El Comercio internacional enriquece naciones, fortalece relaciones diplomáticas con otros países y crea oportunidades de empleo. Es la clave para expandir el crecimiento económico de una Nación.

El libre comercio no es mala palabra, no es el enemigo. Por el contrario, es nuestra vidriera frente al mundo.

Desde la ruta de la seda hasta la exportación de conocimiento, el Comercio internacional se jactó, históricamente, por enriquecer a regiones enteras. De hecho, la balanza comercial (es decir, el registro de exportaciones e importaciones de un país en un periodo de tiempo determinado) dice mucho de la salud de este.

Una de las ventajas del libre comercio es el aumento de oferta de productos y servicios en diferentes lugares del mundo, lo cual provoca un aumento del consumo en determinados sectores industriales. Por ejemplo, cuando el mercado local de un país se satura, las empresas buscan internacionalizarse, cruzar fronteras en búsqueda de nuevas oportunidades de negocio, expandir su marca y sus productos.

Son varias las cámaras y sectores industriales que impulsan a las PYMES a internacionalizarse. Desde la Secretaría de Comercio Exterior de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) se realizan diferentes jornadas de capacitación, actualización y acercamiento entre las PYMES y organismos internacionales con el objetivo de fomentar el comercio entre empresas argentinas y el mundo.

Es cierto que es difícil creer en el libre comercio cuando vemos un gran número de medidas proteccionistas alrededor del mundo: países con más de un tipo de cambio, licencias para importar, elevados aranceles de exportación y de importación, cuotas (cantidad determinada de mercancía que se autoriza para su importación o exportación) para determinadas mercaderías, entre las principales barreras que controlan el comercio exterior.

Sin embargo, no hay que perder las esperanzas. El comercio internacional ha salvado naciones, pero para ello se requiere de la aplicación de políticas equilibradas que no dañen la industria nacional y, al mismo tiempo, que no limiten la expansión de esta hacia otros países. Por ejemplo, Estados Unidos es unos de los países más proteccionistas del mundo, con altas barrera de entrada a dicho mercado y con un gran volumen de industrias que autoabastecen a los diferentes Estados que conforman la Nación. Sin embargo, es al mismo tiempo, un gran proveedor mundial de productos con alto valor agregado y un socio comercial, estratégico y clave de las principales economías mundiales.

El examen estadístico del comercio mundial realizado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) reporta que la actividad internacional de las principales potencias globales se vio afectada durante el período 2019-2020. El 90% del transporte internacional de mercancías tiene lugar por vía marítima, con una especial concentración en los países asiáticos cuyas economías se vieron gravemente afectadas por el COVID-19. Sin embargo, China ha sido una de las economías que más rápido se recuperó de la pandemia y sus consecuencias, en gran parte, debido al intercambio de bienes y servicios con otras naciones.

No debemos olvidar que el comercio mundial no sólo enriquece países económicamente hablando, sino desde un punto de vista cultural y social. El turismo, por ejemplo, no es sólo la internacionalización de un servicio, sino también el intercambio de costumbres, experiencias, rituales y valores que dan lugar a un consumidor cosmopolita.

En definitiva, el libre comercio da lugar a un país sano, rico, con fuertes vínculos con el mundo y con amplias posibilidades de recuperarse de cualquier crisis local o global. El futuro de las economías está en la exportación de sus tangibles e intangibles dando lugar a la creación de empleo y al posicionamiento de la marca y el producto local en el extranjero. El comercio internacional no es el villano en esta historia, es el héroe, sólo hay que saber cómo aplicarlo.