Claudio Rico es uno de los humoristas e imitadores más interesantes de la actualidad argentina. Trabaja en los medios de comunicación y logra potenciar las debilidades o los furcios que suelen dejar los dirigentes políticos.

El imitador político dialogó en exclusiva con Data Clave y habló de los recursos de su oficio, su formación y el aprendizaje constante. Incluso se identificó con el periodismo, dado que tiene que convivir con la actualidad para poder perfeccionarse. Lo que trato de destacar siempre es que hago humor político, y no política con el humor”, declaró.

Data Clave: Te dedicas a hacer humor en un país donde cada día tiene algo para sorprenderte...

Claudio Rico: Son grandes guionistas de humor los personajes argentinos. La actualidad de este país te brinda un montón de cosas para la profesión. La semana pasada (Nicolás) Trotta le decía a (Fabián) Doman en Radio La Red que se mantenía la presencialidad y a las cinco horas el Presidente terminó ordenando que se aprenda por zoom.

DC: De alguna forma te sirve que pasen estas cosas...

CR: Si viviera en Suiza me tendría que dedicar a otra cosa. A ver… yo no quiero que los quilombos sean los que produzcan que la gente tenga hambre, eso no me pone bien. Ahora bien, los políticos y los periodistas son divinos para imitarlos. Hay muchos que dan tales vueltas carneros que terminan otorgando un montón de recursos.

DC: ¿Cuándo arrancaste a imitar a la gente?

CR: Arranqué en el colegio, como todas las personas del ambiente que se dedican a esto. Siempre quería participar de los actos del colegio. Hacía de San Martín, Belgrano y los personajes del 25 de Mayo. Después en el secundario empecé imitando a algunos profesores y luego me metí con la actualidad del país. En ese entonces imitaba al periodista del momento, que era Bernardo Neustadt. También seguía las campañas políticas de Rául Alfonsín y de (Carlos Saúl) Ménem. Mis compañeros se divertían y era una forma de integrarme al grupo.

DC: ¿Ya tenías claro que te ibas a dedicar a esto?

CR: Empecé la carrera de medicina y terminé dejando a los dos años. Económicamente no nos iba bien y yo tenía que pagarme los libros mediante algunos shows o karaokes que hacía en distintos lugares. Cuando se enferma mi viejo estuve dos años sin hacer nada hasta que me metí un poco en informática, vendiendo y armando equipos de computación. Trataba de ayudarlo a él con su enfermedad y a mi mamá con el dinero. Un día me invitan a una radio y me cruzo con Estela Montes. Ella hacía algunos personajes políticos y nos terminamos pasando los teléfonos. Después me dijo que la llamaron del programa de Víctor Hugo Morales en Canal 7 donde buscaban imitadores políticos, y me terminó recomendando.

DC: ¿Y te instalaste rápido, no?

CR: Mi sueño siempre fue laburar en los medios, pero no pensé que a esta instancia. Me hicieron imitar en ese entonces a Aldo Rico y simulaba pedirle el cuestionario de preguntas a Víctor Hugo, que se terminó creyendo el personaje y se había enojado. Después me presentaron en el piso y me terminó diciendo ‘extraordinario, entré como un caballo’. Después fui participando de distintos programas, tanto en televisión como en radio.

DC: ¿Incidió el fallecimiento de tu padre en terminar inclinándote en el humor?

CR: Quizás si no pasaba lo de mi viejo no me habría dedicado a la comedia política. Quizás sí como hobbie, pero habría seguido la carrera de medicina. Creo que todavía sigue siendo un tema pendiente en mi vida. De vez en cuando leo algunos libros de anatomía. No sé si tendré tiempo, pero seguramente hubiese sido un médico feliz.

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DC: ¿Y ahora sos feliz imitando a políticos?

CR: Conseguí laburar de algo que me gusta, que me permitió a su vez tener una casa, un auto y darle educación a mis hijos. No chupo frío, en el verano no tengo calor y no paso hambre. No puedo pedir más, me siento un tipo exitoso en lo profesional y lo personal.

DC: ¿Tuviste problemas alguna vez? ¿Se enojó la política con vos?

CR: Tuve algunos roces por imitar. Una vez Aníbal Fernández me bloqueó de twitter y Luis D’Elía me dijo que deje de ganar plata con su personaje. De forma chistosa le pedí que se meta en otro quilombo, así yo lo imitaba y me podía cambiar el auto (se ríe).

DC: Sin embargo, muchas veces los terminas humanizando...

CR: Es difícil hacérselos entender, porque uno lo que busca es maximizar la falla del político. No sé si los humanizo, me cuesta creer que el político se sienta humanizado. A veces les sirve como el caso de ‘alica, alicate’ con Francisco de Narváez. Y otros se enojan por si los imito cortando una calle. A D’Elía terminé logrando que se quede hasta el final en el programa de (Marcelo) Tinelli, en un momento donde nadie lo quería. Da la casualidad que un día fue a votar con el verdadero D’Elía y me termina pidiendo una foto con él y sus hijos. La mujer me terminó diciendo que logré lo que su esposo había buscado durante 40 años: que lo quieran.

DC: ¿Cuáles son tus técnicas?

CR: Lo que trato de destacar siempre es que hago humor político, y no política con el humor. Si yo lo hago a Macri diciendo que se acabó la tormenta, y estamos en el peor momento, lo único que puedo decir es que se arreglen. Yo pongo una lupa sobre lo que dice el político, y de ahí sacar el contenido político o lo gracioso. Yo no inventé a un tipo revoleando los bolsos en un convento.

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DC: ¿Nunca tuviste algún problema 'heavy'?

CR: Tuve un problema complicado cuando hice con Jorge Rial a Néstor Kirchner, que había fallecido hacía cuatro meses. Yo lo imité bajando del cielo y terminaron entrando unos tipos al grito de ‘Nestor no se murió, Néstor vive en el pueblo la puta madre que lo parió’. Fue un momento donde no sabía si seguir con la rutina o sacarme la máscara. Después de eso, a los cuatro o cinco días entraron unos tipos a robarme en mi casa de Mar del Plata, donde además me pegaron y me tuvieron atado. Yo no vinculo, pero son muchas casualidades.

DC: ¿Es difícil hacer humor político hoy en día?

CR: Yo trato de que no me gane el miedo o la autocensura. Humor se puede hacer con todo. Siempre alguien se va a ofender, pero sino no se puede hacer humor con nada. Yo creo que todos los fanatismos que son malos. En un contexto, para mí se puede hacer el oficio con todo; y lo mismo pasa con un actor, sino un protagonista nunca podría hacer el papel de Hitler sin tener considerarse nazi. Prefiero pedir disculpas a tener que pedir permiso.

DC: ¿Cuál es tu posición política, fuera de los personajes que creas?

CR: Creo que la grieta nos está lastimando a todos, de un lado y del otro. Los políticos buscan sacar rédito de lo que pase en el país, llamale pandemia o inflación. Todos se echan la culpa entre ellos y luego hablan de que van a resolver los problemas. Mientras tanto, el país cada vez está más pobre. La gente está como rehén, y muchos no se dan cuenta de que le sirven a las intenciones del político.

DC: ¿Cómo estás viviendo la pandemia? ¿Qué le dirías a los argentinos en este contexto?

CR: Hace poco Alberto Fernández dijo que él era como un padre que le dice al nene que no debe asomarse por la ventana. Algunos lo mataron por lo que dijo, porque dicen que no tiene autoridad para pensar eso. A mí me parece que a veces los argentinos necesitan un papá, porque somos hijos del rigor. Lo único que le digo al Estado es que no tienen que estar todo el tiempo para señalarnos, creo que ya sabemos cuáles son los límites de la pandemia. Me parece que tenemos que tomar conciencia de que esto es grave. Tengo cercanos que han fallecido y son balas que pegan cerca. Acá no pasa por la política, el virus es anti grieta, le pega a todos. Alguna vez tenemos que respetar las cosas que nos piden que hagamos.