Estamos frente a una nueva versión que asocia la reducción de los costos laborales con la solución al tema de crear empleo y además mejorar la calidad del mismo. En el caso de la mochila se trata de abaratar el costo del despido. En realidad abaratar el despido lo que facilita es despedir.

Generar empleo depende del nivel de actividad de la economía y no de los costos del despido. Por cierto, además es un proyecto que no tiene sentido en una Argentina que completó tres años seguidos de caída de la actividad, destrucción del empleo y caída del 23 por ciento de los salarios. Nadie toma gente en un contexto recesivo, del mismo modo que la inversión no crece en contextos de capacidad ociosa.

Sobran los ejemplos históricos de reducción de costos laborales para aumentar y blanquear el empleo. Sin ir más lejos la década de los noventa instaló ese planteo y la reducción en un 50 por ciento las contribuciones patronales y el resultado fue menos empleo y más empleo en negro.

Por último, el sistema se parece al vigente en la construcción. Los resultados son que el empleo no creció y que el sector sigue siendo de los que evidencian mayor empleo no registrado. La idea de incrementar la productividad de las empresas abaratando el costo de sus trabajadores en lugar de ligarlo a la inversión en ciencia y tecnología conlleva además a una especialización productiva de menor calidad.

En el fondo facilita la configuración del asalariado interino. Es decir aquel que ingresa o sale de una empresa casi sin costo para el patrón .Esto facilita la rotación laboral y consolida una especialización degradada. En la coyuntura argentina el debate es cómo ampliar la demanda en el mercado interno. Eso exigirá el uso de la capacidad productiva ociosa y por tanto demandará empleo. Sin demanda y facilitando el despido no habrá más empleo.

Hablar de rigidez del mercado laboral en un contexto donde el 34 por ciento de los ocupados es pobre y casi el 50 por ciento de la fuerza laboral transita entre la informalidad y el desempleo es francamente disparatado. El mercado laboral argentino no es rígido, es de goma.