En medio de la tensión de la última recta de la campaña, a solo 12 días de las elecciones, los dos candidatos presidenciales de Estados Unidos, el mandatario Donald Trump y el exvicepresidente Joe Biden, se enfrentaron en el último debate y desnudaron sus principales diferencias: la gestión de la pandemia, la relación con otros países y la política migratoria.

Ambos candidatos llegaron a este último debate en la Universidad de Belmont, Nashville, con una clara ventaja a favor de la oposición en la mayoría de los sondeos presidenciales y con un número récord de votación anticipada. Como Hillary Clinton en la última elección, el candidato demócrata está encabezando las encuestas de voto popular aunque el colegio electoral podría revertir la tendencia.

A diferencia del debate anterior, esta vez ambos cumplieron los tiempos y, pese a algunos momentos de tensión, Trump mantuvo un trato cordial con la moderadora y aceptó la mayoría de las veces que lo cortó.

El primer tema de la noche, otra vez, fue la pandemia, que ya provocó más de 8,4 millones de casos y casi 223.000 muertos en EE.UU. Con el país alcanzando un tercer brote de contagios, las medidas de precaución volvieron a marcar la dinámica del debate, aún cuando Trump, de 74 años, dio negativo a un nuevo test de coronavirus.

Trump se mostró confiado en que el país está "dando la vuelta a la pandemia, se va a acabar" y sostuvo que los estadounidenses "están aprendiendo a vivir" con el virus y aseguró que "no hay otra opción que abrir la economía". Además, apuntó contra Biden y la oposición: "No podemos encerrarnos en un sótano como hace Joe", desafió el mandatario, luego que su rival, de 77 años, pasará gran parte del inicio de la pandemia en su casa.

Biden le replicó: "Dice que estamos aprendiendo a vivir con el virus pero estamos aprendiendo a morir por él", sentenció el exvicepresidente y aseguró: "Cualquiera que sea responsable de no poder controlar esta pandemia no debería ser el presidente de Estados Unidos”. Asimismo, advirtió que el país se encamina "a un invierno oscuro" y, aunque rechazó un cierre total del territorio y la economía nacional, sí advirtió que "si hay un nivel de positividad muy alto, es necesario cerrar para frenar la circulación del virus. Y cuando se abre hay que hacerlo con reglas".

Aunque el siguiente tema se centró en las denuncias sobre intentos de interferencia electoral de China, Rusia e Irán, la discusión inmediatamente giró hacia acusaciones cruzadas de corrupción y complicidades con estados extranjeros, principalmente Rusia. "Cualquiera que se meta con las elecciones va a sufrir el costo...pero lo voy a decir...a su abogado, (Rudolph) Giuliani le dan información de Rusia para que yo no sea electo presidente de Estados Unidos porque ellos me conocen y yo los conozco", denunció el líder opositor.

Trump contraatacó con otra denuncia: dijo que Biden "ganó millones con China y Rusia. En cambio, conmigo, nunca hubo un presidente más duro con China. Impuse sanciones y aranceles", replicó el mandatario y acusó al hijo de Biden de haber hecho negocios en Ucrania mientras su padre era vicepresidente.

Biden también se comprometió a impulsar un sistema de salud como el que promulgó Obama pero con una opción pública, es decir, una opción de cobertura garantizada por el Estado. "Con mi plan ninguna persona perderá su cobertura", aseguró y agregó: "La diferencia es que yo creo que la salud es un derecho, no un privilegio”. Trump lo acusó de proponer "una salud socialista".

Biden volvió a irritarse cuando Trump insinuó que había continuado la política migratoria del Gobierno de Obama y Biden. "Dentro de los primeros 100 días de Gobierno voy a mandar al Congreso un proyecto de ley para crear una posibilidad de regularización para 11 millones de inmigrantes", prometió. El mandatario, en cambio, defendió su política migratoria de frenar la llegada de inmigrantes antes que ingresen al territorio.