La formadora docente Laura Lewin definió como una “tragedia” que no haya habido clases presenciales en todo el 2020. 

La autora de “La Educación Transformada”, “La Nueva Educación” y “Que enseñes no significa que aprendan” señaló que “la educación tiene que ser una política de estado” y que debe ser considerada “un servicio esencial”. Aseguró que “el beneficio de tener las aulas abiertas supera los costos de tenerlas cerradas”.

Respecto a qué ocurrirá este año, Lewin visualiza las escuelas abiertas con “una modalidad mixta”, que vaya “de lo presencial a lo virtual de una manera aceitada”, porque los chicos tienen que “volver a revincularse con sus compañeros y con los docentes”.

“La cara más triste de la pandemia fue ver la gran desigualdad que hay a lo largo y a lo ancho de todo el país”, dijo la oradora TEDx en una entrevista exclusiva con Data Clave.

Data Clave: ¿Cuál es tu opinión sobre lo que ocurrió con el año lectivo?

Laura Lewin: Atravesamos diferentes etapas. Algo relevante fue que pasamos de escuelas que enseñan a escuelas que aprenden. Muchos docentes salieron con coraje y entusiasmo a darle respuesta a una situación inédita; a otros les costó un poco más. Claramente los docentes tuvieron que aprender y desaprender y reaprender y pasar de la enseñanza remota de emergencia a enseñar en un entorno virtual. Ahí es como que se empezó a avanzar un poquito más con paso firme. Pero sin duda alguna, la cara más triste de la pandemia fue ver la gran desigualdad que hay a lo largo y a lo ancho de todo el país. Hemos visto chicos sin conectividad, sin dispositivos móviles que quedaron fuera del sistema educativo. La avenida de la educación ya era demasiado angosta. Esto lo que hizo fue hacerla más angosta todavía.

D.C.: ¿Se puede rescatar algo positivo de la situación que se dio en el 2020?

L.L.: Siento que hubo mucho aprendizaje en paralelo. Hay muchos chicos que tal vez no avanzaron demasiado en geografía, en biología, o en matemática, por ejemplo, como si hubieran estado en una clase presencial, pero avanzaron muchísimo en otras habilidades que son muy importantes para la vida. Eso tiene que ver con la autodisciplina, la autonomía, el compromiso, la responsabilidad, la empatía, la solidaridad y el autogestionar su propio aprendizaje. Eso dejó un saldo realmente positivo.

D.C.: ¿Qué cree que pasará este año?

L.L.: Espero realmente que nos encuentre en la escuela. Es muy importante tener la escuela abierta. Claramente, la salud es la prioridad, pero ya se ha visto que la escuela no es el principal factor de transmisión del virus. El beneficio de tener las aulas abiertas supera los costos de tenerlas cerradas. Espero realmente que la escuela esté abierta, seguramente con una modalidad mixta, que vaya de lo presencial a lo virtual de una manera aceitada. Pero, sin ninguna duda, los chicos tienen que volver a revincularse con sus compañeros y con los docentes.

D.C.: ¿Se puede recuperar lo perdido?

L.L.: El  contenido se puede recuperar en cualquier momento. Creo que hoy la prioridad está en lo socio emocional. Los chicos necesitan relacionarse con sus compañeros. Necesitan hacerse amigos, pelearse con los amigos, amigarse con esos amigos, desarrollar habilidades como la flexibilidad, el poder adaptarse, el negociar, resolver conflictos. Para la educación, un año con las escuelas cerradas, fue una tragedia. No nos olvidemos que la educación viene ya castigada desde hace mucho tiempo…

D.C.: El malestar de los niños repercutió también en la salud física y emocional…

L.L.: Hay muchos chicos que este año sufrieron de estrés, de ansiedad, algunos tuvieron hasta trastornos del lenguaje, del sueño. Algunos chicos dejaron de intentarlo, dejaron de esforzarse, porque desde el ministerio dijeron que este año no se iba a evaluar y los chicos dijeron “buenísimo, entonces no entrego nada”. En realidad lo que quisieron decir es que no se iba a calificar, no que no se iba a evaluar. Siempre hay que evaluar, porque la finalidad principal de la evaluación es la regulación –tanto de las dificultades y errores de los alumnos, como del proceso de enseñanza.

D.C.: La experiencia en otros países demuestra que las escuelas pueden estar abiertas, sin que implique un aumento en los contagios de coronavirus…

L.L.: Creo que Argentina fue el país que más tiempo tuvo las escuelas cerradas. Desde Alemania dieron una gran lección cuando dijeron que las escuelas son lo último que se cierra y lo primero que se abre. La escuela es el lugar de las oportunidades. Los chicos tienen que estar en el aula, seguramente con un protocolo muy bien elaborado, con una estrategia, con aulas muy bien ventiladas, con un regreso escalonado, tal vez por menos tiempo, con barbijos, pero sí es muy importante que los chicos estén en la escuela.

D.C.: Diferentes organismos internacionales se expresaron contra el cierre de las aulas, no solo por la cuestión educativa, sino por el rol que cumple la escuela. ¿Está de acuerdo?

L.L.: Por supuesto. Esto no es solo por el tema académico. En Argentina, en muchos lugares, las escuelas funcionan como comedor, hay una contención emocional en casos de violencia familiar. Muchos chicos que se quedaron fuera del sistema se quedaron desamparados. En el 2020 prevaleció la salud. Es sabido que hubo una gran presión para que las clases no empezaran, pero lo más triste, que es lo que a mí más me preocupa, es que evidentemente la educación no está en la agenda del gobierno. No fue un servicio esencial la educación y me parece que ahí es donde toda la sociedad tiene que empezar a pensar qué tipo de educación queremos para las próximas generaciones. No hubo un plan y si lo que queremos es que Argentina tenga un buen sistema educativo, la educación tiene que ser una política de estado, que trascienda los partidos políticos, que trascienda a los gobernantes del momento y, por supuesto, con metas a corto, mediano y largo plazo.  La educación es un servicio esencial y necesitamos dárselo a todos los chicos del país.

D.C.: Con las aulas remotas los padres se convirtieron en una especie de docentes, con diferentes contextos y realidades. ¿Cree que esto también ensanchó la brecha?

L.L.: Sin duda alguna. Los padres también tuvieron que encontrar su lugar. Creo que ahí también ayudaron los directivos que además de caminar junto a sus docentes, pudieron ayudar a los padres a entender cuál era su lugar en esta pandemia en relación a las clases en casa. La estrategia pedagógica tenía que venir de la mano de la escuela y las familia podía ayudar en otras cuestiones, por ejemplo a los chicos a tener una rutina, una estructura, un cronograma de actividades, a manejar los horarios, a tener un lugar en donde poder seguir las clases virtuales si tenían la suerte de poder continuar aprendiendo en un entorno virtual. La parte de enseñar, la parte pedagógica corresponde a la escuela.

D.C.: ¿Y qué pasó?

L.L.: Ahí faltó un poco de información para ayudar a las familias a encontrar su lugar. Es decir, el adulto, en casa, no debe reemplazar al docente; lo que puede hacer es acompañar a ese docente. También se vieron casos de papás o mamás que, con las mejores intenciones, sobreprotegían a los chicos, tal vez, haciendo cosas que los chicos podían hacer por ellos mismos. Cuando el adulto sobreprotege al niño, creyendo que él no puede hacerlo por él mismo, lo despoja del poder de decidir, de usar su razonamiento, de poder tomar decisiones. En vez de ayudarlos a crecer, eso los hace más chiquitos y terminan con más inseguridades, miedos, angustias e incapaces de avanzar por ellos mismos.

D.C.: ¿Qué aprendizaje nos deja lo vivido?

L.L.: Hay muchísimo para rescatar y agradecerle al 2020. Sin duda alguna, todos tuvimos algo que aprender, algo que incorporar, algo que ajustar, algo que trabajar en nuestras familia. Y eso implica crecer, evolucionar. Los chicos tuvieron la oportunidad de desarrollar otras habilidades, como el manejo del tiempo, la planificación, la organización. Vimos a los padres acompañando esta tarea, viendo cómo los chicos aprendían, qué los motivaba, qué los frustraba y pudieron actuar en consecuencia. Vimos, tal vez, por primera vez, a docentes y padres trabajando en sintonía como nunca antes. Eso también es la escuela transformada, es pensar una educación diferente, una educación que de alguna manera se centre en el aprender, no en el aprobar, con lo cual se está dando un gran puntapié para que podamos empezar todos a repensar la educación para que podamos enseñar en la manera en que ellos mejor aprenden. Cuando un docente enseña de la manera en cómo él aprendió le estamos dando a los chicos una educación del siglo pasado. Esta pandemia aceleró las cosas: nos está mostrando cómo aprenden mejor los chicos. Y creo que en esos ocho meses la educación avanzó muchísimo. Esto no hubiese pasado sin el sacudón del año pasado.

D.C.: ¿Se refiere al avance en la incorporación de la tecnología en el proceso de enseñanza/aprendizaje?

L.L.: Claro, la tecnología no es la solución, pero es una gran oportunidad. Antes de la pandemia tenías docentes que cuestionaban hasta el uso del celular en el aula. Hoy nos damos cuenta que el celular es una gran computadora, que tiene un poder enorme, que te ayuda a aprender, a repasar, a practicar, a que te comuniques. La tecnología está para ayudar, para colaborar, para aportar, para acercarnos. No es la solución pero es una gran oportunidad. Ahí también es muy necesario que el gobierno pueda garantizar que todos los alumnos tengan dispositivos móviles y conectividad, porque si no, en vez de acercar a los chicos a un mundo laboral o profesional, los alejamos. Esto implica internet gratis en el patio de la escuela, en una plaza, en las bibliotecas, en los diferentes lugares donde los chicos que todavía no tienen conectividad puedan acercarse para seguir aprendiendo y practicando a través de la tecnología. Para los chicos la tecnología no es un obstáculo. Ellos no se preguntan qué hacer con una computadora, la usan.

D.C.: Cambió el fin…

L.L.: Claramente antes la usaban con una finalidad recreativa, ahora tuvieron que empezar a usarla con una finalidad pedagógica. No se trata de ver un video, se trata de interactuar con el video. No se trata de estar de un lado de la computadora y participar de una clase de zoom de manera pasiva, sino de interactuar con el docente y los demás alumnos.

D.C.: ¿Cómo se integra esto en la escuela?

L.L.: No tenemos que cambiar todo el sistema para darles a nuestros alumnos una experiencia diferente, pero sí debemos pensar en una educación disruptiva. En el ámbito educativo, una innovación disruptiva es aquella que rompe con el currículo, las metodologías y las modalidades de transmisión del conocimiento, abriendo nuevas alternativas de aprendizaje. Es decir, una educación que reenfoque el aprendizaje. Necesitamos que los alumnos vayan a la escuela a aprender, no a aprobar. Aprobar debe ser una consecuencia de aprender. Que vayan a probar, no a aprobar, y que de ese probar, surja el aprendizaje.