Como generalidades suelen destacarse la mano de obra calificada con capacidad de brindar servicios de calidad en el país y en el mundo, una dotación de recursos naturales relativamente abundante y una -lamentablemente demostrada- capacidad de adaptación y readaptación frente escenarios económicos adversos.

Sin embargo, evidentemente no es suficiente para sostener un proceso de crecimiento, diversificando y ampliando capacidades productivas a la par que se transforman las condiciones de vida. Desde la tradición heterodoxa se ha señalado históricamente la relevancia de la dependencia financiera y la escasez de divisas como el principal condicionante de estos procesos.

De allí surgió la famosa expresión del “stop & go” para explicar el comportamiento cíclico de la economía. Al menos durante la vigencia de estos ciclos, tuvimos la oportunidad de tener algún “go” después del “stop”. Sin embargo, aún viniendo del “stop” más grande en términos históricos por los últimos tres años de recesión, podemos enfrentarnos nuevamente en 2021 a un escenario de restricción al crecimiento por escasez de divisas.

Esto se debe a un único proceso de largo plazo que es la extranjerización del excedente generado en la economía local. Con incentivos nulos o muy débiles para el ahorro en moneda local y sin alternativas tentadoras en la economía real para canalizar esos excedentes, su destino inmediato es la moneda extranjera (o, en el mejor de los casos, el que se considera su mejor sustituto en la Argentina: el ladrillo).

La versión más difundida de este fenómeno es la fuga de capitales pero también, como se vio en el transcurso del 2020, otros mecanismos pueden emplearse generando el mismo resultado sobre las reservas y el tipo de cambio.

Adelantamiento de importaciones, pagos anticipados de deudas financieras y comerciales y retraso en la concertación de exportaciones, entre otros, hicieron que haya sido muy pobre el saldo en las reservas para el Banco Central el año pasado -cayeron 5.400USD millones- a pesar de tener una importante caída en la actividad interna y un dólar que no se retrasó  en términos reales durante todo el año e inclusive aceleró su ritmo de depreciación desde diciembre.

Todas estas estrategias alternativas no tardan en aparecer cuando, como consecuencia de los controles cambiarios, surgen distintos tipos de cambio y la “brecha” entre un tipo de cambio oficial y las distintas variantes de dólares paralelos. La gestión económica cuenta con herramientas para administrar esa brecha que tardaron en emplearse, aún contando con un experimentado equipo de gestión en materia de controles cambiarios.

Como destaca el CESO en el informe especial “¿Qué hacemos con la deuda y el FMI?”, la ampliación en la emisión de DEGs por parte del Fondo que equivale a una inyección de liquidez internacional que le daría un respiro adicional de 3.300 USD millones a nuestro país. El reducido margen de maniobra no desaparece ya que se origina en un magro resultado comercial que fue de 13.000 USD millones en 2020 y, con el crecimiento esperado para 2021, dadas la administración actual para el comercio exterior, se reducirá a 10.000 USD millones.

Con esto deben financiarse los 200 millones de dólares mensuales para la compra minorista, el monto en el que se estabilizó esta variable a partir de los controles de octubre. Si el año próximo no se reduce la demanda de dólares para la cancelación de préstamos financieros, títulos y líneas de crédito que se llevó más de 7.000 USD millones.

En 2020, las posibilidades de tener un crecimiento superior al 5% ya se ven muy comprometidas. Cabe destacar que, como resultado del proceso de endeudamiento privado iniciado en enero de 2016 interrumpido en abril de 2018, a pesar de venir cancelando deudas desde el inicio de la crisis, todavía queda una posición acreedora por otros 7.000 USD millones que se buscará seguir achicando los próximos meses.

El condicionante que genera la deuda privada en moneda extranjera vuelve a limitar las posibilidades de crecimiento para el año próximo. Pero no es una novedad sino que se relaciona directamente con el proceso de especulación financiera de 2016-2018. Con la ventana de financiamiento que abrió el pago a los fondos buitre y las altas tasas en pesos que había en el mercado local, las empresas prefirieron endeudarse en dólares en lugar de usar su efectivo en moneda local.

Así armaron la estrategia de carry trade los actores locales que podían emitir deuda en el mercado internacional. Para cancelar esas deudas, en 2020 se destinó la mitad del saldo comercial acumulado en el año.

Así se propagan los efectos negativos de las devaluaciones y las recesiones a los años siguientes, profundizando y alargando los períodos de “stop” a la par que se acortan y limitan los períodos de “go”.

El mismo ciclo que conocemos hace 70 años hoy se encuentra más condicionado por nuevos instrumentos financieros y una mayor movilidad de capitales a escala global. Por eso el 2021 será para la Argentina otro año donde la restricción externa seguirá condicionando el crecimiento.