Argentina es uno de los pocos países del mundo que exporta sus pescados de agua dulce directamente capturados del ambiente natural. El sábalo -prochilodus lineatus- constituye uno de las especies más comercializadas, tanto para mercado interno y externo.

La viralización de un video del periodista Alejandro Fantino denunciado a la cadena de supermercados Jumbo y a los frigoríficos por la venta de pequeños ejemplares, de menos de 800 gramos, encendió el debate sobre la “explotación intensiva” del sábalo, una especie de gran importancia ecológica y económica.

Del Instagram de fantinofantino

Su explotación a gran escala comenzó a mediados de los 90, para destinarlo “congelado” a países como Brasil, Colombia, Bolivia, Paraguay y Nigeria. En 2016, el Ministerio de Agroindustria informó que se comercializaron 31.659 toneladas anuales por parte de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. El 74% se destinó a la exportación y sólo el 26% al mercado interno.

Asimismo, el 51% esas toneladas lo aportaron empresas radicadas en Entre Ríos, el 42% las asentadas en Santa Fe y el 7% restante las ubicadas en Buenos Aires, de acuerdo a la información oficial.

En los últimos años se intentaron imponer cupos y vedas para controlar la sobrexplotación de diferentes especies, pero la falta de control y fiscalización no frenó la depredación. En este sentido, la provincia de Santa Fe estableció una “talla mínima” para la captura y venta -42 centímetros en el caso del sábalo-; mientras que en Entre Ríos también existen normativas sobre medidas permitidas y "uso de artes de pesca".

Alerta ecológica: preocupa la bajante histórica y la depredación de peces

Asimismo, en la Cámara de Diputados de la Nación se requirieron informes sobre la “depredación ilegal” llevada adelante en los ríos Paraná y Uruguay sobre la especie. Pedidos similares también se presentaron en la Cámara Baja santafesina.

Sin embargo, la situación persiste y se sacrifican pequeños ejemplares, en su gran mayoría para la exportación. “La red no elige pescado. Vos pones la red y cae un sábalo, un dorado o un pacú. No sólo están matando sabalitos de 800 gramos. Están depredando todo”, detalló el pescador Edgardo Orellano y aclaró que un ejemplar para su venta debería tener “2,5 kilos para arriba”.

Desde el sector de los pescadores y de las organizaciones ambientales advierten que se trata de un "problema de gran magnitud". Al respecto, Orellano explicó que “hace treinta años se viene explotando” el recurso, y añadió: “No importa el ecosistema, lo están saqueando y se llevan toda la riqueza”.

En tanto, Hugo Toscano, integrante de la asociación Ríos Sanos, resaltó que el sábalo “tendría que capturarse después de su primer año de maduración”. Indicó, en este sentido, que el modelo exportador es “cuantitativo”, ya se pasó de calidad de piezas a cantidad de piezas, “privilegiando el volumen sobre el tamaño”.

“La problemática es muy comparable con lo que pasó con la forestal. Incluso hasta peor porque ésta gente solo deja pobreza, saqueo y destrucción”, dijo.

Esta especie también padece las consecuencias de la fumigación de los campos y la contaminación en zonas industriales, lo que se suma a la actual emergencia hídrica y la extraordinaria bajante que se está registrando en los ríos Paraná y Uruguay. Esta situación también se agrava por el dragado. “Tenemos una bajante histórica”, destacó Orellano y advirtió: “Es como tener un terreno que se inundó y tenemos todos charcos, y vos vas y abrís una zanja para escurrir los últimos charquitos que quedan de agua”.

La situación de los pescadores

Miles de familias dependen de la pesca artesanal para subsistir. Estas personas trabajan en condiciones precarias, desprotección laboral, mal pagos, sin relación de dependencia, ni cobertura médica.

Los pescadores reciben -como mucho- 30 centavos de dólar por pieza, mientras que el potencial flujo de dinero que tuvieron estas 17 empresas frigoríficas se ubica en 601 millones de dólares en los últimos 26 años, según datos de la asociación Ríos Sanos. En la época de desove -reproducción- de los peces, la mayoría no recibe apoyo o ayuda económica para subsistir.

“Los pescadores siguen siendo pobres por generaciones. La diferencia es abismal entre lo que ganan quienes extraen y quienes comercializan”, indicó Toscano.

Las organizaciones advierten que tampoco “se toma una parte de esa producción para alimentar a los comedores escolares o de ancianos ni se destina parte de esas ganancias a estimular producciones de agreguen valor y no depreden el río a través de la acuicultura intensiva”.