La inflación es, por definición, el aumento generalizado de precios. Por ende, no es posible echar la culpa a unos pocos productos del cuadro que sufrimos los argentinos.

-La carne está ahora en el banquillo de los acusados.

-El cierre a las exportaciones cárnicas no puede resolver el problema. Y no es inocuo, es perjudicial.

El problema del precio de la carne es una cuestión estacional (además de un tema de salario real) donde si se deja libertad de comercio, a la larga, la oferta logrará mejorar la situación.

El aumento de precios de una sola vez no es lo mismo que el incremento de precios en forma sostenida, a lo largo de un período considerable. En este caso es inflación, que proviene del manejo en la cantidad de dinero.

Es cierto que el precio de la carne ha subido por encima de la tasa inflacionaria. Pero no es demasiado visible. El nudo de la cuestión está en la inflación endémica.

Resulta inaudita la proyección oficial sobre la inflación. Y más todavía que se insista en ella, porque la cuestión de las expectativas tiende a agravarse, dado que el público va asimilando la palabra oficial con el error o la mentira.

Hay que mirar la realidad con frialdad. Las perspectivas de llegar a una tasa de inflación anual menor al 50% son prácticamente nulas.

El Banco Central continuaría con su esquema de gran emisión para financiar al Tesoro. A su vez, este organismo habrá de proseguir con su plan de colocación de deuda en el mercado local.

Y para colmo, las expectativas juegan en contra. La reciente estimación de la OCDE revela que la Argentina recién volvería al nivel de PBI per cápita pre- COVID, en el año… ¡2026!

La escuela monetarista no se equivoca. Podrá haber diferentes componentes que afectan la inflación, pero al final del día, el problema radica en la cantidad de dinero y la demanda de éste por parte de la gente.

La teoría cuantitativa del dinero es verdaderamente importante, para entender el problema, no porque se gasta sino porque éste se guarda.

El problema derivado del COVID y la necesidad de “mostrar” mejoras económicas, para enfrentar las próximas elecciones, aseguran una fuerte emisión de dinero.

El Estado prebendario es, por definición, deficitario y sus desequilibrios son financiados con emisión, créditos externos y títulos públicos al mercado interno.

En la política económica se aprecia con claridad la influencia de la escuela económica estructuralista latinoamericana que tiende a confundir consecuencias con causas. La puja salarial, la teoría de la inelasticidad de la oferta, la distribución sectorial del ingreso y presión de demanda (externa o interna) son los principales argumentos que no dejan ver que la raíz monetaria de la inflación.

Cuando un país cuenta con un Banco Central realmente autónomo y cuando mantiene un cuadro fiscal saneado, dentro de un esquema de derechos de propiedad casi sagrado, de apertura económica, de un mercado de trabajo flexible con un entorno político-institucional que brinda previsibilidad, la inflación tiende a desaparecer.

La competitividad internacional de una economía se eleva mediante incrementos en su productividad, esto es la producción total por unidad de factor de producción. Pero, la Argentina nada en el río de la involución.

Sería bueno recordar las palabras de Oscar Arias, ex presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz: “Sólo si abrimos nuestras economías seremos capaces de atraer los flujos de inversión directa que complementen nuestras tasas de ahorro interno, crónicamente bajas. Sólo si nos abrimos podremos acceder a los beneficios de la tecnología más avanzada y a procesos de aprendizaje productivo que terminan por beneficiar a nuestros empresarios locales. Sólo si nos abrimos podremos desarrollar sectores productivos dinámicos, capaces de competir a escala internacional. Pero, sobre todo, sólo si nos abrimos podremos crear empleos suficientes y de calidad para nuestra juventud. Porque está ampliamente demostrado en América Latina que los empleos ligados a la inversión extranjera y a las actividades de exportación son, casi siempre, empleos formales y mejor remunerados que el promedio. En última instancia, el argumento más fuerte a favor de la apertura económica es, simplemente, que contribuye a disminuir la pobreza”.

Adam Smith considera que el comercio es una fuente de unión entre países, al igual que lo es entre individuos. Así marca que una nación debería entender que “las riquezas de las [naciones] vecinas como una causa y ocasión probable para acumular riquezas ella misma”.

Conclusión: el propósito de desacoplar los precios internos de los internacionales es un disparate.

¿Qué resultados se pueden aguardar si el jugador patea apuntando al arco del propio equipo?

Pero, en la política argentina, todo es posible.