En los últimos 60 años nuestro país posee una enfermedad endémica llamada “inflación” que allá por los años 60 y hasta 1974 era cercana al 15-18% y en 1975 cuando Argentina solicitó un crédito al exterior equivalente al 50% de su deuda hasta ese momento (U$S 4 MM) creció al orden del 40%.

Con el llegar del proceso de reorganización nacional entre 1976 y 1983 en que la deuda llegó hasta los U$S 56MM se acrecentó hasta el 200% anual, y para colmo de males se usó ese crecimiento de la deuda para desindustrializar el país llegando la desocupación al 7% y creciendo la pobreza del 6% al 30%; en el mismo período ante el crecimiento en porcentajes similares de deuda en Brasil se usaron para industrializar el país.

Entre 1983 y 1988 el nivel inflacionario se mantuvo en ese 200% que provenía de la dictadura, mientras que en 1989 consecuencia de temas político-sociales llego al 2000% anual. 

Tan solo en 1990 la inflación logró bajar al 600% y entre la aplicación del plan BONEX (que cambió plazos fijos por bonos nacionales) para secar la plaza (eufenismo para decir que no dejaron un billete en circulación más allá del necesario para comer) y la Ley de Convertibilidad de 1991 que ató al peso en igualdad ficticia con el dólar estadounidense pasamos a inflación 0% hasta 1997 y entre 1998-2001 tuvimos deflación -inflación negativa- motivada por la fuerte recesión que vivía el país y llevando la desocupación al 14% y la pobreza a niveles del 57% en 2002, momento en el cual se desató una fuerte inflación los primeros 4 meses por la salida de la convertibilidad. Entre 1989 y 2001 pasamos de U$S 60 MM a U$S 225 MM entre bonistas y organismos multilaterales.

Hasta 2006 la inflación era cercana al 6% anual, llegando en 2015 al 25-27% anual; entre 2016 y 2019 nuestro país pasó de endeudarse de cerca de los U$S 100MM a los U$S275 MM nuevamente entre bonistas y FMI, con el agravante que en la década del 90 se habían privatizado todas las empresas públicas y el producto de esas privatizaciones entre 1991 y 1994 aproximado de U$S 41 MM terminaron sin ingresar a las arcas del BCRA, llegando los registros inflacionarios al 54% en 2019. De los cuales el resabio actual fue de 36% en 2020 y de 51% en 2021.

Podemos establecer, a mi humilde entender, que la inflación en nuestro país se debió a 2 motivos muy fuertes:

1 – subió escalones que no pudieron reducirse ante cada salto de nuestra deuda externa;

2- cuando tuvimos momentos dolarizadores (inicio en la década del 60, la etapa de la dictadura siendo e hecho con el clásico “deme 2” en los viajes a Miami y la Convertibilidad legalizándola e incorporándola a leyes de servicios públicos y tarifas).

Si bien el ingreso a este círculo vicioso viene de hace muchísimo tiempo, la salida se debe hacer en proceso inverso. El primer punto ya se realizó que fue refinanciar la deuda externa con FMI, Club de París y Bonistas; el segundo punto lograr que reingresen los dólares que desde el Estado Nacional permitieron que se vayan legalmente del país entre 2016 y 2019 (U$S 55 MM aprox) y el tercer punto sanear las leyes de servicios públicos y precios de hidrocarburos/petróleo y derivados.

Tanto el segundo como el tercer punto se pueden realizar en simultáneo, pero su resultado es por única vez y permite en estos momentos bajar la inflación actual cerca de 15 puntos; o sea, bajar del 52% actual estimado a cerca de 37% este mismo año, mucho más sabiendo que YPF domina el 60% del mercado local de combustibles y casi el 30% del gas que se comercializa en el país.