Está claro que el 2021 presentará diversos desafíos en materia económica. Uno de los más relevantes será la lucha contra la inflación. Es que el contexto, en términos inflacionarios, ha cambiado para el gobierno. Mientras que en el primer semestre del año, se tenía que convivir con una inflación que rondaba en promedio alrededor del 2% mensual, en la segunda mitad del año la inflación promedió en torno al 3% mensual. Peor aún, en octubre la inflación fue del casi 4% y en noviembre se ubicó por encima del 3%. En otras palabras, probablemente la economía tenga que convivir con niveles de inflación en torno al 3,5/4% mensual los próximos meses, lo que obviamente preocupa al gobierno. No es lo mismo afrontar una crisis económica con una inflación del 2% mensual que con avances del 3,5% mensual. El gobierno ya toma cartas en el asunto con recetas que sabemos no funcionan. La más conocida son los controles de precios, donde se busca incrementar la cantidad de bienes alcanzados en el programa de precios cuidados. También se cuestionó que el aumento de prepagas sea menor y se debate si dar marcha atrás con los incrementos de tarifas. Todo esto en un contexto de año electoral.

Lo cierto es que, Argentina se encuentra condenada a convivir con niveles altos de inflación siempre que el déficit fiscal sea una constante. Si bien el gobierno buscará reducir el déficit fiscal primario a 4,5% del PBI (cuestionable), continúa siendo un déficit alto y las fuentes de financiamiento no abundan. El riesgo país sigue siendo elevado por lo que el financiamiento externo se encuentra limitado. Así, el gobierno deberá afrontar su rojo fiscal entre la emisión monetaria y el endeudamiento interno.

El principal problema es que la economía difícilmente resista niveles similares de emisión sin que haya un correlato con la inflación. El 2020 contó con algunas “ventajas” que no estarán presentes en el corriente año. En primer lugar, el 2020 sufrió un golpazo económico que empujó los precios hacia abajo. El 2021 será de recuperación (parcial) por lo que, en términos inflacionarios, no estará presente éste ancla. Por otro lado, también se debe tener en cuenta el comportamiento de la demanda de dinero. El 2020 fue un año en donde la fuerte expansión monetaria fue acompañada, sobre todo al inicio de la cuarentena, de un aumento de la demanda de dinero. Esto ocurría porque había cierto temor a que los cajeros automáticos no den el suficiente efectivo y a que ocurra un desabastecimiento. Estas razones, entre otras, hicieron que las personas demandaran más pesos. Sin embargo, avanzado el año, la demanda de dinero comenzó a ceder y es de esperar que en este año, la demanda de dinero caiga y busque volver a los niveles pre-pandemia. En otras palabras, un nivel de emisión similar al del año pasado pero sin una demanda de dinero que lo acompañe, también tendrá un mayor impacto en los niveles de precios.

Por último, se debe tener en cuenta que esta realidad también tendrá su impacto en el tipo de cambio. Recordemos que la estrategia del gobierno es que el dólar oficial se devalúe al ritmo de la inflación. Por lo tanto, a mayor ritmo de inflación, mayor será el ritmo de devaluación si se continuara con las mismas reglas de juego.

En resumen, el 2021 será un año desafiante en materia inflacionaria (y en muchas otras). El gobierno podrá optar por intentar combatirlo con parches como mayores controles de precios, congelamiento de tarifas, instrumentos que ya han demostrado no funcionar. O puede, aprovechar la negociación con el FMI, para presentar un plan económico que inspire confianza con un sendero del déficit fiscal decreciente y creíble. De esta última manera, los efectos para desinflar la economía serán mucho más perdurables en el tiempo.