La escasez de dólares sigue siendo el problema más agudo de la economía argentina. Con vencimientos de deuda imposibles en el año, hoy solo nos sostiene un flujo lo suficientemente superavitario en materia comercial. La posición de reservas sigue débil, con un stock en el orden de los U$S 2.000 millones una vez descontados los conceptos contables no disponibles de manera directa para el Estado Argentino.

En cualquier caso la escasez de dólares no anticipa un colapso inminente. Se puede seguir administrando por medio de medidas restrictivas, no exentas de costos en materia de actividad. Sostener el superávit de balanza de pagos será esencial en los próximos años, y para eso cada dólar cuenta.

Hoy la debilidad macro financiera se expresa en un mercado de cambios frágil, con una segmentación amplia y cada vez más difícil de sobrellevar. La brecha cambiaria sigue escalando y hoy vuelve a estar cerca de los máximos de octubre 2020. Esto genera distorsiones con cada vez más agentes que buscan ‘arbitrar’ esa brecha y tiene conexión con la economía real a través de subas de precios de cobertura.

Estas complicaciones en el frente externo no impidieron un buen desempeño en la política de financiamiento, que con algo de malabares logró fondear cerca del 30% del déficit del año pasado, además de cubrir los vencimientos de corto plazo. La tasa de interés fue consistente con el estado actual de la macro y si bien buena parte de la composición de esta deuda está indexada a CER, sigue siendo mucho más deseable que el endeudamiento en dólares para pagar gasto corriente.

Claro que la exigencia de financiamiento sigue siendo pesada. Un punto y medio PBI arriba del promedio de los últimos veinte años. Nada distinto podría esperarse con la estela que deja una pandemia, con una situación socio económica tan debilitada.

Aún así es promisorio que el rojo fiscal primario se redujo a más de la mitad el último año. Incluso con el programa más gradual que propone Mecon al FMI, no debería tardar más de tres años en poder consolidar un nivel de déficit enteramente financiable en el mercado doméstico. El discurso fiscalista abusa de una consigna ideológica sin dimensionar correctamente el estado actual de nuestra economía. Hoy el problema siguen siendo los dólares; no los pesos excedentes. El perfil de vencimientos para los próximos años sigue siendo muy pesado, con o sin acuerdo FMI.

En un contexto tan agudo para la posición de reservas, se vuelve perentorio buscar alternativas para racionalizar erogaciones en dólares. En el mejor escenario lo que se viene es una ventana de tres años para sumar dólares y afrontar los vencimientos más fuertes con privados desde 2025. En el peor de los mundos nuestro país va a entrar en sucesivos atrasos con el FMI por la falta de un acuerdo, y estará también comprometido el ingreso de dólares por medio de otros organismos multilaterales en créditos vinculados al desarrollo.

Como difícilmente el frente financiero revierta su saldo negativo en el corto y mediano plazo, toda otra fuente de ahorro es útil para evitar que el saldo comercial positivo se consuma como un fósforo. Uno de los rubros de la cuenta capital que sigue implicando salida de dólares es la formación de activos externos vinculada a la compra de dólares de personas humanas, conocida como ‘dólar ahorro’. Si bien su incidencia se redujo primero por el mecanismo de control de cambios macrista de septiembre de 2019 y posteriormente por las mayores restricciones tras el pico de agosto 2020, su incidencia sigue siendo significativa para una posición de reservas tan delicada.

Más aún, uno de los determinantes de la adquisición de dólar ahorro es la brecha cambiaria, y en momentos como el actual donde vuelve a ser muy elevada, la compra de dólar ahorro vuelve a crecer. Llevamos seis meses consecutivos de aumento.

Poner más limitantes administrativos para su acceso podría ser una alternativa, pero el mecanismo ha mostrado sus limitantes. Hoy el dólar ahorro funciona tan solo como un subsidio a sectores medios a altos.

Estimamos que con su eliminación se podrían ahorrar alrededor de U$S 1.500 millones en 2022, dada la mayor cantidad de compradores respecto al año pasado. Como alternativa se podría facilitar el acceso a un mercado de dólar financiero libre, que a su vez sería una posta intermedia para la unificación cambiaria en el mediano/largo plazo.

Otras posibilidades serían restringir más las importaciones, tanto de bienes como de servicios, o llevar a cero la intervención en el mercado de bonos. No son alternativas incompatibles entre sí. Lo seguro es que terminar con el esquema de dólar ahorro garantiza por un lado un ahorro de dólares significativo, corta con un subsidio regresivo sobre sectores medios/altos y tendría escaso (o efímero costo político).