El tipo de cambio está no sólo reflejando la incertidumbre electoral, sino que empieza a descontar el escenario post electoral. Sucede que hay vida después del 14 de noviembre. Si el resultado es favorable al oficialismo ahora será una sorpresa y podría llevar a un nuevo pacto de convivencia para lo que resta del mandato, pacto que no se sabe que rumbo implícito podría llevar. En cambio, bajo la hipótesis de que no le vaya bien al oficialismo entonces se abren, al menos, dos posibilidades. 

La primera es que Cristina Kirchner no quiera participar del gobierno derrotado. En ese caso, una nueva renuncia del ala kirchnerista del gabinete podría fragmentar al gobierno, pero también darle la posibilidad de despertar cierto entusiasmo sobre un electorado que ya no responde a CFK. Esa chance implica que existirá un punto de inflexión, algo de convulsión, y la reanudación de la gestión con nuevo gabinete.

Durante esa tensión la moneda estará en el aire y la incertidumbre implicará más cobertura que se traduce en un tipo de cambio y precios más altos. Sin embargo, con la chance de andar más ligero a la hora de negociar con el FMI y enderezar un rumbo para los próximos dos años. 

La otra posibilidad es la de una continuidad con la tensión existente dentro de la coalición oficialista. Una extraña convivencia entre el Presidente debilitado y su vice que se siente ‘estafada’ por haber arriesgado su capital político que siente que ha sido despilfarrado.

Convivencia que implica no tener un punto de ebullición sino más bien una gestión con ritmo cansino y no exenta de cruces cada tanto entre las facciones del oficialismo. Enfrentamientos que aparecerán más temprano que tarde durante la negociación con el FMI. El peronismo verá a Cristina como un palo en la rueda y ella verá reflejado lo mismo en quien fuera su delfín hace apenas dos años. No puede desenvolverse bien la economía bajo esas reglas. Menos efervescencia, la conflictividad se extiende en el tiempo y paraliza la actividad. 

Es difícil elegir un escenario de estos como el mejor y es eso lo que incomoda. La pandemia, la cuarentena y la crisis han quitado el lustre del estreno de un gobierno peronista dialoguista amplio que se presentó apenas 4 meses pre-covid, al punto de exacerbar incluso cierta apatía política. Despertar nuevamente el entusiasmo no es tarea fácil y los años que vienen serán duros desde el punto de vista de la economía como para condimentarlo con crisis política. 

La inflación será elevada por varios años; el riesgo de corrida cambiaria estará presente continuamente (al menos hasta que se materialice) y no hay condiciones concretas para pensar que la economía crecerá más allá del rebote post pandemia. Sobre esto en cambio hay que pensar que un acuerdo con el FMI implicará austeridad, tan necesaria como dolorosa.