Aristóteles planteó un principio recogido en el libro Metafísica que es el de No Contradicción (PNC). Según el PNC no se puede ser y no ser al mismo tiempo, más específicamente “es imposible que, al mismo tiempo y bajo una misma relación, se dé y no se dé en un mismo sujeto, un mismo atributo”. Para los filósofos racionalistas este axioma es el primer principio. 

Bajo esta premisa es que A. Fernández suena desconectado de la realidad cuando dice que ganó cuando no ganó. Sin embargo, la contradicción radica en qué se considera ganar. Y no nos referimos al simple juego entre expectativa y realidad, sino a algo más allá. A. Fernández tuvo el mejor resultado que podría haber obtenido en la elección. Perder por más que en las PASO lo hubiese dejado muy (más) debilitado. Ganar hubiese sido perder a costa de C. Fernández. 
La otra dimensión a considerar y sobre la cual quizás no es tan clara la victoria es la temporal.

¿Cuánto dura la victoria? Al menos para pasar diciembre, mes siempre complicado con más de 1 millón de desocupados y elevada pobreza. Más allá de diciembre es muy difícil gobernar por dos años con esta distribución del poder en la coalición. 

Aún así, el Presidente se siente tan fortalecido que salió a convocar a la movilización, en una actitud que al principio parecía defensiva, pero a la que empezó a largar su ataque al decir que al candidato del 2023 se lo elige entre todos. Traduciendo, que C. Fernández es una más en la mesa y ella no puede imponer a su candidato. Casi paradójico que lo diga quién supo ser el delegado de la Vice Presidenta. 

Sucede que hay un atributo cada vez más presente en la representación política que el Presidente no tiene, más aún en un sistema presidencialista, el liderazgo. La falta de liderazgo en un partido como el justicialismo es un déficit difícil de soslayar. La falta de ese atributo se notó en el acto donde se convocó a la militancia, de ahí que la hipótesis de la asamblea legislativa no era para descartar. 

La dimensión temporal y la falta de liderazgo crea una situación al estilo espada de Damocles. Dos años, una negociación con el FMI y el camino de ajuste fiscal que se avecinan son una amenaza. Ahora A. Fernández puede caer por su propio peso, además de por una martingala de C. Fernández. 

En ese contexto, sí se ve una desconexión del Presidente con la realidad. Inmediatamente el Presidente realzó los buenos resultados que está teniendo la economía. Sin embargo, sin que haya cambiado nada de fondo, la recuperación tendrá patas cortas con una coyuntura amenazada por una brecha cambiaria que supera el 100% y una inercia inflacionaria creciente.

Esa ausencia de correspondencia para con la coyuntura puede resultar riesgosa en una economía que acumula semejantes desequilibrios (fiscales, monetarios y de precios relativos). En palabras recientes del ministro Guzmán, los problemas concretos responden a la necesidad de afrontar los pagos al FMI, y por ende las solución descansa sobre un acuerdo con el FMI. Pero si bien este es condición necesaria para sortear las dificultades más próximas, lejos está de ser suficiente.

Desde el punto de vista de la economía, vienen años complicados. Desde la óptica de la política sólo le queda a A. Fernández intentar fragmentar a la oposición, y de ahí la necesidad de subir a J. Milei y M. Macri como adversarios. Lo único que genera es construir un hombre de paja contra el cual es más fácil pelear que con el ‘ala blanda’ o ‘palomas’ de Juntos. 

No se debería aún así bajarle el precio a la sociedad civil como reguladora del Estado y del Mercado. Dos años de descontento pueden complicar cualquier plan por llegar en una posición cómoda a diciembre 2023. No hace falta poner una vara tan alta como la crisis 2001/02. Con mucho menos la sociedad puede demostrar una apatía que se traduzca en una disolución del peronismo como lo conocemos, que como dispositivo electoral ganó en 2019 pero que tiene mucho para perder al haber ido unido dado que los costos los paga todo el partido. 

Así, sin un liderazgo político, más temprano que tarde nuevamente veremos una disputa por emerger como el nuevo referente del partido. Algo que también sucede en la oposición, pero que en el justicialismo entorpece la gestión de gobierno. Lejos de haber terminado, aún se avecina ruido para los próximos años. Durante 2022 sin elecciones será el momento de reconfigurar y rebalancear poder.