La economía empezó a mostrar un estancamiento, en parte se debe a que se agotan los signos de recuperación, una cuestión de nivel. Por otro lado, la inflación atrasa ingresos y deprime la demanda. Pero principalmente la falta de inversión derivada del conflicto político dentro del oficialismo y en la oposición es lo que está frenando, ya no sólo el crecimiento de este año, sino de los últimos diez.

Los proyectos de inversión requieren una evaluación que consiste en proyectar escenarios de aquí a 10 años ¿qué chances hay de no tener un error brusco en esa proyección en variables claves como el tipo de cambio real? Muy bajas. El pase de factura constante entre el ala kirchnerista del gobierno y las palomas del oficialismo impiden planificar a 3 o 6 meses. Ni el acuerdo con el FMI logró marcar un rumbo por la disputa política alrededor de su aprobación. El ministro de economía apuntado como el mayor responsable salió a responder en esta tónica pidiendo mesura en las declaraciones.

La oposición también debe tomar nota de esto. El cambio rápido de expectativas del 2015 con el triunfo de Cambiemos será arduo de replicar. Difícilmente un candidato excite a la sociedad. Aquí es donde aparece la verdadera amenaza de los anti sistema. El público necesita respuestas rápidas y es mejor encarnarlas en líderes a los que se le otorgan grandes prerrogativas. B. Manin, politólogo francés, lo consideraba “la personalización de la opción electoral”. Un líder que nos salve a costa de pagar un precio elevado.

Así, si se deja llevar por la demanda social muy insatisfecha, el principal frente opositor podría pecar de querer obtener resultados rápidos con medidas que fracasan, pero hoy tienen buena prensa, léase déficit cero y cero emisión de un momento a otro. Acaso, ¿no estábamos en el problema de señalar el mediano/largo plazo como principal freno a la inversión? ¿Qué chances concretas hay de que un programa macroeconómico de ese estilo (y llevado a cabo por un ex gobierno) tenga éxito en reactivar la demanda de bienes de capital reduciendo el costo del mismo? En nuestra opinión es hasta peligroso, podría reavivar el sentimiento antisistema derivado del fracaso de tal programa.

Una alternativa sería una disputa política entre espacios que están de acuerdo en ir corrigiendo problemas estructurales de la economía argentina. El camino es largo y no exento de un magro desempeño macroeconómico, pero se aseguran condiciones para subsanar problemas futuros. Ese camino entendemos debería ser el de la política, el que no se deja avasallar por demandas inmediatas con soluciones mágicas que no existen.

Falta tanto para el 2023 que la duda que aparece como síntoma de esta falta de respuesta de la política es si todo se puede ir al demonio en el corto plazo. Así, la discusión transcurre por el dato de inflación mensual, la revisión trimestral del FMI y hasta como en una novela propia del prime time de la televisión “lo que le dijo Cristina a Alberto” y viceversa.

Las variables claves para ver si esto en verdad se complica o no son la balanza comercial, la inflación esperada y la demanda de dinero. La primera anda con buenos resultados producto en parte de términos de intercambio récord para el país. La segunda empeora mes a mes a medida que la expectativa de inflación se traduce en realidad y realimenta ese factor inercial al que se suma la inflación alta en resto del mundo y la tercera es la que más preocupa por su inestabilidad.

Actualmente el porcentaje de circulante privado a PBI es del 4,4%, un valor tan bajo se había observado debido a la escasez de oferta de pesos derivado del Stand By anterior firmado con el FMI. Sin embargo, esta vez no es un tema de oferta, el público se está desprendiendo de los pesos debido a que pierden poder de compra muy rápidamente, lo cual preocupa para una economía que no logra estabilizar su inflación.