La difícil coyuntura se empieza a notar cada vez con mayor evidencia. Ya no es solo la alta inflación y la falta de dinamismo de la actividad, sino que se hace cada vez más claro que el país no puede funcionar con el tipo de cambio oficial que tiene actualmente. La sequía cristalizó esto y la falta de disponibilidad de dólares obliga al gabinete económico a improvisar medidas.

Esta semana se confirmó un nuevo tipo de cambio que operará para economías regionales y algunos granos en medio de reuniones del Ministro S. Massa con autoridades del FMI y del viaje del Presidente a Estados Unidos con miras a buscar apoyo del organismo internacional. El apoyo que se busca es para reducir las exigencias, principalmente la meta de reservas internacionales, que tiene acordado el país con el Fondo.

La otra medida que sigue generando ruido es la del canje de títulos a organismos públicos. El canje, sumado al nivel escaso de reservas, generó expectativas negativas que amplifican la crisis sobre las reservas netas. El financiamiento del Tesoro está comprometido a medida que se resquebraja esa confianza.

A este panorama hay que sumarle el impacto negativo en la actividad de la baja disponibilidad de dólares, la sequía y la caída del salario real.

Parece ser el peor escenario para el oficialismo de cara a enfrentar un año electoral. Ajuste fiscal y sequía es algo difícil de sortear.

No habrá que esperar mucho para ver nuevas medidas de urgencia en este contexto. Posiblemente el dólar diferencial no pueda traer un alivio para compensar el menor ingreso de dólares debido a menores exportaciones del agro. Es esperable más medidas sobre la restricción al acceso de divisas. Principalmente vemos como algo factible que se restrinja el acceso al dólar aún más para el pago de deuda de privados y turismo emisivo.

Si se busca un error de política económica para haber llegado a esta situación, en lo inmediato, surge la decisión de no haber corregido el tipo de cambio al momento de asumir el nuevo ministro de economía. En ese momento las declaraciones de su principal macroeconomista, el secretario de política económica, parecían demostrar el convencimiento de que se necesitaba un desdoblamiento con un tipo de cambio comercial más alto.

En ese momento la falta de consenso político dentro de la fuerza oficialista fue lo que aplazó ese rumbo; habrá que ver si las actuales condiciones más críticas logran torcer voluntades en el curso del año.

En nuestra opinión, el gobierno hará lo imposible por no devaluar en 2023 y lo puede lograr, sólo que en el medio va a ir tomando medidas que harán cada vez más evidente la necesidad de avanzar en ese frente.

Esto podría elevar la incertidumbre hasta el punto de generar problemas en el lado financiero de la economía. Algo típico en una crisis inflacionaria.

Aun así, a medida que pasen las semanas, el calendario electoral condicionará cada vez más a la posibilidad de hacer correcciones necesarias (y de manera prolija).