El actual escenario tecnológico muestra un enfrentamiento cada vez más agudo entre Estados Unidos y China. El primero, el líder indiscutido; el segundo, el emergente, el que hace todo para alcanzar tarde o temprano la cúspide del dominio de la tecnología.

Si bien la guerra tecnológica abarca todos los flancos (salud, seguridad, industria, etc) el sector de las telecomunicaciones implica hoy una suerte de transversalidad que lo vuelven central, sensible, neurálgico. No somos nada sin nuestro smartphone, no existimos sin señal. Y los dispositivos generan datos, los datos información y la información es poder.

Además del smartphone ya comienzan los tiempos de tener todo interconectado en una red inalámbrica de comunicaciones: el Internet de Todo. Y hasta podemos prescindir de mediar entre los dispositivos, ya que se pueden conectar entre ellos sin intervención del ser humano: el Internet de las Cosas.

En esta maraña de hiperconectividad, los que puedan dominar el sistema serán los nuevos (viejos?) poderosos, y en tal sentido China viene pidiendo (ganando) un lugar en la conversación.

De esta forma se puede ver que hoy la nueva generación de telecomunicaciones inalámbricas 5G muestra un marcado liderazgo de Huawei en despliegue de equipamiento de redes y principalmente en los estándares de transmisión: el RAN (Radio Access Network). Pero también, y desde este año, es la firma primera en ventas de smartphones. Tanto las redes como las terminales son parte del dominio de Huawei.

Esta superioridad se sustenta sobre bases cenagosas si consideramos la actual dependencia que tiene Huawei (y una porción significativa de los desarrollos de alta tecnología chinos) con respecto a la tecnología de compañías norteamericanas y/o de países aliados.

En tal sentido, los chinos necesitan de los semiconductores que fabrican en Taiwan las firmas TSMC y MediaTek para sus equipamientos y terminales; necesitan las memorias y displays que fabrican Samsung, LG y SKHynix desde Corea del Sur; necesitan las licencias tanto de Qualcomm, norteamericana, como de ARM, desde Reino Unido para las CPUs de sus smartphones, que a la vez requieren de software de Google (Android) para funcionar.

Y si bien, con elecciones en ciernes, desde Estados Unidos este es un momento interno propicio para ir contra los chinos, la realidad atemporal indica que la superpotencia no va a permitirse perder el liderazgo tecnológico. Sea Donald Trump o sea Joe Biden finalmente el próximo presidente, lo mismo da, el interés nacional primará sobre los colores partidarios.

OpenRAN, para frenar a los chinos

El oscuro escenario que plantean las dependencias descriptas se alimenta más aún con alternativas que propone Estados Unidos para esmerilar el negocio de Huawei en 5G, aduciendo cuestiones de seguridad, espionaje, falta de confiabiliad en equipamiento de origen chino. En tal sentido, Washington es la gran impulsora del OpenRAN (u Open Radio Access Network), un estándar diferente que competiría con la arquitectura RAN de hardware propietario que actualmente propone Huawei como principal player. La propuesta del OpenRAN es liderada desde el Congreso de los EEUU, desde donde se ha impulsado un programa para su investigación y desarrollo. Particularmente el senador demócrata Mark Warner lidera el consorcio de empresas que apoyan la iniciativa, donde se enumeran entre otras las norteamericanas Amazon, AT&T, Facebook, Alphabet (Google), Verizon, Ciena, Cisco y Hewlett Packard Enterprise; la japonesa Rakuten Mobile; la firma india Reliance Jio y los finlandeses de Nokia. Ninguna firma china participa.

En línea con la promoción del desarrollo del Open RAN, también se ha avanzado mucho en la tecnología para virtualizar gran parte de las redes móviles. Esto significa la utilización de software, principalmente de código abierto, para realizar operaciones que originalmente estaban asignadas a hardware y, por consiguiente, menores costos y mayor competencia para los fabricantes chinos de equipamiento (también mayor competencia para Nokia, Ericsson y Samsung que, no obstante, obtendrían su debida compensación por participar en la cruzada de Washington contra Huawei). A la vanguardia de la virtualización con la norma Open RAN estaría Rakuten, quien recientemente cerró un acuerdo con la operadora española Telefónica para virtualizar parte de sus redes de quinta generación. Rakuten se soporta en la tecnología de NEC, otra japonesa, que  ha creado un Core 5G que opera en la nube, con la capacidad de adaptarse a arquitecturas de red Open RAN y quitarle mercado a Huawei.

Las prohibiciones desde Washington

Si la promoción de una red alternativa como la OpenRAN puede considerarse de alguna manera una acción no directa para socavar la actual posición competitiva de Huawei en el mercado, el complemento de las prohibiciones impulsadas desde el Departamento de Comercio de EEUU (DoC) es por demás explícito.

Así, lo que comenzó siendo restricciones de las exportaciones de tecnología desde Estados Unidos particularmente a Huawei, se volvió prácticamente universal. Ya rige en la actualidad la obligatoriedad de una licencia especial para la venta de cualquier producto a Huawei que involucre tecnología y/o software norteamericanos, sean producidos localmente o en el extranjero. El primero en cortar la provisión de semiconductores a Hisilicon (la productora de chips de Huawei) fue TSMC, que a partir de las medidas dictadas por el DoC en mayo último dejó de tomar sus pedidos: todo su equipamiento es made in USA. Desde el 15 de septiembre, atendiendo a una nueva circular del DoC, le siguieron los coreanos Samsung, Hynix y LG, que suspendieron los despachos de displays y memorias; la lista podría continuar con Google, ARM, los japoneses, etc, todos de una forma u otra asociados tecnológicamente al Gran País del Norte.

En el horizonte, Made in China 2025

Como se puede apreciar, Estados Unidos va a utilizar todas las herramientas que tenga a mano para equilibrar la balanza tecnológica en 5G, que muestra hoy a China adelante pero con las reservas del caso anteriormente mencionadas. Washington pretende minar la ventaja que hoy detenta Huawei, que muestra un menú muy atractivo por performance y precios para economías ávidas de recuperar márgenes de ganancia, de actualizarse tecnológicamente y de estar mejor posicionadas de cara a la Industria 4.0. Habría que ver que tan confiables resulta en el tiempo si mantiene la actual dependencia.

En el corto plazo gana Estados Unidos. En el mediano plazo (hablemos de 2030) los resultados obedecerán al avance que logre en los mercados las alternativas chinas para 5G y a la firmeza en el cumplimiento de los objetivos que propone el Plan Made in China 2025, particularmente con respecto a reducir la dependencia y a alcanzar la frontera tecnológica, o sea, igualar a los norteamericanos en calidad de producción de tecnología. En el largo plazo… ¿estaremos todos hablando chino?