La aceleración de la tasa de inflación muestra que el fenómeno inflacionario ya tiene una dinámica propia que es difícil de revertir. Cuando se miran los factores que pueden acelerar la inflación no hay un componente que la esté impulsando. 

Las tarifas y el tipo de cambio apenas corren por detrás a los precios, la actividad no tiene un dinamismo para impulsar al alza a los precios, y los factores de oferta a nivel internacional están cediendo. Simplemente las expectativas de inflación ya la sostienen en un registro de 3 dígitos para este año y con el riesgo de tener algún registro de dos dígitos en la inflación mensual en el corto plazo.

El gabinete económico parece articular todo su esfuerzo para cumplir con las metas trimestrales del programa con el FMI. Sin embargo, aún el cumplimiento de estos objetivos no logra traducirse en un ancla para estabilizar la macroeconomía. 

Sucede que entre las modificaciones del organismo internacional y las martingalas por parte de las autoridades locales han vuelto al programa poco relevante. Mientras tanto, las variables que no tienen objetivos cuantitativos van en la dirección menos deseada. Menor actividad, más inflación, más brecha cambiaria, etc. Incluso cabe preguntarse si el programa no debería ser revisado debido a que no está cumpliendo con el objetivo último del acuerdo: básicamente estabilizar la economía, acumular reservas y retomar el acceso al mercado.

El nuevo dólar para el agro, por ejemplo, si bien puede ser efectivo para cumplir con el target de reservas, introduce más distorsiones al sistema. El resultado entre los beneficios y las señales negativas derivadas de la medida no termina siendo favorable. El público empieza a demandar una estabilidad que no se está alcanzando con la política económica.

Definitivamente la sequía complicó al 2023. Sin embargo, en una economía normal estos shocks son bien resistidos por la disponibilidad de liquidez que ofrecen los bancos centrales. Durante los últimos años el BCRA no logró acumular una cantidad suficiente de dólares. Los efectos más graves de la sequía para este año son el resultado de la mala administración de años anteriores. 

La obsesión con no corregir el tipo de cambio una vez que se hizo evidente el atraso es posiblemente el elemento central que marcó y complicó el desempeño macro luego de la pandemia. Decisión que fue tomada por las autoridades locales bajo la mirada del FMI. El resultado de extender este modelo hacia delante no es muy promisorio. 

Podría esperarse aún más inflación, más presión sobre el dólar libre y una actividad limitada por la falta de divisas.Claro que cambiar el rumbo de la política económica a esta altura implicaría una decisión política tomada entre oficialismo y oposición para darle un carácter de credibilidad y permanencia.

Definitivamente la política está muy lejos de encontrar acuerdos de esa envergadura. Habrá que esperar a una nueva gestión para torcer el rumbo actual. El único objetivo para la administración actual es no encontrarse con una crisis en los próximos meses.