La reunión del pasado miércoles se puede interpretar desde distintas ópticas, varias realidades superpuestas en una negociación (al menos hasta ahora) fallida. De cualquier forma destaca lo irrelevante de lo anunciado con la atención recibida. Quizás el anuncio implícito fue solo despejar las dudas de que el acuerdo está muy lejos de concretarse.

Una primera tiene que ver con una mirada desde lo estrictamente político-interno. El gobierno aprovechó el telón de fondo de la (no) presentación de los números de la negociación para seguir criticando a la gestión anterior. Al mismo tiempo expuso las diferencias dentro del oficialismo con posiciones como las de Alberto Rodríguez Saa en un extremo o la crítica sutil de Axel Kiciloff acerca de la necesidad de cambiar la estrategia.

En ese sentido, una reunión cargada de cruces entre halcones y palomas ya no de Juntos, sino halcones y palomas del Frente. Martín Guzmán ofició de equilibrista y aportó su templanza y tranquilidad. En parte habló en términos que le gustan a la Vicepresidenta, pero con un lenguaje y matiz menos rupturista. Si se tiene que hacer una lectura, un triunfo del ala dura del Frente.

Un efecto similar se dio en la oposición, la fractura respecto a si participar o no de la reunión expuso diferencias. La más acertada, a nuestro juicio, era la de discutir en el Congreso sobre base de números concretos. El resto, es un juego para la tribuna o la búsqueda de una foto para coparticipar fracasos de la negociación. De todas formas, logró un cometido que fue el de seguir dividiendo a la oposición que luego dirimió sus diferencias en reuniones internas.

La segunda tiene que ver con una mirada desde la política internacional y la geopolítica. Guzmán quiso dejar bien en claro que es Estados Unidos quien está detrás de las negociaciones. Poca novedad, pero a la luz de que Argentina está por transformarse en el país que presida la CELAC, quizás intentó exponer que detrás de la negociación hay intereses más profundos que tienen que ver con la influencia de China en la región desde que se sabe que el organismo poca simpatía tiene con Estados Unidos.

Nuestro país es poco relevante en materia internacional, pero es cierto que la posición de América Latina en un mundo donde convive una potencia ascendente y otra declinante (en términos relativos) sí es importante. No es solo el patio trasero del país norteamericano, es una de las regiones que más recursos naturales concentra en un mundo que se encamina a la necesidad creciente de dichos recursos.

Incluso uno podría ir más allá y ver la reunión como parte de un nuevo capítulo de las críticas que recibe el FMI por parte de lo que hoy es "mainstream" en materia de arquitectura financiera internacional. El mismo día de la reunión, el economista Kennet Rogoff publicó un artículo en Project Syndicate acerca del desdibujado rol del FMI y la necesidad de reformar algunas instituciones post covid. Multilateralismo que en el pasado reciente abrazó Guzmán y del que ahora se muestra mucho más crítico. Quizás lo que el ministro no advirtió es que el mundo no abraza la idea de transformar al FMI en un banco de desarrollo que otorga ayuda, las deudas se pagan y los intereses corresponden, por más apoyo parcial que reciba acerca de la marginal discusión acerca de los sobrecargos.

La tercera mirada es estrictamente económica. La posición irreconciliable el ministro dio a entender que pasa a través del sendero fiscal. Sucede que sin sendero fiscal no hay meta de emisión, sin meta de emisión tampoco hay funcionamiento claro del mercado de cambios. En 25 meses no pudo el Ministro no pudo darle más vueltas a la cuestión de dibujar un ajuste fiscal, cuando hubo que exponer los números el relato es lo que le complica. El ajuste fiscal está dispuesto a hacerlo, pero en forma disimulada y desordenada a través de los beneficios de la inflación en las cuentas públicas. Esta dificultad es hija de una posición de Cristina Kirchner que no puede encontrarle la cuadratura a un círculo. No quiere inflación, no quiere ajuste y no quiere deuda. Esa trinidad imposible es la que no parece comprender parte del gobierno.

A pesar de mostrar que existe un solo punto de disputa en la discusión, sospechamos que son más. Un ejemplo es la meta de reservas. Difícilmente el FMI esté conforme con un mercado ilegal que opera a 100% de diferencial con el que se usa para el comercio internacional. Difícilmente la política de precios y salarios expresada en una mayor necesidad de coordinación implique lo mismo para Guzmán que para el staff del FMI.

La suba de la tasa de interés es un ejemplo del nivel de contradicciones con los que se está manejando la política económica y esa política de coordinación de expectativas. Si la inflación esperada es del 33% la suba de tasas dispuesta el jueves por el BCRA es exagerada. Si se sigue mintiendo con la inflación esperada es imposible coordinar expectativas.

Si no se tiene un objetivo lógico y una trayectoria de las variables nominales es en vano hacer ese tipo de políticas. Y es justamente donde se siente cómodo el ala albertista del gobierno, en el ámbito de la improvisación y la falta de definición, es en ese contexto que puede enredar las discusiones irreconciliables dentro de la coalición.

En concreto, una reunión de informe de avance con el FMI para decir que no hay avances. A 3 meses de vencimientos fuertes y con un calendario de pagos imposibles de cumplir, el país está más cerca de tener que elegir entre dos opciones: default o aceptar las condiciones del FMI. Ambas tienen consecuencias que pueden convulsionar el escenario económico y político. Sólo que quizás cambia la secuencia: la primera más lo económico y luego lo político, la segunda primero lo político y después lo económico.