Más allá del resultado de la guerra, es muy posible que Rusia sufra un declive en su status internacional durante los próximos años. Las sanciones internacionales, sin precedentes en términos históricos por su contundencia y amplitud, sumadas al pobre crecimiento económico de los últimos años, le dificultarán al Estado ruso financiar su estrategia internacional.

La difícil situación económica, su relativa desconexión de la economía global, y la continuación de las confrontaciones con Occidente, pondrán al país en una posición de mayor vulnerabilidad. Frente a todo esto, el futuro de Rusia podría asemejarse a Irán: una importante potencia regional, pero con una limitada capacidad de proyectar poder a nivel global y con una economía debilitada.

Inclusive antes de la guerra, Rusia venía perdiendo posiciones en la economía mundial. Luego de la crisis financiera en 2008, nunca pudo volver a alcanzar un crecimiento del 5% anual, y después de la captura de Crimea en 2014, nunca llegó al 3%. Para 2022 se estima que el PBI se contraerá un 10%, una cifra solo comparable a la caída del 14% de 1992, un año después de la disolución de la URSS.

En términos comerciales, Rusia apenas genera el 1,9% de las exportaciones mundiales, un número por debajo de Taiwán y similar a Emiratos Árabes Unidos (EAU). En importaciones, representa el 1,3%, por debajo de Polonia y Emiratos Árabes Unidos, y apenas por arriba de Turquía y Tailandia. Finalmente, si se observa la inversión extranjera directa, Rusia recibió casi 10 mil millones de dólares en 2020, una cifra que palidece frente a sus socios del BRIC en el Noreste de Asia, y que resulta similar a los 8,4 mil millones que recibió Chile.

Si bien en el corto plazo las sanciones no detendrán la guerra, sí perjudicarán a la economía rusa en el mediano o largo plazo, en tanto afectan diversos sectores que aportan valor agregado, que se insertan en cadenas globales de valor, y que diversifican la canasta de exportaciones. Muchas de las sanciones apuntan a bienes transables, como manufacturas o alimentos. Estos son productos que Rusia ha buscado promover para reducir su dependencia de los hidrocarburos. Además, dado que muchas multinacionales se corresponden con estos sectores, puede intuirse que el retiro de dichas empresas descapitalizará a la economía rusa y se perderá la posibilidad de incorporar nuevas tecnologías. 

La economía rusa no colapsará por el retiro de las multinacionales, ni tampoco por las sanciones. Pero sí profundizará su dependencia de las exportaciones de materias primas, hecho preocupante para Moscú si se advierte que -a cifras de 2021- cerca de 70% de las exportaciones rusas eran commodities. Habiendo erosionado su economía, el Estado ruso tendrá mayores dificultades para financiar a sus FF.AA. y su diplomacia, lo que debilitará su status internacional. Rusia no dejará de ser un Estado autónomo, ni se convertirá en un Estado satélite, pero la pérdida de recursos afectará su capacidad de proyectar poder. 

En términos más simples, con una torta que se achica, las porciones también disminuyen, y las FF.AA. deberán enfrentar el dilema de la sábana corta, viéndose obligadas a elegir prioridades. Dado que la mayoría de las amenazas que enfrenta Rusia son territorialmente contiguas, la prioridad irá al ejército, lo que perjudicará al resto de las fuerzas y a los programas de modernización militar, fundamentales para tratar de equiparar a las fuerzas rusas con las de OTAN. 

A pesar del golpe que una “iranización” significaría para el Kremlin, esto no sería necesariamente una mala noticia para Beijing. A la dirigencia política china le alcanza con la existencia de un régimen afín en Moscú. Al compartir frontera, una mala relación demandaría el despliegue de cuantiosas tropas para custodiarla. De tener que hacerlo, Beijing tendría que reorientar inversiones hacia su ejército, perjudicando a su armada y su fuerza aérea, herramientas que necesita para interactuar en Asia Pacífico, donde aspira a construir una primacía regional. Todos estos puntos indican que las consecuencias de la guerra en territorio ucraniano tendrán impactos geopolíticos mayúsculos en el largo plazo por venir.