El proceso de reestructuración de la deuda con los acreedores en dólares bajo ley extranjera está llegando a su destino final evitando un nuevo default. No obstante, se debe tener presente que, de no encarar los problemas estructurales de Argentina, la economía no volverá a crecer. En este marco, ¿cómo se encuentra Argentina frente al mundo y para la post-pandemia?

Aquí hay tres cuestiones claves que destacar. En primer lugar, más allá de haber llegado a un acuerdo, Argentina negoció mal. Luego, el acuerdo es una condición necesaria pero no suficiente para que Argentina salga de la decadencia. Por último, se genera una oportunidad para resolver los problemas macroeconómicos estructurales siempre pendientes.

Si bien es cierto que se logró un acuerdo y que este escenario es infinitamente mejor al de un default, Argentina tuvo una mala gestión en su negociación. Recordemos que cuando se realizó la primera oferta a los bonistas, a mediados de abril, el gobierno ofrecía un VPN promedio de U$S 40 frente a U$S 60 que reclamaban los acreedores. Esta oferta moría antes de nacer porque estaba armada desde una lógica ideológica y no pragmática. Sin embargo, la realidad se fue imponiendo y el gobierno oferta tras oferta fue cediendo terreno hasta realizar una quinta oferta por un VPN de U$S 55.

En pocas palabras, el gobierno tuvo que ceder. Lo cierto es que, de haber realizado una propuesta seria de entrada, el país se hubiera ahorrado largas semanas de incertidumbre que transcurrieron en una intención del gobierno de poder ubicarse por debajo de los U$S 50 pero que la realidad misma decía a gritos que eso no iba a suceder. Así, el gobierno tuvo que dejar de soñar con su ideología para encarar una cuestión más realista como lo hizo en la última oferta.

No obstante, Argentina también negoció mal porque al principio lo hacía de manera unilateral y nunca presentó un plan económico. Esto no es un detalle menor ya que, por más acuerdo que logre, no podrá volverse a los mercados internacionales para financiarse en el corto plazo porque nunca se logró recuperar la confianza debido a la ausencia de un plan económico.

En segundo lugar, es importante recordar que el acuerdo en la negociación de la deuda es condición necesaria pero no suficiente para que Argentina salga de la decadencia. Recordemos, Argentina desde el 2011 que ingresó en una estanflación de la que nunca pudo salir. Cuestión que, obviamente la pandemia agravó. El acuerdo en la renegociación de la deuda no cambiará esta realidad. En otras palabras, los desequilibrios macroeconómicos continúan: alta inflación, inestabilidad cambiaria, recesión, desempleo, pobreza, etc.

Finalmente, un acuerdo exitoso brinda la oportunidad de encarar los desequilibrios estructurales de manera seria y madura. La realidad post-pandemia será dura. El mismo estancamiento que se observaba en el lapso 2011-2019, se replicará cuando se retorne a la normalidad, pero varios escalones más abajo. Y, por otro lado, la Argentina del 2021 no será como la del 2003.

La única salida viable, para dejar la decadencia atrás, es encarar las reformas estructurales pendientes: reforma del Estado, laboral, tributaria, previsional, entre otras. Usualmente suele argumentarse que encarar las reformas estructurales genera costos económicos y es cierto.

Sin embargo, no hacer las reformas estructurales también genera costos, que incluso pueden ser peores. Un acuerdo en la negociación de la deuda es un primer paso, pero es el primero de varios necesarios.