Con el avance del año y el nuevo programa con el FMI bajo plena vigencia, comenzará el debate sobre la factibilidad de su cumplimiento. Las metas bajo evaluación son solo tres: una fiscal, una monetaria y una relativa a la acumulación de reservas. Entre estas la que se presenta más compleja a priori es sostener la dinámica de consolidación fiscal iniciada el año previo. Si bien el objetivo para este año es un recorte del déficit de solo 0,5% del PBI, no parece ser un momento ideal, dadas las contingencias geopolíticas globales, y la aún debilitada situación socioeconómica.

Supeditado al desafío fiscal está el monetario. Son 2,7 puntos del PBI menos que podrá transferir el Banco Central al Tesoro este año, dando lugar a 1,5 puntos de necesidades de financiamiento en el mercado. El cierre de la ecuación es a través de una mayor tasa de interés, que a su vez impactará marginalmente sobre los niveles de actividad y recaudación interna.
Pensando fuentes para cumplir el desafío fiscal, el texto del programa con el Fondo Monetario propone dos cambios técnicos que aumentarán la recaudación tributaria.

Por un lado se modificará la componente impositiva sobre los combustibles, pasando a un régimen ad-valorem. Dada su formulación actual la recaudación perdió 0,15 puntos del PBI en los últimos cuatro años, que serán necesarios ir recuperando en este contexto apremiante.

Por otro lado, el Memorando prevé una modificación en la valuación fiscal de los inmuebles (hoy sumamente atrasada) que impactará positivamente sobre la recaudación del impuesto (nacional) sobre los bienes personales. Este gravamen ganó participación en la matriz tributaria a partir de la recomposición de alícuotas tras la Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva sancionada a fines del año 2019.

Por fuera de estos dos ítems particulares con reformas en su aplicación, el resto de tributos también deberá contribuir a la mejora fiscal. El principal driver para que crezca la recaudación sigue siendo el crecimiento. En el primer bimestre del año el desempeño siguió siendo bueno, con casi todos los tributos creciendo contra la inflación. Dado el escenario interno y global, debería esperarse que las retenciones, el IVA y el impuesto a las ganancias sean los que más contribuyan en tanto fuentes genuinas de financiamiento.

La suba del gasto será moderada, dadas las restricciones que impone el acuerdo. Este nuevo escenario donde el Gobierno se enfrenta a límites objetivos para poder cumplir el acuerdo puede derivar en tensiones políticas crecientes, que atenten contra el anclaje que se busca generar en las expectativas para la macro.

La batalla fiscal 2022

En el gráfico superior mostramos la proyección de la brecha fiscal esperada, en relación a la meta acordada con el FMI. En base a nuestra estimación, la mitad del objetivo fiscal para este año aún no cuenta con un factor explicativo claro. Los ítems que contribuyen con la consolidación fiscal son la mejora de recaudación por el crecimiento, las modificaciones técnicas mencionadas en los dos tributos y la reducción de subsidios vía segmentación. No obstante, en nuestro escenario base aún no alcanzan para cerrar el año con un déficit del 2,5%. La cuenta queda a mitad de camino, y deberá tener algún otro refuerzo en materia de ingresos y/o reducción de partida del gasto público.

Claro que este escenario base puede tener contingencias. En síntesis, el cumplimiento de los parámetros acordado con el FMI va a ser desafiante, y la primera posta a superar será la fiscal. Es cierto que buena parte de la agenda de ordenamiento de las cuentas públicas debía darse, independientemente de la presencia del FMI. Pero no es menos cierto que este año puede presentar eventualidades indeseables, y reducir el déficit va a ser más la excepción que la norma en un mundo de tensiones geopolíticas.