Con la guerra en Europa y un mercado de materias primas cada vez más volátil nos encontramos a las puertas de un invierno al menos distinto a los anteriores. Sin mencionar la delicada situación doméstica que vive Argentina. La demanda de energía se incrementará estacionalmente, ¿pero quién la abastece?

La demanda por parte de algunos sectores comienza a ser netamente precautoria, sobre todo en los sectores de menos ingresos a través de la garrafa social. Donde la demanda se disparó simplemente por rumores que ya en la provincia de Jujuy son hechos. La garrafa aumentó un 20% antes de que comience el otoño. La falta de suministro de gas es un problema que asusta y mucho a los sectores más postergados de Argentina. El acceso a la red de gas natural es un privilegio para una parte de la sociedad.

Los sectores más vulnerables, enajenados del incremento del gas a causa de la falta de infraestructura y por el incremento de los precios internacionales, tienen que pagar el gas envasado a un precio mucho mayor que el que se paga en las ciudades que acceden al gas natural. Aunque el problema del gas no es el único problema para el invierno, sino que también el alza generalizada de precios que vive la economía argentina, en consecuencia de la desmedida emisión monetaria que se vivió durante 2021.

El problema de la energía no solo abarca al precio y a la oferta del gas, sino que también a los combustibles que, a falta de una estructura de costos estabilizada, enfrentan una distorsión de precios ya que hasta el precio del petróleo internacional está subsidiado en nuestro país. Una lógica intervencionista que con superávit fiscal fue muy interesante durante los primeros años post crisis de la convertibilidad, pero que hoy claramente no es una opción viable debido al excesivo gasto corriente que mantuvo el estado durante más de 20 años sin ningún tipo de retorno. El problema de Argentina no es solo que tiene un alto nivel de gasto público, sino que gasta en gasto corriente y no en gasto de capital.

El gasto de capital es la capacidad que el Estado le da a la economía de mejorar su productividad mediante el incremento del gasto de capital. Por ejemplo construir autopistas, o gasoductos en este caso que claramente permitirían un incremento en la capacidad de ofrecer gas a la población. Capacidad que solo es en potencial y no en realidad. Ya que la mayoría de las reservas de gas de Argentina no se usan para abastecer la demanda energética local. Una de las tantas rarezas que nos da este país en materia de infraestructura local.

La economía argentina se encuentra además de un alto interrogante internacional y de infraestructura en un laberinto monetario que refleja que el precio del gas debe subir en comparación con el peso que cada vez se irme menor valor de compra. Los ingredientes para este invierno duro en términos macroeconómicos y capacidad de generación de energía pueden llegar a llevarnos a un menor crecimiento, dado que la energía es un factor fundamental en una economía que está en franca recuperación, lenta pero al fin recuperación que es acompañada con una fuerte volatilidad internacional y con unas cuentas de crecimiento que cada vez dan menor tasa. Debido principalmente a los problemas macroeconómicos y estructurales locales pero también a la debilidad que cuenta la autoridad monetaria máxima para aliviar las tensiones monetarias sobre las ya tensiones estructurales de un país que cada vez crece menos y tiene más problemas crónicos.