Argentina nuevamente vuelve a caer en el espiral distópico de sí debemos bajar el gasto público y los impuestos o hacer exactamente todo lo contrario. Claramente, el actual oficialismo está orientado al camino de la segunda opción, aumentar el gasto público para solventar su política social.

¿Cuál es el problema base de esto? Argentina no posee hoy en día una estructura fiscal que le permita hacer frente a la política social kirchnerista. Para entender nuestro contexto, por cada peso nuevo de déficit el Banco Central emite un nuevo peso para financiar al Tesoro. Y que como resultado la emisión monetaria es la más alta de los últimos 30 años.

Solo en lo que va del año, el BCRA emitió más de $1 billón para financiar al sector público. Es entendible, estamos en un contexto de pandemia, pero sí lo analizamos en términos nominales, ya se emitió más del 90% de lo emitido durante el 2018. Los $1.052.000 millones de asistencia directa del BCRA implican una emisión del 3,5% del PBI.

Ahora, ¿La emisión monetaria es la única forma para financiar el gasto público? La realidad es que no, el estado puede utilizar 3 formas: Deuda Externa, Emisión Monetaria y Recaudación vía Impuestos.

La opción número 1 está completamente descartada, Argentina perdió - nuevamente - la confianza de los mercados internacionales. Por ende nos queda solo dos opciones, emisión monetaria y recaudación impositiva.

Sí nos basamos en la corriente keynesiana que sigue el gabinete del actual gobierno, el gobierno puede seguir emitiendo dinero para estimular la demanda de bienes y servicios y así evitar que el exceso monetario derive en inflación. La realidad es que Argentina tiene un exceso de pesos y cada vez que vuelvan más billetes a las calles, las personas lo utilizan para comprar dólares - que escasean en el BCRA -.

Por ende, solo nos queda la última opción, que es la recaudación impositiva. Hace unos días, Mercedes Marco del Pont dijo que es mentira que Argentina es el segundo país del mundo con mayor presión fiscal. Capaz habría que recordarle a la actual titular del AFIP que en Argentina pagamos 165 impuestos y 69 mil regulaciones, es más, un trabajador promedio destina 202 días de trabajo SOLO PARA PAGAR IMPUESTOS.

La excusa que suelen utilizar para decir que Argentina puede seguir subiendo aún impuestos, es que según el último informe de CEPAL es necesario que América Latina y el Caribe aumenten su recaudación tributaria, que actualmente es de 23,1% del PIB en promedio comparado con el 34,3% de la OCDE.

Lo que es necesario entender es lo siguiente: Recaudar más, no equivale a aumentar presión tributaria. De hecho, sí desde el estado nacional se promulgara una reforma impositiva que hiciera bajar la carga fiscal en las empresas, se podrían abrir más pymes y por consiguiente, crear más trabajo.

Por otro lado, también hay que entender que el hecho de recaudar más, no necesariamente va asociado a un uso más eficiente de estos recursos. En Argentina no solo pagamos muchisimos impuestos, sino que además el estado es totalmente ineficiente.

Aprovecho este punto para mencionar que no sería necesario aumentar la carga impositiva, si se bajara y/o eliminara el gasto público innecesario. En el año 2003, el gasto del sector público consolidado alcanzaba el 22,7% del PBI. Trece años después, en 2016, llegó a un récord de 41,5%, subiendo como no lo había hecho en casi ninguna economía del planeta. A simple vista cualquier persona podría entender que es imposible sostener un gasto público tan alto.

Entonces, podemos preguntarnos ¿Qué es mejor  para reducir el déficit público, una baja del gasto público o un aumento de los impuestos? Según dos profesores de Harvard (Alesina y Ardagna), los recortes tributarios son más expansivos que los aumentos del gasto en los casos de estímulo fiscal. Para los ajustes fiscales, los recortes de gastos son mucho más efectivos que los aumentos de impuestos para estabilizar la deuda y evitar las recesiones económicas. De hecho, varios episodios en los que la reducción del gasto público adoptada para bajar el déficit se vio asociada a períodos de crecimiento económico, no recesiones.

No es solo una teoría económica, sino el análisis histórico y económico de los últimos años de la sociedad lo que comprueba que a menor gasto público y mayor recorte tributario, los países crecen más, justo lo que necesitamos en Argentina.