El FMI reconoció por primera vez en su historia que la inflación es un fenómeno multicausal. Explícitamente la declaración del 25 de marzo del equipo del FMI sobre nuestro país marcó que “hubo acuerdo en que la inflación es un fenómeno multicausal y que reducirla requiere políticas macroeconómicas consistentes y esfuerzos de coordinación para ayudar a anclar las expectativas de inflación”.

Se trata de un hito simbólico, por lo que representa para la comprensión de los fenómenos económicos que afectan a los países aún no desarrollados, pero también tiene efectos concretos en lo que a la negociación Argentina respecta: una explicación más sensata de la dinámica de precios interna va a permitir disponer de una caja de herramientas más amplia para trabajar en desinflar.

Un enfoque integrador para pensar la inflación implica considerar, por caso, la alta incidencia de los productos importados en la formación de precios y su vínculo con la dinámica cambiaria. La trayectoria más suave que va a contemplar el dólar este año, ayudará a quitar presión sobre los costos de la producción. No obstante, el ciclo alcista de los commodities propagó la efervescencia en una economía aún inestable. Estos precios internacionales más altos en los principales cultivos y los combustibles aumentan el punto de equilibrio para la decisión de exportación vs provisión local.

En este año, este efecto puede ser especialmente significativo. En cuanto a los costos, saltos significativos en los precios de insumos difundidos, servicios públicos y otros regulados, también han sido un combustible inflacionario en períodos anteriores. Dar una trayectoria previsible, profundizando la desdolarización y avanzando en la segmentación tarifaria, va a contribuir a reducir la inercia de regulados. En camino a esos desafíos para el mediano plazo, la emergencia tarifaria permitirá que sectores bajos y medios con ingresos fijos no sufran incrementos que carcoman la recuperación proyectada en los ingresos.

Todo lo anterior no implica soslayar las fuentes tradicionales de presión sobre los precios internos, vinculadas a los desequilibrios entre oferta y demanda de dinero. El debate sobre el exceso de pesos para financiar gasto público debe darse sin hipocresía. Nadie quiere déficit, ni cuentas públicas que necesiten de financiamiento crónico para funcionar. Pero nuestra economía no soporta más ajustes. El alivio en la carga de deuda, y una mayor tranquilidad en el plano macro-financiero constituyen condiciones importantes para equilibrar paulatinamente las agobiadas arcas del Tesoro. También será importante el fuerte rebote que va a registrar el PBI este año, lo cual va a aliviar aún más las necesidades de monetización del déficit de forma virtuosa.

El camino que se empezó a transitar en 2020 es importante, pero recién comienza. Profundizarlo requerirá anclar expectativas, con pragmatismo y sin la cerrazón dogmátiva del ciclo macrista. Venimos de un modelo que proponía recetas mágicas, esa letanía monetarista que asocia la impresión de billetes como única causa del fenómeno. El modelo “de manual”, adoptado por el Banco Central desde 2018 solo agudizó los problemas; la apuesta por el control estricto de agregados como única variable relevante para el combate inflacionario, derivó en un desequilibrio de proporciones que derivó en una crisis macroeconómica severa.

Estos debates también nos permiten dimensionar el escenario que se enfrenta. El primer trimestre empezó recalentado, con un IPC acumulado en la zona del 12%. Arrimar el bochín a la hipótesis presupuestaria del 29% hoy luce complejo y va a ser el principal reto para la política pública en este año. Como todo aquello que presenta un alto componente idiosincrásico y cultural, frenar la inercia de precios es necesariamente una tarea que se deberá trabajar en un horizonte de mediano plazo.

El carácter bimonetario de nuestra economía está íntimamente ligado a estos problemas sistémicos. En el corto plazo, el desafío es seguir ordenando los desequilibrios generados tras los cuatro años de la última experiencia neoliberal, y que se potenciaron por la pandemia. Seguir ordenando la macro a partir de una lógica comprensiva, que enfoque en la totalidad de factores que determinan la inflación. Sin una mirada estrecha y reduccionista. Porque el FMI tiene razón. La inflación es multicausal.