Ariel González tiene 34 años y toda una historia de superación personal. Al igual que muchos pibes de la villa, fue víctima de la droga y llegó a consumir paco durante casi 10 años. Robó para poder drogarse y vio la muerte innumerable cantidad de veces. Después de tanto dolor, hoy escribe para ganarle a la adicción.

No reniega de su pasado, de hecho lo considera como una experiencia clave en su vida para entender las cosas. Sin resentimiento, pero con filosofía, asegura que no hay nada mejor que el tiempo para curar las heridas. Probó todo tipo de ayudas para salir adelante, pero es consciente que para salir de la droga, la voluntad tiene que ser de uno mismo.

Hace poco publicó su segundo libro llamado "Yo soy Ariel", donde aparecen poesías propias y relatos de lo que pasa en Villa Itatí, el barrio ubicado en la localidad de Quilmes. En diálogo con Data Clave, contó su historia de vida y cómo hizo para superar los tropiezos.

"Uno crece y se vuelve viejo choto también, no es que uno se pone a pensar. Yo digo siempre que el mejor profesor para aprender de la vida es el tiempo", manifestó.

Data Clave: ¿De dónde salió la idea de escribir?

Ariel González: Empecé a escribir en 2016. El primer libro lo escribí para dejar de consumir, y el segundo, cuando dejé. Mi primer trabajo lo escribí muy resentido, porque yo utilizaba la literatura como herramienta para descubrir y conocer mi adicción. De alguna forma yo soy el juez y el que decide. Está en uno. Puede bajar Dios y decirte "dejá de drogarte", pero si no sale de vos, no vas a dejar de hacerlo. El segundo ya habla de cómo dejé de consumir y mi trabajo en el barrio para ayudar a otros pibes. También cuento poesías nuevas. De alguna forma uno me salvó la vida y el otro me enseña a seguir viviendo.

DC: ¿Habrá sido un gran aprendizaje, no?

AG: Yo consumí 12 años. Viéndolo hoy, lo tomé como un curso, un aprendizaje. Sobre todo porque está escrito por mis huellas, mis pies. Lo pienso para recordarlo, pero ya está todo vivido y lo que queda es anotarlo. Eso te da mucha filosofía. El paso de la vida es la vitamina, te sacude un poco y te da filosofía. Al menos en mi caso, yo siento que me pasó eso.

DC: ¿Es difícil esquivarle a la droga en una villa? ¿Qué se ve desde adentro?

AG: Es muy común en un barrio popular, amigo. Acá tenemos el trofeo del héroe villero que es muy difícil sacárselo a un pibe de 15 o 16 años. Vemos que Carlitos es respetado porque choreó un banco, entonces todos queremos ser como él. Fijate que hoy siguen todos a L-Gante, donde de alguna forma nos muestran la escuelita de la delincuencia. Y después tenemos la diplomacia en falopería. Así nos mira la sociedad a nosotros. Yo iba a la escuela y no aprendía nada, iba contento porque podía comer y me volvía a casa con una mandarina. Eran los finales de la década del 90, en los barrios no había nada. Ahora están cambiados: tienen asfalto, agua, buena luz y hay comedores. La cosa en Argentina no andaba en ese momento. No me arrepiento de nada igual, por más que me haya metido en el infierno. La droga no me dejó participar en sociedad, veía a otros pibes jugar al fútbol mientras yo iba por la vida hecho un zombie. No me dio tiempo a mirarme al espejo para ver si era lindo y buscarme una novia. Ahora tengo 34 años, veo a un pibe jugar a las bolitas y quiero participar.

Ariel González, un sobreviviente de los peligros de la droga
Ariel González, un sobreviviente de los peligros de la droga

DC: ¿Cómo empezaste a consumir?

AG: Empecé consumiendo cocaína. Había probado el porro primero, pero no me gustó. La cocaína me colgó mal y tomé mucho. En ese momento yo choreaba con un pibe y se empezaba a hablar del consumo del paco, pero nunca había visto a un paquero ni nada por el estilo. El chico con el que robaba, que se había escapado de un instituto de menores, consumía paco y un día me lo hizo probar. "Tomá, probá esto que te va a pegar más", me dijo. Probé ahí nomas y terminé dejando la merca. Antes la controlaba a la cocaína, a pesar de que era una mierda. Algo de mi vida podía sostener y nadie se daba cuenta. Pero por el paco vendí mis cosas, le vendía cosas a mi vieja, le mangueaba a los vecinos y desaparecía por unos días. Era un quilombo. Fumé paco de los 15 a los 24 años aproximadamente.

DC: ¿Cuándo dejaste de consumir?

AG: Empecé a dejar a medida que me daba cuenta de los porrazos que me estaba pegando y lo que le causaba a mi familia. Uno crece y se vuelve viejo choto también, no es que uno se pone a pensar. Yo digo siempre que el mejor profesor para aprender de la vida, es el tiempo. Podemos estudiar una banda, pero seguimos encasillados en nuestra edad y nos cuesta comprender algunas cosas. Después aprendes, pero es el tiempo el que te va madurando la cabeza y te ayuda a ver las cosas desde otro punto de vista.

DC: ¿Nunca estuviste preso por haber robado?

AG: Estuve, pero entraba y salía. Tenía mucha suerte en ese sentido. Hacía las cosas "bien", aunque no se lo recomiendo a nadie, porque es una porquería. A veces veo que alguien va a robar y me da mucha bronca. O si veo a alguien que está robando voy a ayudar a la víctima. No te digo que al vago lo voy a cagar a trompadas y llamar a la policía, pero voy a intervenir porque no me gusta la situación. Puede ser mi mamá o un pariente mío, y eso no se lo merece nadie.

DC: ¿Cuál fue el "click" que te ayudó a dejar la droga?

AG: Probé miles de lugares de recuperación, y nunca funcionaban. Yo giraba la rosca con todos los profesionales y no pasaba nada. Probé iglesias, macumbas, centros de rehabilitación y nunca pasaba nada. Ellos te dicen que tenés que estar alejados de donde están consumiendo y tratar de no hablar de consumo. Yo agarré y dije "voy a girar la rosca para el otro lado". Porque mi problema está en la villa, y lo tengo que resolver ahí. Entonces un día fui y me paré adelante de los que fumaban, en plena noche de abstinencia. Empecé caminando por un pasillo en el que siempre me generaban ganas de consumir. Fui y me paré en frente, incluso con plata en el bolsillo. Fumaban, tiraban el humo y todo lo que te puedas imaginar. Después los miré y me volví a mi casa. Llegué y me cambié el pantalón y el calzoncillo, porque me había cagado encima. Agarré y me puse a escribir sobre la situación. Todos hablan de pararse de manos con la policía o en la cárcel. Y yo dije "a ver, si tenés huevos, parate de mano ante las ganas de drogarte". Después de eso, me agarró el ataque literario (se ríe). Fui y me compré una yerba para tomar mate. Yo decía, "che, que caro que me la venden". Ahora, cuando iba a comprar paco, ni me quejaba del aumento.

DC: ¿La lectura te ayudó?

AG: Lo que leí fue todo lo que viví. Creo que fue demasiado, aunque siempre es bueno leer. Soy muy lento para leer y me hace dolor un poco la cabeza. Siento que tengo taponada de ideas la cabeza. Para limpiarla tuve que poner poesías mías, ideas y proyectos. A veces voy caminando, se me ocurre una poesía y espero poder llegar a mi casa para poder recordarla y escribirla en un papel.

DC: ¿Hoy en qué situación de la vida estás?

AG: Sigo en Villa Itatí y trabajo en la construcción. Con la venta del libro trato de publicarle el trabajo a otro pibe, con una editorial mía que se llama "Villa Filosofía". Es una editorial que ayuda a conocer a un barrio popular a través de la escritura. Creo que con eso el Gobierno o la persona que entre va a poder entender las cosas que se viven acá. Hay historias que son mucho más importantes que las mías, por eso trato de vender el mío para ayudar a otros chicos. Cada pibe tiene una historia distinta. Yo lo que quiero es generar una transformación. La oportunidad de pensar la tenemos todos, lo que hay que hacer es escuchar el del otro y conocer mejor lo que pasa en nuestro barrio popular.

DC: ¿De tu vida de consumo a la fecha, ves que haya mejorado algo?

AG: Creo que se está mejor económicamente. Después, a uno le da bronca que a la falopa no le den bola. Si tengo a mi hijo metido en el paco, y viene el Gobierno a ponerme agua y mejorarme las cloacas, no lo voy a disfrutar. Prefiero tener todo embarrado, que los villeros estamos acostumbrados a eso, pero a cambio sacame la falopa. Es triste, pero es así lamentablemente.

Instagram: yo.soyariel
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