El año parece entrar en la fase final luego de que el proyecto del Presupuesto 2023 alcanzara dictamen para ser tratado en el recito y el gabinete económico encontró una calma en el dólar que aletarga decisiones.

Se empieza a delinear el punto de arranque del año 2023 y llama la atención la dicotomía en el rumbo. Por un lado, hacia dentro, el ministro de Economía, Sergio Massa, no quiere mostrar el ajuste llevado adelante. Para ello se recurre a medidas como el refuerzo alimentario de $45.000,cuotas a tasas subsidiadas o controles de precios.

Por otro lado, y principalmente en el discurso hacia fuera del país, específicamente con el FMI, el Gobierno se muestra con un tono ortodoxo. Es el peor de los mundos, hacia dentro la percepción es que no se encuentran soluciones y eso influye en el comportamiento de la demanda de pesos, la inflación y la demanda de inversión.

Principalmente lo que preocupa es que la disposición a financiar al Tesoro se corte en cualquier momento. El BCRA esta semana dio signos de que está dispuesto a sostener la curva de pesos si ese es el escenario.

Sin embargo, las consecuencias no son gratuitas y el dólar libre más temprano que tarde nuevamente será el síntoma de las inconsistencias mencionadas. Justamente en el tipo de cambio es donde más contrariado se lo ve al gobierno. Ya es notorio que el dólar oficial alcanzó un nivel que no es deseado, ello ayuda a que se refuerce el mensaje de que no se está yendo en la dirección correcta.

Se entiende el temor de corregir el tipo de cambio, pero estaría mejor fundamentado si el período electoral fuese en breve, no a casi un año vista. Las acciones de establecer dólares diferenciales solo ayudan a confirmar el atraso del tipo de cambio oficial.

La actividad por lo pronto va a resistir a fuerza de una aceleración inflacionaria y una represión financiera. Una dinámica que creemos que puede sostenerse en 2023 pero que no dará marginalmente grandes resultados.

Habrá que mirar más la dinámica a nivel internacional para alertar sobre riesgos en el lado real. Principalmente la demanda agregada a nivel global y los términos de intercambio de nuestro país.

Estar aislados financieramente reduce la exposición, pero ello tampoco implica que el país esté desconectado del mundo. La inflación a nivel global sigue elevada y los esfuerzos de los bancos centrales de otros países resentirán la actividad de socios comerciales.

La suba de tasas de la FED puede afectar al precio de los commodities y luego hay factores exógenos como el clima que empiezan a perjudicar al volumen producido en nuestro sector primario.

El 2022 luce así como un año mejor que el 2023 y eso desalienta expectativas que favorezcan la demanda de inversión. Parte de esa falta de perspectivas en suma con un mundo más complejo es lo que empieza a reflejarse en el riesgo país, indicador que muestra el pesimismo acerca de los resultados que se puedan obtener en un mediano plazo.