La inflación va a ser el principal desafío para el nuevo año. El preludio de este primer mes muestra la continuidad de las presiones que se desataron en la última parte del 2020. Además, se suman factores específicos, como ser el desanclaje gradual de tarifas y el retorno de las tensiones distributivas. El cuadro de situación parece mostrar un laberinto, sobre el cual la política publica tendrá que trabajar para mostrar la salida.

Los números de cierre del año pasado son promisorios. La baja de casi 18 puntos respecto de la inflación 2019 determina un escalón mucho menos desagradable sobre el cual pararse. Discusión aparte cuánto de esto es genuino y cuánto contingencial. El argumento de la mega recesión se da de bruces con la experiencia de los dos años previos. ¿En 2020 los precios bajaron por la crisis pero en 2018 y 2019 esto no pasó? ¿Se trata entonces de una cuestión de magnitud en la baja del PBI? ¿En ese caso por qué no hubo una caída pero de menor proporción en la inflación de esos dos años de recesión? No parece ser un argumento que agote la complejidad del fenómeno.

Las anclas del año pasado sí tuvieron una incidencia evidente en la dinámica bajista. El congelamiento tarifario continuó la política de Macri que en abril 2019 analizó que los aumentos desmedidos de las distribuidoras de servicios públicos podían afectar negativamente sus chances de reelección. Las razones para congelar en 2020 fueron muy distintas; la pandemia exigió cuidar al máximo posible los ingresos populares, y las tarifas tienen una incidencia importante en los gastos fijos de las familias. Es evidente que esta política no puede extenderse indefinidamente. La premisa para este año será actualizar tarifas de forma segmentada, asegurando que las y los trabajadores no sufran aumentos por sobre la evolución.

Otra de las razones incontrastables de la baja en la inflación hay que buscarla en la moderación de las presiones distributivas. La llegada de la pandemia aplacó los esfuerzos de la representación de las y los trabajadores en empezar a revertir el deterioro salarial sufrido durante el macrismo. Sacando contados casos, los gremios se enfocaron a minimizar el costo en materia de empleos. No había otra alternativa. Este 2020 es esperable -y necesario- que los efectos del crecimiento económico posibiliten volver a esa pulseada, que deberá saldarse para el lado del trabajo.

El tipo de cambio también contribuyó al resultado del año pasado. Se pasó de un sistema totalmente desregulado durante la administración Cambiemos a un esquema con una regla clara y que se respetó: sostener un compromiso de tipo de cambio real estable, dado que el nivel inicial de diciembre 2019 garantizaba la competitividad cambiaria suficiente como para potenciar las exportaciones. La implementación de la política implicó corrimientos suaves (crawling peg) por parte del BCRA, lo cual permitió dar previsibilidad a los actores del comercio exterior. La evidencia en los mercados de dólares paralelos mostró un canal muy difuso hacia los precios minoristas donde, a pesar del overshooting de octubre, la aceleración inflacionaria fue acotada. Al revés de los factores anteriores, uno esperaría que el dólar este año sea arena arrojada sobre el fuego y no crezca por sobre la inflación promedio.

Dado este contexto estilizado, el Ejecutivo tendrá un rol preponderante, señalizando una pauta salarial al alza, tanto como coordinado expectativas para que ese escenario se produzca sin una nominalidad (¿no tan?) alcista. La premisa que se desprende del acto de cierre de año del frente político gobernante en la ciudad de La Plata es clara. Es momento de alinear ingresos, salarios, jubilaciones y tarifas, pero comenzando a dar vuelta la taba. No hay lugar para que la recuperación sea ‘capturada’ por tres o cuatro vivos.

Las y los que producen y generan empleo también tienen un desafío en este año. Aprovechar el envión de la recuperación económica, pero sin matar a la gallina de los huevos de oro. Con la caída brutal del salario de los últimos años ya no hay más espacio para recomponer márgenes deprimidos en la pandemia a partir de una remarcación de precios excesiva. Es momento de apostar por la ampliación de la base de consumidores, aumentando el tamaño del mercado interno, a partir de una mayor rotación de bienes y servicios. Apostar a vender más. Para las y los empresarios este 2021 es el año para ganar por cantidades; no por precio.