El pasado jueves, el presidente Alberto Fernández y la primera dama Fabiola Yáñez presentaron a Francisco, el primer hijo de la pareja, que nació en la madrugada del lunes pasado. Tras la presentación, fueron dados de alta del sanatorio Otamendi. Antes de abandonar la institución médica, los flamantes padres improvisaron una mini conferencia de prensa y sesión de fotos protocolares para mostrar al recién nacido.

La Primera Dama, que fue sometida a una cesárea, expresó sentirse con "una alegría enorme porque todo salió muy rápido y perfecto" y al ser consultada por su estado de salud dijo: "mejor imposible en las condiciones que nació Francisco, que fueron fantásticas. Está sanísimo y estamos muy felices".

Lejos de ser noticia por la llegada de su primer hijo, Yáñez quedó en el centro de la escena por su atuendo off white y los stilettos de taco medio marrón que eligió para abandonar el sanatorio. "Así no se ve una mujer después de parir", "un abrazo para Fabiola que tuvo que vestirse según los mandatos", "cuando yo parí me sentía un trapo", "ninguna mujer tiene ganas de ponerse tacos después de parir", son solo algunos de los comentarios que cosechó la imagen de la primera dama en redes sociales y que, desde entonces, no cesan. 

Es cierto, no siempre una mujer después de parir se ve impoluta al abandonar el hospital o tiene ganas de ponerse tacos y maquillarse. Pero también es cierto que existen tantas experiencias como maternidades y no darle el beneficio de la duda sobre la elección de su atuendo a la mujer que acaba de atravesar por esa experiencia es, como mínimo, odioso y machista. Otra vez se cargó de lleno contra lo que hace años el feminismo lucha: que los cuerpos de las mujeres dejen de ser un campo de batalla.

La maternidad de Fabiola y el arte (machista) de gobernar los cuerpos ajenos

Si el objetivo era entablar un debate alrededor del nacimiento de Francisco Fernández Yañez, un cuestionamiento válido y más enriquecedor hubiese sido plantear con el mismo énfasis el régimen de paternidad vigente en el país que le otorga solamente dos días de corrido al padre. En un hogar sin los privilegios de los que goza el matrimonio presidencial y con una realidad muy distinta a la Quinta de Olivos, este número se traduce en que las tareas de cuidados recaen íntegramente sobre las mujeres. 

"En estos tres días -que estuvo internado junto a su pareja e hijo- goberné desde el sanatorio. Hice venir a mis colaboradores aquí porque quería acompañar a Fabiola, en esto que tenemos que acostumbrarnos los hombres en compartir las tareas de cuidado de nuestros hijos con las mujeres", dijo el presidente y nadie cuestionó con la crudeza a su vestimenta que eso que el Jefe de Estado llamar "acompañar" es, en realidad, ejercer su paternidad. 

Los desacuerdos son vitales en el feminismo, es lo que hace al movimiento avanzar y lo enriquecen. La discusión por la legalización del aborto en Argentina fue una gran escuela y parecía haber saldado una consigna base que la llevaríamos para siempre: que nadie nunca más hable en nombre de nuestro cuerpo. 

¿Cómo debió vestirse Fabiola? ¿A quién debió representar? ¿Su deseo de ponerse tacos no fue real? ¿Es menos real su maternidad por maquillarse y vestirse de blanco impoluto? ¿Por qué agotamos en una sola mujer todas las posibilidades de madres que existen y la hacemos carne de cañón con una consigna que luchamos por erradicar? 

A todas en algún momento los mandatos nos llevan puestas y nos desbordan. No sabemos con cuáles batalla Fabiola, cuáles elige seguir transitando y cuáles no. Pero si sabemos de sobra que volver contra nosotras la actitud machista de patrullar moralmente los cuerpos no nos permite avanzar y solo deja destrucción a su paso.

¿Y si vestirse así fue la manera que la primera dama encontró de honrar su reciente maternidad? Si ese vestido blanco representaba un mimo a, como escribió la cantante colombiana Andrea Echeverri, ese "cuerpo valiente que parió a su pariente"

La que este libre de mandatos, que tire la primera piedra.