La etapa que Diego Maradona pasó en Brandsen es sustancial para entender lo que vino después: el tramo final de las internaciones, la cirugía y el abandono en la casa del country San Andrés en Tigre. Octubre fue un mes de un estado de salud que requería pasar a otra instancia y sus médicos de cabecera, Leopoldo Luque y Agustina Cosachov, lo sabían.

Sin fútbol, sin cariño popular y antes de cumplir 60 años, Diego sufría distintos problemas ligados al exceso de medicación, al consumo de alcohol, a comorbilidades y a un cuadro de desorientación que el entorno ordenó disimular: Diego tenía que llegar “bien” a los festejos en el estadio de Gimnasia y la orden al grupo de personas que estaban encargadas de él fue esa. Inclusive escondiendo a la dirigencia del fútbol el estado real de Maradona. Entonces, los medicamentos se ajustaron y la idea de internarlo fue postergada por otros intereses. 

En los días previos al show en el Bosque, donde se vio a Diego fuera de sí -con dificultades incluso para ponerse el barbijo- Luque le dijo a Cosachov, según consta en los audios a los que tuvo acceso Data Clave,: “La verdad es que no lo vi bien, por momentos está conectado y por momentos desconectado. Tenemos que ir viendo la posibilidad de una internación domiciliaria”. Cosachov respondía, por el 24 de octubre, que ajustaría la medicación para que pudiera llegar bien “al cumple”, seis días después.

La capacidad cognitiva de Diego estaba deteriorándose y las pastillas del tratamiento en cóctel con las bebidas alcohólicas, además del descontrol que provocaban quienes lo rodeaban, estaban generando una bomba de tiempo que explotaría un mes después según se va desprendiendo de la causa. 

Unos días después, se empezó a diagramar entre ambos médicos un plan que contenía dos alternativas: la internación domiciliaria y la internación hospitalaria, si no funcionaba. Todo sería en los primeros días de noviembre. Por el agravado cuadro del Diez, Cosachov plantearía que, si el tratamiento se hacía en el domicilio, “tiene que ser con alguien que se ponga firme” o con “personal muy capacitado”. Nada de eso ocurrió. 

El 25 de noviembre, Luque ya planteaba la idea de cómo llegaba Diego a “festejar” sus 60 años. En mensajes a la psiquiatra Cosachov, el médico decía que “Diego está depresivo, con un cuadro cerebelo y lo confusional alternante”. Diego no estaba orientado ni en tiempo ni en es espacio, pero la pantomima armada por sus representantes y el entramado de negociados detrás de su figura haría que la propia Cosachov firmara un certificado antedatando la fecha y asegurando que Diego estaba bien. 

El certificado que agravó la acusación a la psiquiatra fue solicitado por Luque, a pedido expreso de Matías Morla según se desprende de las conversaciones. El 26 de noviembre, Cosachov enviaba un mensaje a Luque que decía: “Ahí hable con Maxi (Pomargo). Que lo vé confuso, perdido. Y muy rígido dice. Creo que todos vemos la situación. Que está con un cuadro confusional”, diría la psiquiatra días antes de firmar un documento en el que falsificaría la fecha y el estado de salud de Maradona.

También lo sabía Luque, en días en los que públicamente, en diálogo cotidiano con los medios, modificaba su versión de acuerdo a los intereses detrás de la figura del astro.