El Gobierno propuso un calendario de ciclo lectivo 2021 con vuelta a la presencialidad a partir de esquemas mixtos donde se pueda combinar las clases en burbujas y con protocolos con algunos contenidos de forma virtual, para reducir riesgos pero retomar el dictado de clases en las aulas.

Sin embargo, referentes de la oposición consideran que las barreras tienen que ver con una discusión de carácter sindical y no educativa, mientras organismos internacionales como UNICEF y la Organización Mundial de la Salud exhortan a las autoridades a garantizar la apertura de las escuelas. 

Al respecto, Data Clave dialogó mano a mano con Adolfo Rubinstein. El ex titular de la cartera sanitaria durante la gestión de Mauricio Macri respondió sobre los riesgos que conlleva y sobre cómo puede ser el regreso paulatino de acuerdo al "contexto epidemiológico" donde estén situados los colegios.

Con críticas al oficialismo, manifestó su posición: dijo que tener los establecimientos educativos cerrados "es una barbaridad" y que en una situación sanitaria como la que se vive, "la escuela tiene que ser lo último que se cierra y lo primero que se abre". 

LA ENTREVISTA COMPLETA: 

Data Clave: ¿Considera que las clases presenciales van a empezar en tiempo y forma en el país?

Adolfo Rubinstein: Entiendo que sí. Hay un cronograma de comienzo en la Ciudad de Buenos Aires el 17 de febrero y entiendo que en la mayoría de las provincias en marzo. Creo que ya no hay ningún tipo de justificación ni epidemiológica ni sanitaria para no comenzar con las clases presenciales. Lo que sucedió en la Argentina es bochornoso y no pasó prácticamente en ningún país del mundo. Esto suena casi contraintuitivo. Algunos preguntaban: ¿Cómo puede ser que se hayan cerrado las escuelas cuando prácticamente no había casos o había muy pocos casos y ahora se están abriendo cuando tenemos un rebrote fuerte de 9 mil, 10 mil y 11 mil contagios diarios en promedio? La realidad es que nunca debieron haber cerrado las escuelas.

DC: ¿Qué riesgos sanitarios conlleva la vuelta a la presencialidad?

AR: Existe una infinidad de protocolos y evidencia científica y empírica de que los chicos contagian muchísimo menos que los adultos. Prácticamente no contagian. Que las escuelas no son focos de contagio y que cuando los chicos se contagian se contagian por adultos. Y que la realidad es que si las escuelas se cierran es por lo que ocurre en el contexto epidemiológico del lugar donde están situadas. No es porque la escuela es un foco de contagios, sino por foco de circulación viral y habitualmente se cierran por períodos muy cortos. Lo que nunca ocurrió es que se pierda absolutamente todo el año lectivo. ¿Existe riesgo de tener un brote en una escuela y que esta tenga que cerrar? Claro que existe, pero tiene que cerrarse por un corto período de tiempo.

DC: ¿Qué riesgos conlleva seguir con clases sin presencialidad?

AR: Lo que está pasando en nuestro país. Se estima que más de 1 millón y medio de chicos tal vez deserten. Que no vuelvan a tener contacto con el sistema educativo. Sabemos que más del 40% de los chicos tuvieron un contacto muy débil con el sistema educativo a lo largo del año y particularmente los chicos más pobres, los que vienen de hogares con menos recursos que no solo tienen un tema de conectividad, sino también del lugar apropiado para poder estudiar, para poder aprender. Todo esto ha hecho que la brecha educativa se ensanchara enormemente. El riesgo es la pérdida de desarrollo de capital humano que va a condicionar al país, al desarrollo social y económico de nuestro país a lo largo de las próximas décadas si no tomamos las riendas rápidamente. Ha sido una barbaridad que las escuelas hayan sido cerradas.

DC: ¿Cómo está la Argentina respecto de otros países en términos de clases presenciales?

AR: Como te decía, en ningún otro país del mundo ha tenido una pérdida total del año lectivo. Colombia tuvo muchísimo, pero como en la Argentina en ningún país. Es algo que UNICEF, la Organización Mundial de la Salud, todos los organismos internacionales, todos los gobiernos de los países desarrollados han dicho que es una barbaridad cerrar las escuelas. Por el riesgo, por el daño social que producen. Ni que hablar en la Argentina.

DC: ¿Cuáles cree que son las principales barreras para que todavía haya dudas sobre el inicio del ciclo lectivo?

AR: Básicamente tiene que ver con cuestiones políticas y sindicales. El Gobierno es rehén de los sindicatos docentes que están imponiendo condiciones que son absurdas. Y digo absurdas porque, entonces, ¿cómo se puede justificar que los trabajadores de la salud, los médicos, los enfermeros que están trabajando en la primera línea de fuego hayan estado expuestos, que los cajeros de los supermercados o que cualquiera persona de las que trabajó durante todo el año con riesgo de exposición lo haya hecho? ¿Cuál es el privilegio que tienen los docentes? ¿Por qué no son trabajos esenciales? ¿Por qué la educación en este Gobierno no es considerada un trabajo esencial? Es un asunto mucho más profundo.

DC: ¿Si se abrieran las aulas y hubiera un rebrote fuerte de casos, ¿se debería volver a la educación virtual eventualmente?

AR: Sí, o esquemas alternos de educación presencial y educación virtual. Esto responde al contexto epidemiológico donde está la escuela, no que la escuela sea foco de contagios. La escuela tiene que ser lo último que se cierra y lo primero que se abre. Y si se cierra tiene que ser por muy cortos períodos de tiempo. Cuando se decidió cerrar las escuelas, una semana antes de la cuarentena, no se conocía absolutamente nada sobre cómo iba a impactar la epidemia en la región. Yo estaba de acuerdo. Estábamos viendo la película de lo que ocurría en Europa que era devastadora la primera ola y las escenas dantescas de colapso en el sistema de salud. Se conocía muy poco sobre la biología del virus. Se conocía muy poco sobre si los chicos eran o no vectores. Si podían transmitir la enfermedad entre los adultos. Todavía no se habían implementado siquiera los protocolos para poder reducir y mitigar los contagios en los establecimientos educativos. Al cabo de dos o tres meses, ya se sabía todo. Había evidencia científica, no había demasiadas dudas y sin embargo, siguieron siempre con las escuelas cerradas. Hoy mismo están debatiendo si tienen o no que abrirlas. Yo creo que es una barbaridad, que es una decisión que hay que tomar y que los docentes tienen que acomodarse a esta decisión. Si hubiera una contingencia, se cerraría la escuela por período corto.

Por otro lado, otro absurdo que tuvo la Argentina fue que de manera plana cerró todas las escuelas del país independientemente de la trayectoria epidemiológica en cada sitio. Menos del 1% de las escuelas estuvieron abiertas en nuestro país el año pasado.

DC: Avanza la vacunación con Sputnik-V pero funcionarios como Fernán Quirós sostienen que todavía falta información técnica. ¿Coincide?

AR: Claro que coincido. Lamentablemente, todavía no contamos con la información técnica necesaria y que podría despejar todas las dudas que rodean la vacunación con la Sputnik. Más allá del informe de prensa que emitió hace más de dos meses el instituto Gamaleya sobre la eficacia en la fase 3 de la vacuna Sputnik del 92%, también dijo que iba a haber información mucho más pormenorizada y precisa antes de fin de año que se estaba enviando a una revista científica de primera línea. Todo esto todavía no ocurrió. Seguimos no teniendo datos y si bien ANMAT dice que tiene los datos es injustificable que a esta altura no se hagan públicos. Más allá de la cláusula de confidencialidad, lo que está en duda es la confianza del público. Y de hecho, una encuesta de Poliarquía reveló que alrededor de un 25% de los encuestados no se darían la vacuna y otro tanto tiene serias dudas, no ocurrió antes en la Argentina. Todo esto está ocurriendo por una pésima gestión de comunicación del gobierno. El secretismo, la opacidad, la falta de transparencia rodea la vacuna Sputnik, cosa que debiera despejarse inmediatamente con información clara. Nada más que eso. Probablemente la vacuna sea tan eficaz y segura como las demás, pero no solo debe ser sino también parecer. La construcción de confianza no se logra militando la vacuna y diciendo que hay que creer. La construcción de confianza se logra con transparencia, información clara y datos. Porque somos una sociedad madura. No somos más una sociedad jardín de infantes que necesita estar tutelada y a la que se le dé una información paternalista y condescendiente. Necesitamos información y si hay información se acaban todas las dudas. Se debiera hacer pública la información sobre la eficacia y la seguridad de la vacuna, porque seguramente sea tan eficaz y segura como el resto.