El escándalo desatado por la revelación de las visitas que recibieron el presidente Alberto Fernández y la primera dama Fabiola Yáñez el año pasado en la residencia de Olivos -durante la cuarentena estricta- puso un nuevo ladrillo en el muro que separa a la dirigencia política de la gente común, tanto por los actos del oficialismo como por la respuesta de parte de la oposición.

Mientras los argentinos debían cumplir con un distanciamiento que les impidió ir a trabajar, celebrar cumpleaños, ver a sus seres queridos o, en situaciones extremas, atender a los enfermos y despedir a sus fallecidos, en lo más alto del Poder Ejecutivo se ignoraba la norma.

No sólo se olvidó que los gobernantes deben dar el ejemplo, sino que se acentuó la idea de la existencia de ciudadanos de primera –con todos los privilegios– y de segunda.

“Usted nos faltó el respeto”, le reprochó el periodista Gastón Recondo al Presidente reflejando con esta frase el sentimiento de muchos argentinos. La desaprensión, la falta del registro del sacrificio y el dolor de los ciudadanos por parte de la máxima autoridad del país produce una sensación de orfandad y exacerba un sentimiento poco constructivo que se sintetiza en una frase: “sálvese el que pueda”.

Para que no queden dudas de la falta de empatía, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, intentando explicar lo inexplicable, dijo que las visitas eran reuniones de trabajo, argumento que no resulta creíble. ¿Fueron reuniones de trabajo los encuentros justo los días de los cumpleaños del presidente y de Fabiola hasta altas horas de la madrugada? Hubiera sido más digno un pedido de disculpas.

Sin embargo, esa mirada que tienen numerosos dirigentes en cuanto a que no deben responder por sus actos es lo que puede explicar que Alberto Fernández -muy enojado- en una radio dijera: "El 2 de abril la gente que ingresó a la medianoche (a Olivos) ninguna era amiga mía, es gente que trabaja para Fabiola. Nunca en mi vida tuve una conversación de más de 30 segundos (con el empresario taiwanés Chien Chia Hong). Llegó aquí para acompañar a Sofía (Pacchi)". Se infiere entonces que el desfile por la residencia en plena cuarentena de peinadores, asesores de imagen, entrenadores de perros, manicuras, etcétera es culpa de Fabiola, como si la primera dama no tuviera ninguna responsabilidad.

Las repercusiones del descargo de Gastón Recondo: "Usted presidente nos faltó el respeto"

Estas actitudes, moral y políticamente cuestionables, tuvieron una lamentable respuesta por parte de dirigentes de la oposición. En vez de ocuparse del verdadero fondo de la cuestión: la falta de respeto a la norma impuesta a la ciudadanía efectuaron comentarios prejuiciosos respecto a las visitas femeninas. Lo que lograron fue ayudar al oficialismo desviando la atención sobre el hecho de que el Presidente y sus funcionarios y amigos no cumplían con la normativa que el mismo firmó a través de un decreto de necesidad y urgencia.

Los legisladores de la oposición Waldo Wolff y Fernando Iglesias, en vez de avanzar en la investigación sobre los actos de los funcionarios, optaron por la burla fácil y con un tono que muchos, inclusive de la oposición, calificaron de “machista”.

La denuncia de las visitas se originó cuando un periodista independiente conocido en Twitter como @gonziver, solicitara el listado de ingresos a Olivos y Casa Rosada. A esta información se sumó la investigación que llevó a cabo el portal “El Disenso”, que se tomó el trabajo de analizar los registros de visitantes a la residencia.

Que haya sido un hallazgo de un portal relativamente chico habla de la carencia en materia de investigación que están teniendo los grandes medios. Y también de la importancia de la vigencia de normas como las referidas a la transparencia pública, que obliga a los funcionarios a informar sobre sus actividades.

Pero lo más grave es que “la sociedad parece haber naturalizado este tipo de conductas”, según señala un destacado analista político, olvidando que los mandatarios tienen un poder delegado que surge de la ciudadanía.

Es como si la sociedad no se diera cuenta de que los gobernantes tienen tal condición por el mandato de la gente, la que debería tener el verdadero poder. Tiende así a conformarse una Argentina dividida, donde convive una parte conformada por la gente común y otra VIP –los que reciben primero las vacunas, los que no tienen problemas en cobrar el sueldo del Estado y no hacen el menor gesto de solidaridad, que mantienen privilegios como sucede en los ámbitos sindical y judicial, entre muchos otros casos-.

Un vip (very important person) es alguien que es tratado mejor que la gente común porque es famosa, influyente o adinerada. ¿Cuándo fue que los políticos comenzaron a ser una categoría social que les permite vivir de manera diferente que a los que representan? La pandemia también desnuda esta inequidad o falencia de la democracia. Las sociedades confieren demasiado poder a sus políticos, claro cuando todo anda bien se tolera más que sean una casta privilegiada, el escenario cambia cuando la situación se complica.

La pandemia puso a prueba a muchos políticos y quizás el mejor ejemplo sea el ex presidente estadounidense Donald Trump, cuyos índices de popularidad antes de la explosión de la enfermedad perfilaban su reelección.

Dada esta brecha que separa a los políticos del resto de los mortales, no extraña que distintas encuestas muestren la baja consideración que la gente tiene de los dirigentes. La apreciación negativa de la imagen del presidente Fernández se mantiene en torno de 58/59%, según la última encuesta de  D’Alessio IROL / Berensztein.

La Argentina VIP

Esta medición aporta como novedad que la discusión interna en el espacio opositor al Gobierno marca una baja en la imagen de sus líderes.  Particularmente, la evaluación positiva de Horacio Rodríguez Larreta “se encuentra en uno de los momentos más críticos del 2021”, con una caída de 52% a 46% de aprobación. También se observa una baja de 6 puntos en la imagen positiva de María Eugenia Vidal -bajó de 43% a 37%-.

Suerte y realismo

Contrapesando las desgracias derivadas de la pandemia y como elemento a favor, el Gobierno cuenta con la suerte de condiciones internacionales muy favorables. Por un lado, esta semana se concretó la ampliación del capital del Fondo Monetario Internacional (los Derechos Especiales de Giro), extensión que permitirá al país embolsar unos 4.300 millones de dólares.

Pese a las menores cotizaciones de la soja de las últimas semanas, los precios internacionales de las materias primas siguen elevados y –salvo cambios drásticos en la política monetaria internacional– estas cotizaciones se mantendrían. Tanto es así que los términos de intercambio (es decir la relación entre los precios de los productos que el país exporta y los que importa) se encuentran en el punto más alto de la historia.

Y siguen llegando buenas noticias. Esta semana el Banco Central de Brasil decidió aumentar (1%) su tasa de referencia, lo que tiende a revalorizar la moneda del gigante del Mercosur. Cabe recordar que el real en los últimos meses, se valorizó casi 15% respecto de su mínima cotización. De esta forma, tiende a ser más competitiva la exportación argentina con destino al mercado brasileño y se reduce la competitividad de las importaciones de este origen.

Pese al viento de cola que sopla desde el exterior, la situación sigue siendo frágil, según coinciden la mayoría de los analistas económicos. El Banco Central vino recomponiendo reservas –las disponibles rondaban los 8.500 millones de dólares-, pero los dólares siguen siendo insuficientes para los compromisos que debe afrontar el país –el año que viene se deberían pagar 20.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional, si es que no se renegocia el acuerdo con este organismo-. 

“Una gran ventaja es que el Gobierno entiende limitaciones, tiene una importante cuota de realismo, y por eso Cristina (Fernández) dijo días atrás que los dólares generados por la ampliación de los DEGs se utilizarán para pagar al FMI”, señalan la mayoría de los economistas.

Se trató de un giro notable si se toma en cuenta que unos meses atrás, los senadores del Frente de Todos –comandados por Cristina– pidieron que el dinero de los DEGs no se usara para pagar la deuda con el Fondo, sino que se destinara a la reconstrucción del país.

La cuestión fundamental, como explican algunos especialistas, es que “se pasó de un populismo que se apropiaba de stocks a uno que depende de los flujos”. Esto significa que antes el kirchnerismo se pudo apropiar de los fondos de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones o de las reservas acumuladas en el Banco Central.

Hoy quedan muy pocas “joyas” y la suerte del Gobierno depende del flujo de dólares que se originan casi exclusivamente en la exportación (el crédito internacional está cerrado y la inversión extranjera brilla por su ausencia).

En este contexto se explica la obsesión del Gobierno por evitar que se amplíe la brecha entre el tipo de cambio oficial y las versiones alternativas del dólar. Una brecha elevada incentiva a los importadores a adelantar compras en el exterior y a sobrefacturar  y, por el contrario, a los exportadores a demorar los ingresos de divisas y a sub facturar. Todas estas decisiones van en contra del flujo de dólares que el Gobierno necesita para sostener la situación macroeconómica.

Por lo pronto, el mercado ya le está marcando a la conducción económica los límites de la situación. En los últimos meses el Estado no sólo cubrió con nueva deuda todos los vencimientos de títulos en el mercado local, sino que obtuvo excedentes, con una renovación (roll over) de 125%. Pero en la última licitación este porcentaje se redujo a 66%. Dicho de otra forma, tuvo que liberar pesos con el consiguiente riesgo de presiones sobre el dólar.

De ahí que por más que en el segundo semestre vaya a aumentar el gasto público –por razones políticas y estacionales-, los analistas consideran que seguirá habiendo cierta moderación fiscal y que el año cerraría con un déficit primario del orden de 3,2 a 3,5% del PBI.

Desde ya que un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional hubiera podido contribuir a aquietar las tensiones cambiarias, según coinciden los economistas, pero todo parece indicar que el entendimiento quedará diferido para después de las elecciones. Eso sí, se estima que debería postergarse no más allá de marzo de 2022, cuando empiezan a caer importantes vencimientos con el FMI (4.000 millones de dólares.

Cuando todavía faltan casi dos meses para las elecciones primarias, en el mercado tiende a conformarse la idea de una suerte de “empate” en los próximos comicios. Al oficialismo no le va a ir ni muy bien ni muy mal, prevé el analista político Rosendo Fraga.

En tren de asignar chances (mucha gente todavía no tiene decidido su voto), la mayor probabilidad es que en el escenario nacional el oficialismo esté ligeramente por debajo del 40% y, por el contrario, que en Provincia de Buenos Aires el Frente de Todos logre algo por encima de ese nivel, sostiene Synosis.

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Por supuesto, a esta altura es difícil predecir el rumbo del Gobierno en su política post electoral. Pero si la historia sirve de guía “después de perder las legislativas de 2013, Cristina devaluó, subió las tarifas, las tasas, arregló con el Club de París e intentó un acuerdo con los acreedores privados”, recordaba un estudioso de la historia argentina reciente.