Con el Presupuesto 2023 casi por salir queda ahora la duda de cómo se encara el 2023. Un año que será impar (electoral) y donde habrá que profundizar el ajuste en un escenario que va a estar signado por dos amenazas constantes.

En primer lugar, el riesgo del roll over de la deuda y la necesidad de conseguir fondos para cubrir el déficit primario y financiero. A medida que se acerque el período electoral, las chances de renovación de la deuda van a bajar y las carteras de los fondos cautivos en el mercado local corren el riesgo de dolarizarse.

En segundo lugar, la suba de la pobreza. Si bien creemos que la actividad no entrará en una recesión profunda, la elevada inflación en conjunto con una economía estancada son un combo para que la crisis social siga agotando a la sociedad.

El conflicto distributivo de hecho es el escollo más grande pensando más allá de 2023. La necesidad de corregir el tipo de cambio dada la escasez de divisas implica, al menos por un tiempo, asumir una mayor pobreza.

Más aún, las chances de dar ayuda social por sobre el actual nivel de gasto es limitada. La capacidad de financiar una transición con deuda también se achica dado el contexto internacional. Las dificultades de continuar con el señoreaje acotan la capacidad de dar señales de reducir la inflación.

Las opciones se reducen a una reorientación del gasto desde el “necesario” para el crecimiento hacia el gasto social para aliviar tensiones, al menos durante la transición. El BCRA tendrá que manejar una política monetaria algo ambigua pensando en que en nuestra economía las decisiones de tipo de cambio impactan en la distribución del ingreso.

Sin embargo, “falta mucho” para llegar a esos dilemas. Por lo pronto, el gobierno cerró la negociación para reducir la deuda externa en dólares con el Club de París, una buena señal incluso para los títulos en general.

El otro frente sin resolver es justamente la cuestión cambiaria. No parece que haya razones para posponer un aumento del tipo de cambio más que la restricción política interna del oficialismo. Sobre este punto es donde no encuentra el aval el Ministro de Economía y esto obligará a convivir con la demanda de cobertura por el miedo a la corrección cambiaria y la necesidad política de evitar esa corrección.

Mientras tanto, de continuar con el statu quo, se vivirá el próximo semestre con inflación alta, múltiples tipos de cambio y una actividad estancada sólo sostenida por la impaciencia que genera en el consumo la suba sostenida de precios. Habrá que ver hasta cuándo el mercado está dispuesto a financiar la continuidad.