Los cambios estructurales que viene atravesando la Argentina desde hace décadas, han modificado las condiciones en las que opera la industria financiera. Bancos tradicionales y fintechs, se vieron obligados a replantear sus servicios y a forjar un nuevo modelo mucho más estratégico para adaptarse a las nuevas exigencias competitivas del sector así como a las propias demandas y necesidades de los clientes, moldeadas por la constante transformación digital.

El modelo asociativo o cooperativismo existe desde hace muchos años en Argentina; es una dinámica que plantea el trabajo conjunto y sincrónico entre diversos actores para alcanzar soluciones superadoras y a gran escala. Sin embargo, es una vertical que aún tiene pendiente un desarrollo exponencial en nuestro país. Este es el desafío principal para potenciar la relación entre el servicio y las necesidades del público actual.

Por otro lado, desde lo conceptual, siempre consideramos al banco como una sumatoria de capacidades que, en conjunto y puestas en beneficio del cliente, permitan solucionar un amplio espectro de necesidades.

El universo de fintechs e insurtechs presenta aliados fundamentales para impulsar la renovación del sector apalancados en la tecnología, pero el horizonte de crecimiento es incluso más amplio. Considero que es momento de que los bancos volvamos a apostar por los mecanismos de cooperación para lograr una escalabilidad efectiva.

Está claro que el modelo asociativo ofrece oportunidades y beneficios para todos los actores involucrados. De cara al cliente, hace posible que la banca pueda dar una respuesta integral y concreta a sus necesidades, siendo mucho más que una simple herramienta financiera. También, genera oportunidades para que posibles socios estratégicos de los bancos, emprendedores o pequeños empresarios sean parte de un proyecto de mayor envergadura, con mucho más alcance e impacto de lo que hubieran logrado por cuenta propia. A su vez, impulsa un crecimiento laboral y una formación con mayor expertise para nuestros empleados.

El desarrollo de capacidades innovadoras se ha convertido en un motor fundamental para sectores que históricamente fueron relegados del interés de los bancos tradicionales. En este contexto, surge la necesidad de diseñar estrategias colectivas, no sólo para incrementar la competitividad del negocio sino que para terminar de posicionar a los clientes en el corazón de esa estrategia.

Los bancos debemos encarar un proceso de introspección y, a la vez, de interacción con el ecosistema. La conformación de redes y asociaciones virtuosas nos permitirán generar oportunidades de crecimiento únicas. Hoy, la creciente adopción de soluciones tecnológicas en nuestra vida cotidiana nos pone ante el desafío de ser cada vez más colaborativos para mejorar las propuestas de valor frente a la aparición de nuevos y variados jugadores.