El 28 de abril de 2017 se podía leer que “cuando Macri asumió el cargo en diciembre de 2015, enfrentó un desafío bien complicado en el plano macroeconómico. La economía estaba transitando sobre un sendero insostenible, debido a las políticas macroeconómicas inconsistentes llevadas a cabo por su predecesora, Cristina Fernández de Kirchner. Esas políticas provocaron desequilibrios que erosionaron la competitividad de la economía y generaron un drenaje de las reservas de divisas”. Este es un fragmento de una columna de opinión del actual ministro de economía Martín Guzmán

Hoy convertido en ministro y con la negociación de la deuda con el FMI a su cargo tuvo que ir a la casa de esa misma Cristina Kirchner a alinear la estrategia de negociación. Esas inconsistencias de las que hablabla Guzmán seguramente se referían al déficit fiscal, emisión monetaria por sobre la demanda y caída de reservas internacionales. ¿No son acaso las mismas inconsistencias de hoy en día? Bueno, en el gabinete económico están convencidos de que Argentina está en crecimiento y no hay que frenar ese proceso. En el FMI ven la tendencia de crecimiento del país y sostienen que es sólo la recuperación pospandemia. 

La cuestión es central, porque la mirada de Guzmán es que puede entonces seguir acompañando el crecimiento con una retirada muy gradual del sector público. Por cierto, lo cual indica que tampoco confía en que el país está en esa senda de crecimiento. 

No es tanto el déficit lo relevante sino el financiamiento donde el menú sigue acotado. Como bien mencionaba el Ministro en otra nota en 2018: “El derecho a emitir dinero que tiene un banco central constituye una fuente de ingresos. El señoreaje es igual a la suma de la variación de saldos de dinero en términos reales y el impuesto inflacionario”. buena parte del déficit se cubre con emisión. El 70% del déficit de 2021 se cubrió con la asistencia del BCRA al Tesoro. El señoreaje puro (aumento de la demanda real de dinero) se está agotando con la aceleración de la expectativa de inflación y depreciación del peso. Si el déficit no se corrige y la actividad no es muy generosa de manera que eleve la demanda de pesos, el señoreaje será pagado sólo con más impuesto inflacionario.

Adicionar inflación al 50% del 2021 pone a la economía en una situación frágil. Guzmán por sus declaraciones parece que tiene muy en claro todo esto, resta entonces pensar que existen razones políticas por las cuales no se puede consensuar poner un freno a la emisión esperada para 2022. 

En la reunión donde el Ministro de Economía le presentó a los gobernadores el grado de avance de las negociaciones Axel Kicillof pidió un cambio de estrategia debido a que Estados Unidos estaría bloqueando la capacidad de llegar a un acuerdo. Santiago Cafiero viajó al país del norte para reunirse con el Secretario de Estado Antony Blinken y lejos de encontrar un apoyo incondicional de Joe Biden se topó con un apoyo a que Argentina siga negociando con el FMI: una respuesta más que lógica de un gobierno demócrata. ¿Acaso esperaba un pragmatismo similar al de Donald Trump en 2018 cuando dio luz verde al acuerdo Stand By?  

La voz del gobernador de Buenos Aires parece que empieza a tener eco. El 3 de febrero Alberto Fernández estará en el Kremlin de manera casi inentendible cuando escala uno de los conflictos globales más importantes en las últimas décadas entre Ucrania y Rusia. Difícilmente se llegue a un conflicto armado tan rápido, pero una foto de Fernández con Vladimir Putin en medio de las crecientes fricciones con Europa occidental, la OTAN y Estados Unidos, ¿en qué posición dejan al país? ¿Hay una especie de coqueteo con la autocracia (la gira de Fernández sigue hacia China) en detrimento del liberalismo demócrata de Washington? Parece que el plan de cambio de estrategia está en marcha, seguramente un intento espurio adicional que se suma a la lista: cambio de deuda financiera por acción climática, reducción de sobrecargos, acuerdos a 20 años, obtención de los DEG sobrantes, etc. 

La cuestión del FMI ya pasa a ser un entretenimiento, no es el principal problema de la economía argentina. El ajuste por las buenas o por las malas será la constante para los próximos dos años y eso empieza a desmotivar a la coalición de gobierno, excepto al Presidente que en su (extraña) retórica insiste en la posibilidad de un segundo mandato.