Presupuesto.

Luego de la derrota electoral de las legislativas de noviembre del 2021, y en menos de dos semanas, el oficialismo intentaba que se aprobara la “Ley de leyes” que entre otras cosas planteaba un escenario con una inflación del 35%.

“Aprendan a escuchar” fue la frase que una y otra vez les espetaba el presidente del bloque del Frente de Todos a los opositores. El nivel de discusión fue tan burdo, que ni el Interbloque Federal apoyó el intento para aprobarlo.

Pero fue desde la derrota electoral que los “pases de factura” al interior del gobierno, y la parálisis para la toma de decisiones se hizo cada vez más patente.

Guzmán había logrado con cierto éxito renegociar la deuda con los acreedores privados, pero eso no hacía llegar capital del exterior. Mientras tanto, la fecha de sentarse a discutir el refinanciamiento de los US$ 44.000 millones prestados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) se acercaba día tras día.

Llegó febrero llegó y Guzmán presentó un proyecto de Ley para ser aprobado por el Congreso, por el cual, el Gobierno se comprometía a bajar el déficit fiscal del 3,1$ del PBI en el 2021, al 2,5% este año, y al 1,9% en el próximo.

De manera paralela, recortaba la asistencia del Banco Central al Tesoro, reducía la emisión monetaria, y debía incrementar las reservas, con vistas a poder comenzar a pagar la deuda en los años subsiguientes, ya que el FMI le prestaría dinero para “refinanciar” la deuda.

Allí la interna voló en mil pedazos. Máximo Kirchner renunció a la presidencia de la bancada del FdT y el kirchnerismo votó en contra del acuerdo que su propio gobierno había trazado. Claro que todo era una puesta en escena. Con el voto de Juntos por el Cambio, y algunos provinciales, el acuerdo se aprobaba.

Incluso la senadora por Chaco, María Inés Pilatti Vergara reconoció que “si yo hubiera sabido que mi voto iba a ser decisivo, y que de mi dependía que el default se produjera obviamente que no hubiera votado negativamente”.

Ya la inflación tenía un “piso” del 5% y las perspectivas no eran alentadoras. El acuerdo con el FMI preveía un aumento de tarifas para reducir los subsidios que aporta el Estado, y con él, el déficit fiscal. Eran manifiestas las diferencias entre Guzmán y toda el parea de Energía.

Todas estas tensiones explotaron a finales de mayo, cuando Antonio Pronsato, renunció a la titularidad de la unidad ejecutora a cargo del proyecto del Gasoducto Néstor Kirchner.

Pronsato explicó que el proyecto comenzó a ralentizarse “después de Semana Santa” cuando “todas las decisiones, una detrás de la otra, no se tomaban. No me contestaban. Ojalá me hubieran dicho ‘es por esto o por esto otro’, pero era peor, me decían sí, sí, sí, y después las cosas no ocurrían”.

El escándalo trepaba como trepaba la inflación. En marzo, luego de un “pico del 6,7%, “bajó” al 6% en abril, y al 5,1% en mayo.

Cristina Fernández de Kirchner salió de su ostracismo para criticar las supuestas maniobras que beneficiaron al Grupo Techint en la provisión del laminado de acero para hacer el caño.

Fue así que a comienzos de junio, le pidió al presidente la renuncia del entonces ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Este señaló en su carta de despedida que: “Una vez más, los avances fueron lentos, signados por un internismo exasperante dentro del propio equipo de la Secretaría de Energía, es decir, internismo dentro del internismo".

Daniel Scioli dejó la embajada argentina en Brasil para ocupar ese cargo. El ambiente se caldeaba y las cosas no mejoraba. Guzmán ahora se quedaba solo.

Fue a fines de ese mes, que le pidió a Fernández que le traspase el control de la secretaría de Energía. El mandatario no le atendió el teléfono. Las crónicas de esos días decían que estaba en un asado.

Guzmán no quiso verse “expulsado” como Kulfas. El sábado 2 de julio, cuando Cristina estaba haciendo un acto público, presentó, en horas de la tarde, su renuncia.

Es fin de semana fue un tembladeral. Decenas de especulaciones surgieron. El domingo “fuentes oficiales”, de las muchas que hay, hablaban de un nuevo gabinete, con Sergio Massa en reemplazo de Juan Manzur, Martín Redrado en Economía, y más cambios.

Pero a última hora del domingo, el gobierno anunció la asunción de Silvina Batakis, quien acompañara a Scioli en la gestión de la provincia de Buenos Aires, al frente del Palacio de Hacienda.

Batakis llamó a hacer un fuerte ajuste fiscal, terminar con el ingreso de empleados al Estado, incluso a endurecer aún más el cepo ya que los dólares son para la produccióny no para los que viajan.

Lo cierto es que ese mes el dólar llegó a $ 350, la inflación trepó al 7,4%, las exportaciones se paralizaron y las importaciones también. Un mes duró la gestión de Batakis. Con los pies en la punta del precipicio Fernández aceptó entonces que Massa asumiera, pero solo el ministerio de Economía, si bien el tigrense se aseguró el manejo también de las secretarías de Energía, Desarrollo Productivo, y Agricultura y Ganadería.

Con una mezcla de funcionarios y ex colaboradores de Roberto Lavagna, Massa tomó el control de la economía y logró un éxito inmediato: logró postergar para el año próximo vencimientos pro dos billones de pesos que operaban en septiembre y octubre.

Generó variasdevaluaciones sectoriales” como el Dólar Soja, o un tipo de cambio diferencial para otros sectores, como el proveedor de servicios informáticos.

Mientras Batakis era fotografiada en Nueva York haciendo fila para comprar el último I-Phone, Massa llevó adelante un ajuste fiscal aún mayor que el que había prometido Guzmán.

El último documento elaborado por la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), que estimó que ese gasto primario se retrajo 27,7% interanual en noviembre. Resultó así la mayor caída en cinco meses, desde que Massa reemplazara a Batakis y diera vuelta los números de Guzmán.

Desde el IARAF apuntaron a que “los recortes reales por arriba del promedio recayeron en sobre déficit operativo de empresas públicas, subsidios a la energía, transferencias corrientes a provincias, jubilaciones, subsidios al transporte, transferencias a universidades”.

Con un crecimiento del PBI del 5% “y en descenso” y en medio de este panorama, la última medición dio cuenta que la desocupación bajó en el tercer trimestre al 7,1% desde el 8,2% de igual periodo del 2021. Sin embargo, el Índice de desempleo de julio septiembre estuvo por encima del 6,9% de mayo junio.

Esta mejora obedeció al crecimiento del trabajo precarizado. De hecho, las personas asalariadas sin descuento jubilatorio pasaron al 37,4% en esta última medición, desde el 33,1%, informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos.

Y además, el 70% de los asalariados ganaban en septiembre menos de $ 90.000. Por cuestiones estadísticas, quienes ganan más de $ 200.000 forman parte del 10% más rico de la población.

Hasta noviembre, la inflación interanual era del 92,4% y se espera que alcance al 95 para todo el 2022.

“Lo mejor que puede pasar el año que viene, que es sea un año bobo, que no pase nada”, dijo el economista Juan Carlos de Pablo, y explicó que “el último año de gobierno siempre es difícil. Un presidente sin poder, la vicepresidente pensando en sus causas judiciales. La realidad será esta o peor”.