Este año se cumplen 10 años desde que nuestro país comenzó a utilizar el sistema de Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) como método de selección de las candidaturas para cargos nacionales. A pesar de ello, los partidos y las coaliciones se muestran desconfiados de este sistema y más bien prefieren acordar las candidaturas y evitar las primarias.

Nuestro sistema de PASO es muy similar al utilizado en Uruguay donde las distintas facciones de los partidos y los distintos partidos que integran las coaliciones o frentes partidarios definen sus candidaturas a través de elecciones primarias en las que la competencia efectiva es la regla antes que la excepción.

Faltan pocas semanas para el cierre de alianzas partidarias y algo menos de un mes para la presentación de listas para las PASO del 12 de septiembre. En los últimos días las disputas internas en el seno de la principal fuerza opositora, Juntos por el Cambio, han estado a la orden del día.

Resolver las candidaturas mediante una primaria parece ser para algunos dirigentes del principal conglomerado opositor un anatema, algo que sí o sí debe evitarse. La competencia interna es vista por algunos dirigentes como un factor de debilidad de cara a las elecciones legislativas de noviembre de este año.

Evitar la competencia interna sería un grave error. De hecho, lo más sano que podría hacer Juntos por el Cambio es definir tanto sus listas de diputados como de senadores utilizando las PASO en todos los distritos en los que sea posible. Nada sería más errado que definir las candidaturas mediante acuerdos de cúpula que consagren listas de unidad.

Si bien la ley de PASO permite poca flexibilidad para la definición de candidaturas presidenciales y de Senador en las que la elección interna es un juego de suma cero en el que el ganador se lleva todo, en el caso de las listas de diputados nacionales la legislación concede bastante flexibilidad a las autoridades partidarias respecto de las reglas para la competencia interna. Nadie debiera temerle a las PASO en tanto las reglas sean lo suficientemente benévolas para quienes no integren las listas más votadas.

Los motivos para utilizar las PASO de manera efectiva son varios. En primer lugar, difícilmente puede entusiasmar al votante independiente concurrir a ratificar una lista de unidad consagrada mediante un acuerdo de cúpulas. Más aún en el contexto de la pandemia.

No solo eso, las candidaturas surgidas de la competencia interna son candidaturas más sólidas. Las nominaciones de Mauricio Macri en agosto de 2015 como candidato presidencial de Cambiemos y de Horacio Rodríguez Larreta en abril del mismo año como candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dan cuenta de ello. Macri triunfó abrumadoramente en la primaria de Cambiemos, pero a nivel nacional solo obtuvo un 24% de los votos, frente al 30% de su coalición. Rodríguez Larreta obtuvo 60% de los votos en la interna de Unión PRO de abril de 2015 frente a Gabriela Michetti. Pero los votos de ambos sumados totalizaron un 47,5% del total de votos válidos. Difícilmente Unión PRO habría obtenido ese porcentaje de votos en una interna con candidato único.

Los cierres de alianzas y listas son desde ya momentos de tensión para los partidos políticos. Con o sin PASO ello siempre será así. Pero las PASO otorgan a las fuerzas políticas una herramienta para dirimir sus contiendas y a la vez una oportunidad para entusiasmar al votante. La alta participación de afiliados en la elección de autoridades del radicalismo este año debería abrirles los ojos a quienes dentro de Juntos por el Cambio pretenden evitar la instancia de competencia en las PASO.  

Nadie es tan importante en el armado opositor -ni en ningún espacio político- como para poner condición para ser candidato la ausencia de competencia interna. Quienes realizan planteos de esta índole deberían más bien dejar de lado su pretensión de ser estrellas y aceptar introducirse en el barro de la política.

Quienes en su momento negaron a potenciales rivales la posibilidad de competir en una interna terminaron de hecho obteniendo malos resultados. Cuatro años atrás Cristina Fernández de Kirchner se negó a competir con Florencio Randazzo en una primaria. De haberlo hecho, su espacio habría obtenido una cómoda ventaja en la provincia de Buenos Aires en agosto de 2017 y posiblemente la hoy vicepresidenta habría resultado la candidata más votada en octubre de aquel año, sumando una banca más para el peronismo.

La experiencia comparada deja lecciones similares. En las elecciones presidenciales chilenas de 2009 el candidato oficialista Eduardo Frei le negó a Marco Enríquez-Ominami la posibilidad de competir en una primaria para dirimir la candidatura presidencial de la Concertación por la Democracia. Enríquez-Ominami compitió por fuera de la Concertación obteniendo un 20% de los votos. La división en el oficialismo le facilitó el camino al Palacio de la Moneda al entonces opositor Sebastián Piñera.

Las PASO son una excelente herramienta para fortalecer la vida interna de los partidos políticos y las coaliciones, aparte de brindarle al ciudadano la oportunidad de desempeñar un rol relevante a la hora de definir su perfil. La dirigencia debe perder de una buena vez el miedo a utilizar esta herramienta. De lo contrario, si la competencia interna termina siendo más la excepción que la regla, cabría evaluar si no hay razones de peso para modificar la legislación.