Últimamente se suele decir que “el tema de la deuda” esta resuelto. Sin embargo, esta afirmación no puede estar más equivocada. Nadie niega que la reestructuración de la deuda era necesaria y que se resolvió de manera aceptable, más allá de las críticas que uno puede hacer por las formas y los tiempos.

La razón por la cuál sostengo que la deuda sigue siendo un problema para Argentina, es que la deuda no desapareció, sino que se pateó para adelante. Si se mira el riesgo país y la cotización de los nuevos bonos emitidos, claramente se observa que el mercado está dudando de que Argentina pueda pagar esos bonos en el futuro. Actualmente el riesgo país se encuentra rondando los 1.350 puntos.

El riesgo argentino implícito en los bonos emitidos es comparable con países como el Congo y Sri Lanka, entre otros, mientras que países vecinos tienen un riesgo país asociado menor a los 350 puntos. Ecuador ,por su parte, que viene de reestructurar la deuda al igual que Argentina, hoy tiene un riesgo país de 985 puntos.

La desconfianza del mercado en que Argentina va a incumplir con sus obligaciones tiene sus fundamentos. En principio, para pagar la deuda a partir de 2024 es necesario que el problema fiscal se solucione. Ese objetivo está en duda debido a que este año el déficit fiscal primario rondará el 8%, mientras que en el 2021 el ministro Guzmán aspira a llegar al 4,5% del PBI. Lo que no se sabe es como va a seguir el sendero fiscal hasta 2024.

El déficit fiscal se explica por el exceso de gasto público que tiene el Estado más que por falta de ingresos. Recordemos que el gasto público consolidado (Nación + Provincias + Municipios) creció del orden del 20% al 45% del PBI para 2015, para luego descender unos puntos porcentuales en el gobierno de Macri. Para sostener este Estado elefantiásico se recurrió a subir impuestos al sector productivo, lo cual terminó ahogándolo, llevando a la economía a estancarse. De esta manera, Argentina no crece desde el 2010 y con la crisis actual probablemente pasemos a estancarnos en un nivel inferior.

Acá está el segundo punto a desatacar. Además del déficit fiscal, para pagar la deuda es necesario también que la economía crezca. Para ello es necesario sacarle el pie de encima a las empresas para que puedan desplegar todo su potencial productivo. Esta situación es la que no comprende el Ministro Guzmán cuando le consultan las razones por la cual no está en sus planes bajar el gasto y el responde “¿Y por qué hay que bajar el gasto público?” Si no se baja el gasto público, es imposible la baja de impuestos por el bache fiscal gigante que se crearía. Por eso es necesario que las medidas se complementen en este sentido.

Para ello es necesario no solamente bajar impuestos, sino desregular la economía y realizar reformas estructurales que lleven al Estado a dimensiones razonables para que una economía pueda aguantar la carga fiscal y, al mismo tiempo generar valor agregado y empleo.

Si no se realizan las reformas estructurales el país va a seguir siendo un auto tratando de acelerar con el freno de mano puesto hasta que se funda el motor. Una vez que el motor se funda, la única salida serán las reformas estructurales, aunque los costos para la sociedad van a ser mayores por no haberlas hecho antes. Es crucial que los funcionarios entiendan la urgencia de la situación y miren más allá del corto plazo. En caso contrario siempre vamos a estar tratando de resolver las crisis que se producen por no hacer las reformas a tiempo. Para eliminar el riesgo argentino hay que dejar de hacer las cosas que provocaron que ese riesgo sea cada vez más autóctono.